Pero yo no tenía eso. Sin este trabajo yo estaba arruinado. — ¡¿Qué voy a hacer?! Maldición, no tengo más que esto — le dije asustado, pasé mis manos por mi rostro y apoyé mis codos en el escritorio.

— eres un buen empleado y todos saben que estás en esa lista porque el jefe por alguna extraña razón te odia — una vez, por accidente le derramé mi café encima — seguro encuentras un empleo rápidamente — trató de animarme pero fue en vano, yo no había tenido otro empleo desde que salí de la universidad, y créanme o no no era fácil encontrar otro trabajo.

Asentí, completamente desanimado. Y como Vernon dijo, al final del día el jefe entró a la sala y anunció que habría recorte de personal, me llamo a mí y a los que estaban en la lista para avisarnos que en una semana tendríamos que irnos, se nos daría un último cheque y bye bye.

Cuando volví a dirigirme a la estación me quedé pensando en el gran problema en el que estaba metido. ¿Qué haría si no encontraba empleo a tiempo? Había pasado una semana desde que nos habían dado la quincena y yo ya había gastado más de la mitad, lo último que me darían no sería nada comparado con lo que necesitaría. A diferencia de Vernon yo no tenía ningún lugar al que ir, no tenía familia que pudiera ayudarme en caso de necesidad. No tenía más opciones.

Quería llorar sólo de imaginarme durmiendo en un albergue.

Suspiré pesadamente. Quizás mi departamento no era el más lujoso ni el más grande, tampoco el más colorido o decorado pero era algo que me había esforzado en conseguir. Era un orgullo tener donde vivir, era mío y no quería dejarlo, dolía más por el hecho de saber cuanto esfuerzo tuve que hacer para conseguir un lugar donde dormir. No quería que todo mi tiempo estudiando y trabajando de noche se volviera sólo ... nada por el imbécil de mi jefe.

Rayos, ni siquiera podía quejarme con alguien. Era tan frustrante tener que volver a eso de tener que aceptar lo que fuera y despedirme de todo al saber que nada me pertenecía. Como si volviera a ser ese niño huérfano y lastimero quien no pertenecía a algún lugar, un sin techo, un miserable.

¿Así tenía qué ser siempre?¿siempre tenía qué rendirme? ¿Bajar la cabeza y desistir?

Quisiera gritar, llorar, pelear ... Pero no había voz, no habían lágrimas, no habían energías ya y por sobre todo no había nadie que me escuchara, que me consolora después de toda esa ira, esa cólera, nadie que me dijera que las cosas irían a mejorar. Así que en esta soledad era mejor sólo aceptar que las cosas no siempre irán bien y seguir caminado.

Pensé, mientras entraba a la estación, que quizás podría rogarle al casero y él se apiadaría de mí dándome un poco de tiempo extra antes de que el mes se acabara.

Alcé la mirada y noté a la gente caminar apresurada así que hice lo mismo puesto a que era probable que el próximo tren esté cerca de llegar. Pasé mi tarjeta por el lector, se registró mi pago y luego me dejaron pasar. No estaba listo para subirme al metro y tener que lidiar con tanta gente empujándome, no hoy cuando ya de por sí era un día malo para mí.

Imaginé como me vería entre tanta gente, y es como si desapareciera de cualquier lado, no era nada y era probable que entre toda esta gente haya alguien con peor suerte que yo, ¿Eso en qué convertía mi vida? ¿No eran importantes mis problemas? Mi vida podría arruinarse y nadie notaría que entre este tumulto de gente yo desaparecí.

Cuando estuve frente a la parada esperé a que el tren llegara. La gente empezaba a acumularse masivamente al punto de casi hacerme llegar al límite. Joder, cuanto quisiera tener un auto.

Tomé aire cuando escuché el tren acercarse, la gente ya estaba alborotándose y era como tener un enjambre justo en el oído con los cientos de murmullos al rededor. El estrés de la gente era sofocante, era como si pudiera sentir cada gota de sudor deslizarse por sus frentes, cada latido hacer una presión angustiante en su pecho, como si pudiera escucharlos tragar el vacío.

