Capítulo 05: ¿Su apelativo podría ser tan delicioso como su límpido olor a miel?

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Recuerdo cinco; JungKook, un hombre en busca del mustio,

y la flamante llamarada vuelta olor de esencia dulzona e inexplicable.

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Lluvia: manto sublime, de éxtasis y de olores indescriptibles a la par de serenos. Gotas transparentes como el mismo cristal capaz de irisar cualquier color sobre su escarchada figura. De aspecto endeble, sin embargo asimismo de toque foráneo y de matiz traslúcido como si el propio gélido del invierno viviese eterno dentro de sus cuerpos húmedos, mojados como el lago prohibido y sanador del más viejo oasis.

¿Por qué sería que, a pesar que mis fanales no eran muy gustosos de percibir la precipitación entre el manto que los cubría, seguía vislumbrando la lluvia como otro regalo de un mundo tan precioso pero, al mismo tiempo tan despreciado por muchos? No era una epifanía el que mi cuerpo era constantemente manchado por tenues lágrimas precipitadas, frutos de un cielo grisáceo a la par de encapotado y de ambiente casi invernal.

Mis cabellos, en ese entonces de un castaño más claro, escurrían diminutas chispas de mis sienes pobladas de vellos fuertes y de aspecto cuidado.

Al partir del departamento de Jimin hyung esa mañana, no había contado con la recia oleada de nubarrones que arribarían a la zona de Yeongdeunpo, la cual, de forma tonta e imprevista, me sorprendieron al salir del viejo restaurante que Hyung solía visitar frecuentemente.

Me hallaba famélico, hambriento al no haber ingerido nada desde la noche pasada, cuando TaeHyung fue a visitarnos y comentó algunas cosas que nos dejó pasmados y al borde del índole que inminente rodeaba la más rastrera sorpresa. No lograba creerme lo que me había comentado, vistiendo en su rostro una expresión seria a la par de imperturbable. Pero lograba sembrar en mí una mala espina, como si fuese un escalofrío gélido cada vez que lo recordaba.

El hecho que uno de los socios de nuestros padres quisiese pasarse de listo y hurtar de nuestros capitales; me llevaba con el apellido atravesado. Sin embargo conocía que el hombre que me había inducido en mi madre iba a tomar cartas en el asunto. El hurto y la alevosía eran un delito muy serio, a mi parecer, y sabía que mi padre llegaría hasta el fondo de todo.

—Muchas gracias—le agradecí al joven que me había preparado un café, envuelto en leche y con unas pizcas de canela, sabor que me agradaba desde que era un pequeño.

Una vez me senté cerca de la barra de aquella cafetería, me eché los cabellos hacia atrás, debido a que el fleco comenzaba a entorpecer mi percepción ocular.

El olor del líquido humeante y oscuro era exquisito. Casi orgásmico para mis fosas nasales. Me dí la obligación de disfrutarlo, mientras observaba detenidamente la escena frente a mis ojos: Unos cuantos hombres sirviendo a otros, y el envolvente bullicio sosegado de las calles exteriores.

—Noticias y más noticias. Crisis, y una que otra pandilla de vándalos tratando de relucir. No me sorprende.

Oí al hombre que descansaba en la silla contigua. Bebía un amargo café, tan negro y oscuro como el mismo matizado a carbón cuando este era profanado por ardientes frazadas de un potente ardor oliváceo.

Se quejaba en demasía siempre que me hacía un tiempo e iba a ese lugar. No podía mirar las noticias que transmitía el televisor en entero mutismo, sino que se instaba a murmurar cosas que parecían ser una completa monotonía de todos los días.

Vaya quejica.

El amable caballero que me había atendido me vio de reojo, promulgando un ademán de cabeza bastante parecido a un: "Siempre con lo mismo", mientras aseaba el vaso de vidrio en donde supuse serviría un batido a otro cliente. Me hice el que no lo entendía, antes de volver a mis asuntos y obviar todo lo que abarcase sus mundanas y corrientes palabras.

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⏰ Poslední aktualizace: Sep 11, 2021 ⏰

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