35. El tunel

101 11 2
                                    

La sorpresa de los padres de Clara al verla así fue enorme, la ambulancia no tardó en llegar y llevársela rápidamente al hospital. Quise ir con ellos, pero Mariela me agarró del brazo y no me lo permitió.

-Sólo los familiares pueden ir con ella, deja que vaya Ezequiel.

Caí derrumbado, casi no sentía las piernas y mi corazón estaba hecho trizas. Mariela me ayudó a subir a mi departamento y llamó a Daniel para avisarle lo sucedido. Cuando ella se fue me quedé encerrado en mi pieza, me acosté abrazando al loro Gabriel y me quedé ahí por un largo rato.

Daniel llegó rápido del trabajo, intentó animarme con muchísimas cosas pero no lo logró. Me llevó a una plaza cercana, me compró un batido de dulce de leche, incluso me ofreció anotarme en clases de dibujo, pero nada lograba hacerme sentir mejor. Llegada la noche me volví a encerrar en mi pieza, quería soledad absoluta.

No debería hacer esto, pero es la única forma de descargarme que tengo.

Tal como hace tiempo hice, agarré un cuchillo y comencé a pasarlo suavemente por mi brazo, el cual comenzó a largar un hilo de sangre. Empecé a pasarlo cada vez con más fuerza, provocando cortes bastante profundos en mi brazo, sentía un fuerte dolor pero a la vez me invadía una extraña sensación de relajación. Esta vez no me salvaría Clara, ella no podía hacerlo, nadie podía salvarme ahora.

Mis párpados empezaron a sentirse pesados, mis labios estaban agrietados y mi piel estaba descolorida. Siento frío en todo el cuerpo, el brazo me duele intensamente, no puedo dejar de llorar. Admito que tengo muchísimo miedo, en parte no quiero morir, pero al cortarme siento que se me quita un fuerte peso de encima, es la forma en la que mi cuerpo grita lo que mis cuerdas vocales callan.

Estuve varias horas en la misma posición, la sangre lentamente abandonaba mi cuerpo, manchando todo lo que se encontraba alrededor mío. Mi cuerpo finalmente se rindió, mis ojos se cerraron y ya no pude ver nada más a mí alrededor, sólo oscuridad. Sentía mi cuerpo liviano, casi como si flotara. Finalmente vi una luz blanca, muy lejana, me dirigí a ella lo más rápido que pude, pero era muy difícil llegar.

-¿Es la famosa luz al final del túnel? -dije...

¡¿Cómo es esto?! ¡¿Puedo hablar acá?!

Mi voz es suave, aunque un poco aguda, pero admito que me gusta bastante. Sin embargo, siento que es una lástima.

Si realmente es la luz al final del túnel, si realmente voy a morir en este momento, al menos habré muerto conociendo cómo hubiera sido mi voz si pudiera hablar, pero moriré en extrema soledad y sin la chica que amo.

Entre silencios y aromasWhere stories live. Discover now