Siempre habría cosas de las que me arrepentiría, por ejemplo, no haber ahorrado antes, no haber preguntado nada nunca, de rendirme y aquel día fue el hecho de haber puesto pie en aquella estación de metro.

Fue de pronto cuando sentí dos manos presionarse contra mi espalda fuertemente, empujándome lejos, lejos de aquel límite que me ponía a salvo, de los demás, de lo esperado.

Fue como si los segundos se hicieran horas en la infinita línea del tiempo, haciendo de aquel momento algo que pareció eterno. Todos mis pensamientos huyeron de mi entendimiento, de mi comprensión, y mi capacidad de imaginación se apagó.  Por un momento me sentí flotar, luego me dí cuenta de que en realidad estaba cayendo. Fue como si todo se volviera negro en el momento en el que me sentí caer. Era yo únicamente, en el límite, no me pude aferrar a algo o a alguien, aun cuando mis manos lo intentaron.

Grité aterrado y luego fue por dolor al estrellarme contra las vías, mi cuerpo impactó duramente contra el frío metal, incluso oí como mis huesos crujieron y luego se volvieron a acomodar.

Miré a los demás, los veía mover la boca y tratar de ayudarme, sin embargo no había sonido en ello. Tampoco podía levantarme, era como si alguna fuerza invisible me mantuviera aferrado al suelo y desvaneciera toda mi fuerza. Por primera vez después del impacto escuché el tren acercarse y acercarse.

La gente sólo hizo más y más ruido, pero nadie bajó por mí, muchos estiraron la mano tratando de hacer algo pero nadie fue tan acertado como para bajar por mí y llevarme de vuelta con los demás, y los entendía, porque si fuera alguien más el que estuviera en mi situación no habría tenido la valentía de arriesgarme, no cuando el tren ya estaba justo al frente.

Cuando logré reaccionar a lo que sucedía y el único pensamiento que me invadió fue el de sobrevivir no pude hacer nada ya, me encogí y cubrí mi cabeza con mis manos esperando el impacto.

Pero lo último que pude escuchar fue el sonido del tren pasar, y en mis ojos quedaron marcadas las luces del frente antes de que cerrara mis ojos, pero sólo eso. Nada más que eso, todo fue silencio y nada más. Oscuridad, un espacio vacío, un hueco en el universo y yo ahí perdido.

El tren no me golpeó, la gente no fue salpicada por mi sangre ni por el horror de mi muerte, y nada más dolió. En realidad no sabía porque no, no sentí el impacto del tren pero se sentía como haber muerto, o más bien, irreal. Perdí noción de si tenía los ojos cerrados o los tenía abiertos entre tanta negrura. No sabía si estaba conciente o si esto sólo era mi último pensamiento cruzando en mis neuronas apagadas.

¿Qué rayos? ¿No se suponía qué tendría qué estar embarrado en las vías, bajo el tren, con mis sesos al aire?

Y nuevamente de la nada, después de ese espacio en blanco, la gravedad hizo efecto pero no de la manera lógica si no que me jalaba otra vez para abajo.

Cuando la luz volvió a llegar a mis ojos lo que ví no fue el escenario esperado, no estaba en las vías de tren, no estaba rodeado de gente y ni siquiera me encontraba en la estación. No estaba seguro de donde estaba pero estaba seguro de que no era el lugar donde se supone debería estar.

Era como un bosque, ahora no estaba frente al mortal tren, estaba recostado sobre la fresca pastura y las hojas caídas de los árboles que ahora me rodeaban. Miré el cielo y me aseguré de que las nubes aún se encontraban igual de lejos, no era el paraíso entonces, suponía. ¿Estaba en un bosque?.

Parpadee un par de veces y luego me senté y ... A lo lejos, lo que había ahí era ... ¿Era un castillo?

Fairy Tail || VkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora