Capítulo 04: Una ansiedad palpable, y el fatídico indicio de una sacudida.

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Recuerdo cuatro; JungKook, y un descabellado plan para conseguir lo deseado.

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—Estás cayendo en la insania, JeongGuk. No puedes pedirme algo como eso—le ví pasearse de un lado a otro. No lucía muy conforme con lo que le estaba pidiendo. Y digo, ¿quién lo estaría? Entendía bien al hombre por diversas razones que justo ahora no me apetecen hacerle alusión; sin embargo me daba la impresión de que aquello no era recíproco. Francamente, el caballero no comprendía mis fines con lo que le estaba exigiendo—. ¿Siquiera has pensado que hacerlo sería impropio para la integridad de este edificio? Despierta de ese mundo raro que te cargas, muchacho.

Vislumbré a nueva cuenta una de las muecas más toscas u empedernidas de la historia. El hombre realmente quería negarse a mi solicitud en busca de un empujón un poco más brusco hacia lo que en ese momento mi ser ameritaba; sin embargo era bastante idiota si pensaba que iba a rendirme al pedirle lo que quería.

Mi persona, verídica y justa, necesitaba saber el listado de los inquilinos que vivían en el edificio de enfrente, el cual hacía reflejo al de Hyung. La idea se me había ocurrido cuando, de forma bastante tonta, miré el nombre del enorme rectángulo mientras Jimin comentaba lo fantástico que había sido ir a Brasil el año pasado. Al caer en cuenta de las cosas, fue que mi ser maligno quiso entrar en acción.

Pero claro, tal cual a un gato envuelto en lana por su propia pata, yo me estaba envolviendo en algo enteramente turbio con dicho sujeto. Pues no deseaba echarme una mano; o no, el desgraciado quería tomarme por incompetente o troglodita. Y sí que se estaba equivocando.

—Señor, usted conoce a mi padre. Sabe que él realmente me ha mandado para verificar estas cosas. ¿Acaso quiere tomarme por alguien sin principios ni bases? No poseería la urgencia de venir a vuestra campante edificación de no ser por un asunto más grande, sin busca de los agravios hacia su respetable persona.

—Lo entiendo, hijo. Pero sigo diciendo que no puedo hacerlo.

Sí que era terco.

Luego de dos días en la residencia de Jimin hyung, mientras sopesaba sobre cómo demonios convencería al sujeto de soltarme la información, fue que caí, de una forma lo bastante absurda, en la razón de lo que me había pedido mi padre hacía ya un mes y medio, mientras mi persona paseaba tranquilamente por las margaritas y camomilas que recubrían parte de nuestro extenso jardín, antes de que el otoño pigmentara nuestras flores de colores más opacos, pero igualmente enriquecidos.

El edificio era una de sus propiedades compartidas con el señor Caseres, un extranjero residente de Europa que había arribado a Corea con un sólo objetivo luego de una reciente guerra económica: vender sus lujosos edificios para crear un convenio con empresarios locales de este país y, asimismo, llenarse los bolsillos de dinero barato que pudiese intercambiar por algo mejor. Por suerte, para mí, mis padres eran parte de estos convenios y tratados con muchos residentes de diversos poblados, por lo que fácilmente podía ir y venir por cualquiera de sus propiedades sin el temor de salir afectado o acorralado como un sucio y mundano muchacho.

Todos me conocían. Mis progenitores eran de ventilar a su único hijo varón como si fuese la posesión más deseada. Como un diamante o trofeo. Tenía las de ganar con ello (aunque realmente me aburriese ese hecho), pero aún ahora lo admito: cuando eres la adquisición más preciada en medio de un matrimonio un poco disfuncional, te conviertes en el mayor centro de atención, en esos «As» bajo la manga. Y eso en ocasiones, concluye sacándole toda la diversión a los buenos momentos.

Chocolate ⏩ J. JungKook.Where stories live. Discover now