38. Siempre juntos

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Clara me soltó el brazo, recordé que solté la rosa cuando corrí a ella, así que retrocedí para agarrarla. Los pétalos se habían alborotado un poco, los acomodé un poco y olfateé ese dulce y casi imperceptible aroma que aquella rosa desprendía. Ella me miró algo confundida, con un poco de vergüenza le entregué la rosa y sonreí.

-¿Cómo es el olor de las rosas? -preguntó.

Señalé un caramelo que estaba sobre la mesa, intentando decirle que era dulce.

-¿Cómo el gusto a caramelo? -negué con la cabeza, salí corriendo hasta la máquina expendedora que se encontraba en la sala de espera, compré algunas golosinas y volví señalándoselas. -¿Es dulce? -afirmé con la cabeza y le entregué un chocolate.

Ella comió el chocolate con algo de lentitud, todavía estaba un poco débil. Busqué algún papel para escribir, pero sólo encontré un rollo de cocina, y aunque no era el mejor papel al menos servía. Con algo de nerviosismo escribí, respiré profundo y le entregué el papel. Ella comenzó a leerlo.

-"Perdón por cortarme, por no cuidarme, por no poder ser el chico que te merecés. A pesar de todo, te amo más de lo que te imaginás, y como muestra de mi amor, quería pedirte algo especial para los dos"... -me miró un poco confundida, no entendía a lo que me refería.

Hice un pequeño anillo de papel con otro trozo del papel de cocina, agarré su mano con delicadeza y lo puse en su dedo índice. Me arrodillé a un costado de la camilla, besé su mano y di vuelta el papel que le había entregado en un principio.

-"Cuando todo esto termine, cuando tengamos un poco más de edad, cuando nuestros viejos nos den el permiso. Señorita Clara, soy un joven imperfecto, no puedo hablar, últimamente no me estuve cuidando lo necesario. Sin embargo, ¿desearía casarse con este chico que está tan locamente enamorado de usted?"

Clara comenzó a llorar de emoción, sequé sus lágrimas con mi mano y la abracé. Ella me alejó, me agarró del cuello de la remera y, de exactamente la misma forma que la primera vez, me dio un apasionado beso. Ella estaba completamente feliz, sus cachetes estaban sonrojados y no dejaba de sonreír en ningún momento. Tragó un poco de saliva y se aclaró la garganta, respiró profundo y respondió con alegría.

-Sí Martín, sería un honor casarme con vos en un futuro no muy lejano.

El corazón se me salía del pecho, y en ese preciso instante no quería pensar en nada más, sólo en ella y yo.

Entre silencios y aromasWhere stories live. Discover now