40. Final: ¿Te casarías conmigo?

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20 de noviembre de 2026. Desperté con la luz del sol pegándome en la cara, me levanté y cerré la persiana de un golpe, pero repentinamente me acordé. Se supone que tengo que estar a las 12:30 en la iglesia que Clara eligió, casándome con ella. Miré el reloj; 11:52. Me levanté de un salto de la cama, estaba por cambiarme pero encontré mi camisa arrugada.

-Se plancha sola si me pongo el saco encima. -pensé.

Me puse la camisa, el saco así nomás y salí corriendo con la corbata y la sube en la mano. Ni siquiera cerré la puerta del departamento con llave. Al llegar a la estación del subte me encontré con que había demora, en colectivo no iba a ir porque tardaría más esperando que viajando, así que decidí adelantar algunas cuadras caminando. O mejor dicho, corriendo como un guepardo que intenta atrapar a su presa. Me detuve un segundo, recordé que no sabía la dirección exacta del lugar y que había dejado el papel con la dirección sobre la mesa.

-Ay Martín, sos un pelotudo. -me maldije por dentro.

Estuve corriendo un largo rato hasta que llegué, no tengo idea como lo hice. Miré mi celular; 12:43. Es tarde pero no tanto. Me puse la corbata y entré, ya estaban todos preparados, incluso Clara estaba esperando. Se veía más que hermosa, el vestido blanco resaltaba el color de su pelo, el cual estaba peinado con una corona de trenzas. Respiré profundo y avancé, el sonido de mis pasos retumbando en toda la iglesia no ayudaba a controlar mis nervios, sólo los aumentaba.

-Muy bien, ¿está todo listo? -preguntó el cura, afirmé con la cabeza. -Queridos hermanos, estamos acá para unir en sagrado matrimonio a estos dos jóvenes. Por pedido previo de la novia, debemos apurarnos. Señor Martín García, ¿acepta...? -en ese instante, Daniel interrumpió al cura.

-¡Stewart! ¡Martín Stewart!

-Lo siento, vamos de nuevo. Señor Martín Stewart, ¿acepta como esposa a Clara Fernández para amarla y respetarla, tanto en la salud como en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

Con nerviosismo, afirmé con la cabeza.

-Y usted, señorita Clara Fernández, ¿acepta como esposo a Martín Stewart para amarlo y respetarlo, tanto en la salud como en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

-Sí, acepto.

Víctor y Victoria aparecieron, él me entregó el anillo y, con delicadeza, se lo puse en la mano a Clara. Victoria le entregó el anillo a Clara, ella me lo colocó y volvimos a mirar al cura.

-Por el poder que me fue concedido, los declaro marido y mujer. -cuando el cura terminó, nos besamos.

Finalmente, estaremos juntos para siempre.

Entre silencios y aromasWhere stories live. Discover now