—Está bien, entonces... ¡no puedo creer que NO te lo hayas follado! —Sonrió, con más regocijo que malicia—. Con lo bueno que está...

—¿Puedes dejar de hablar de eso? —mascullé, sintiendo una punzada de ira y algo más, algo que no supe identificar—. Creí que querías que olvidara todo eso por hoy.

—Cierto, cierto —asintió—. Perdón, es solo que..., vamos, es difícil de procesar.

Me mordí el labio mientras trataba de alejar de mi mente cualquier pensamiento que no fuera otro que pasar un buen rato junto a ella y Tyler. Estaba casi segura de que, en cualquier otro momento, me habría ruborizado de pura vergüenza por lo inoportuno de su comentario, pero ahora parecía que todo rastro de inhibición se había esfumado de mi sistema.

Tyler regresaba con nosotras cada vez que se desocupaba; servía un trago y continuaba charlando con nosotras. Su compañía, junto a la de Nat, era algo tan agradable que daba la impresión de que todo aquello por lo que estaba pasando empezaba a desaparecer. En esos momentos, todo parecía ser nada más que un simple sueño... Una pesadilla.

Hacía mucho tiempo que no me sentía así de bien. De hecho, no recordaba la última vez que me divertía tanto, así como tampoco recordaba la última vez que me sentí normal, que me sentí incluida. La chica de vestimenta gótica y melena acaramelada, y el chico tatuado que servía tragos fueron mi alivio. Fueron el respiro que necesitaba para que no perdiera la cabeza. Ni siquiera me di cuenta del momento en que la opresión que laceraba mi pecho disminuyó a tal punto que dejé de sentirla. En el fondo era consciente de que mi alegría no era por el alcohol en sí; era debido a la compañía en la que me encontraba.

Y en realidad, me pregunté si Tyler estaba haciendo los tragos demasiado suaves, ya que no me provocaron casi nada... sino hasta veinte minutos después.

Mi vista pronto se tornó tan nebulosa, que cada cosa a mi alrededor se veía cómica; no podía parar de reírme de todo.Cada vez que Nat me hablaba, sus labios parecían moverse más lento de lo que salían sus palabras y ese simple hecho me mataba de risa. Cuando Tyler se dio cuenta de mi estado, dijo que debía parar por un rato.

—¡Pero si estoy perfectamente! —protesté, aunque no pronuncié bien ninguna palabra.

—¡Dios, estás muy ebria! —exclamó Nat. De repente, buscó apoyo en la barra y se puso de pie—. Ya vengo.

—Ya saben —dijo Tyler sonriendo—, la primera que vomite paga todo.

—¡No perdí! Solo voy a hacer pipí.

—No quería saber eso.

Una risa escandalosa me asaltó.

—Juro que no voy a vomitar... —Nat se afirmó de la barra y pasó por mi lado para dirigirse al baño, pero antes de alejarse más, se dio la vuelta y me dedicó una sonrisa de complicidad—. No aún.

Tyler había vuelto a agitar el vaso metálico en el que preparaba los tragos. El movimiento rápido y la destreza con la que servía en más de una copa a la vez me sorprendía y hacía reír al mismo tiempo. Él sonrió cuando se percató de mi escrutinio. Alcé mi vaso vacío, en el que quedaban los restos de limón y hierba buena del mojito, y lo agité en el aire, pero él agitó la cabeza.

—Ya estás bastante mal, ¿eh? —comentó.

—Que noooo... —insistí con obstinada alegría—. Ya lo dije, estoy perrrfectamente.

Él se acercó un paso y, desconcertándome, puso una mano encima de mi cabeza en un ademán que se me hizo... cariñoso.

—Tranquila, recupérate un poco —dijo con suavidad—. Además, pueden venir cualquier otro día a seguir emborrachándose. Me encanta que tú y Nat estén aquí, me alegran la noche.

PenumbraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora