Chocolate ⏩ J. JungKook.

Capítulo 00: La experticia de como cagarla hasta el infierno.

Recuerdo uno; JungKook y sus abuelos maternos.

🍫➖

Mis padres siempre me habían dicho que debía seguir un par de reglas para encontrar a mi futura novia. La verdad aquello me parecía una descomunal idiotez, porque, si uno ama a alguien por lo que es y esa persona nos ama también, ¿no es eso lo que importa realmente?

Sin embargo para ellos no era así. La apariencia y el buen vivir lo eran todo. Los lujos, los detalles, la clase; aunque claro, tampoco estaba de más un poco de humildad y castidad ideal. En el buen sentido de la palabra, claro está.

Jodida mierda.

Les desagradaba la gente de clase media, ni hablar de los que vivían en la pobreza, los huérfanos. Todo lo que abarcase igualdad y serenidad, y eso en serio me irritaba.

Pero, en fin, lo que ahora realmente me importaba era asistir a la casa de mis abuelos y lucir mi mejor traje nuevo. Mamá no se conformaría con unos simples jeans y unos escuetos zapatos de corte alto.

Oh, no. Ella no lo toleraría.

Era por eso que, justo ahora, vestía mi peculiar y fino esmoquin de tonalidad azabache por encima de una camisa de algodón, de mangas largas. Mis pulcros zapatos habían sido preseleccionados con el fin de dar el ambiente mas índole e idílico para mis amados abuelos. Y yo de verdad no lo entendía, no comprendía por qué rayos debía vestir de tan ufana manera.

No obstante lo sabía. Claro: mi padre había sido lo bastante estricto con sus indicaciones como para que me negase a ellas.

“Los padres de tu madre esperan que vayas a la cena de esta noche. No puedes fallarles, JungKook”.

Y a todo esto: ¿Por qué era tan importante?

—Oh, hijo, has llegado muy temprano.

Me recibió la ama de casa en la morada de mis abuelos. Como siempre, también iba bien vestida ya que muchos le considerábamos parte de la familia.

Sonreí un poco apenado.

—Ah, es cierto... Mis padres me han mencionado que debía venir por los abuelos. ¿A ocurrido algo relevante durante mi ausencia? —mi pregunta pareció tomarla de sorpresa, por lo que la mujer negó con delicadeza.

—Sólo unos cuantos kilos de más en los mofletes de tu abuelo y una pasa en el fregadero.

Rió por su especie de chiste. Y como mi familia siempre me había enseñado que nunca podía dejar a una persona mayor riendo sola, no tuve más remedio que acompañar su armónica.

Claro, eso sin entender una mierda de lo que dijo.

—Entonces...—comencé—. ¿Debería pasar?

La ama de casa lo entendió al instante, haciéndose a un lado y riendo ligeramente. Accedí al espacio.

La casa de mis abuelos maternos era realmente grácil, con una pizca de modernismo y un poco de antigüedad. Las paredes en tonalidades rojizas como un vino-tinto le daban un aire bastante maduro al lugar, y los panales y parcelas de color negruzco eran lo que le otorgaba, de cierto modo, un poco de modismo.

La señora Kasama se adentró al patio trasero y me hizo una diminuta seña para que le siguiera; obviamente acaté las órdenes como si fuese un perro faldero. Además, la hogareña morada en la que me hallaba era lo suficientemente grande como para que yo me perdiera. Y créanme cuando les digo que extraviarse por unos dos días en uno de los pasillos no era para nada divertido.