32. Como cuando Ivanna te tiene de las bolas

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No miro a quienes hablan.

Me hago el ciego, el sordo y el tonto; no puedo evitar que se burlen de mí, pero si puedo no darles el placer de darme por enterado. Supongo que deberé acostumbrarme hasta que se cansen, pues justo ahora no tengo ninguna razón para marcharme, no cuando encontré a mi musa.

—Buenos días —saluda Lobo sacándose los lentes de sol al entrar a la sala.

—Vino temprano, lo que quiere decir que esta vez no consiguió alguna de las imposibles —le murmura Aguilera a Rodwell.

—Ya hizo la hazaña la semana pasada, que descanse, todavía lleva ventaja.

Ya quiero ver sus caras cuando Ivanna presente su informe. Si es que llega. ¿Por qué aún no llega?

—Falta Ivanna —hace notar de igual forma otro de los ejecutivos y, de pronto, como si lo atrajera como un imán, siento la mirada del señor Rodwell sobre mí.

«No le avisé de la firma de contrato de anoche», recuerdo, rápido. Si ya sabe que estuve ahí sospechará que le oculto información, sobre todo si Ivanna presenta primero su informe. ¿Ahora cómo salgo de esto? Debo hablar con Ivanna. En tanto, oculto mi cara de Rodwell.

—Luca —me saluda Lobo al tomar su lugar, la silla frente a la de Ivanna—, que gusto verte aquí... aún.

Le sonrío de manera forzada.

—Aquí está tu dinero —dice el ejecutivo de apellido Fonseca a Lobo entregándole billetes de cien.

—¿Sigo a la cabeza?

—No se vale, la conoces mejor que todos.

—Eso no es excusa —contesta Lobo en lo que yo sigo ignorando—, hay más que van muy bien.

Aunque admito que ignorar no es fácil. Nunca te acostumbras a ser la burla.

—Buenos días a todos —saluda el señor Rodwell haciendo callar a la mesa. Miro de extremo a extremo, estamos a punto de empezar y ya solo falta Ivanna—. Otra vez es lunes y, por tanto, tenemos reunión y entrega de informes; pero antes, la ya acostumbrada frase de Aguilera.

El señor Aguilera se pone de pie.

—«El espíritu de equipo es el que da a muchas empresas una ventaja sobre sus competidores» George L. Clements —dice como si lo declamara y todos le aplauden.

—Esta semana ninguno salió de la ciudad, tuvieron miedo de no poder justificar esos gastos —continua Rodwell—. Aun así, confío en que hicieron un buen trabajo. Alegría, empieza tú.

De esa forma, al igual que la semana pasada, cada ejecutivo habla sobre las cuentas que «cazó» o a las que les dio seguimiento en lo que Sizzy, la secretaria del señor Rodwell, toma nota y modifica desde una laptop el tablero de posiciones. Si embargo, sin importar que después de una hora ya nueve ejecutivos presentaron resultados, Lobo e Ivanna continúan en primero y segundo lugar. A veces pareciera que solo compiten entre ellos. O puede que así sea.

—Fonseca, tu turno —pide el señor Rodwell y en lo que la foca Fonseca habla la puerta principal se abre y una mujer de alto gallardo, vestida por completo de azul con excepción de su bolso y zapatos de tacón alto que son rojos, entra con el cabello planchado y maquillaje intacto.

Ivanna.

Dejo morir en mi pecho un suspiro y al instante vuelvo a sentir miradas sobre mí. En particular la de Lobo, que, desafiante, observa como intento disimular una sonrisa.

Solo me alegra ver a mi jefa.

Todos les empleados siempre se alegran de ver a sus jefes, ¿no?

—Buenos días —saluda Ivanna en general y toma asiento—. Te avisé que vendría una hora tarde —agrega dirigiéndose a Rodwell y este asiente.

El asistente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora