Capítulo 11: ¿A qué veníamos?

21 2 5
                                    

—No puedo creer que no apareció —Colby rodó los ojos junto al británico que repetía melancólicamente lo mismo desde hacía ya más de media hora, tiempo del trayecto que llevaban en el taxi—, ¿por qué me ilusionan así?

—Porque eres una fácil —comentó riendo el de cabellos bicolor—, y también por no decírmelo.

—... Melo —mustió de mala gana Benjamin antes de cerrar los ojos.

—Muy simpático —Benjamín ya sabía lo que venía a continuación—: otra razón más, enano.

El resto del trayecto fue silencioso; a pesar de que no había un plan o ni siquiera sabían cómo le harían para introducirse a la morgue, no se molestaron en idear uno. Confiaban en las ideas de Joseph, que al parecer, tenía ya media hora, ahí, aparcado unas calles atrás del lugar al que supuestamente se introducirían como unos sagaces ninjas.

Las palmadas en el pecho de Benjamin fueron la única manera de avisar que ya habían llegado. El británico abrió los ojos de mala gana y le dirigió una mirada colérica a su mejor amigo, para salir disparado como proyectil en dirección al automóvil negro y de cristales polarizados, perteneciente a cierto heredero millonario que seguía agitando terriblemente la respiración del chico que se había quedado rezagado pagando la cantidad perteneciente al taxista, cuando ya todo estaba en orden, el moreno posó su mirada en Colby, remojó sus labios la lengua y tomó una gran bocanada de aire antes de atreverse a hablar:

—Antes de que se queden mirándose como idiotas durante horas, díganme a que vine —Joe y Colby seguían mirándose mientras el hombrecito continuaba quejándose—, porque seguramente no fue a observarlos mientras se miran, ¿o sí?

—No —replicaron al unísono, aún sin dejarse de observar.

Benjamín solo rodó los ojos una vez más, aunque en el fondo, se sentía como una colegiala contenta al ver que su pareja favorita se reunía de nuevo.

No pasaron más de cinco minutos, cuando el moreno recordó que no había venido a admirar el perfecto rostro dorado por el sol de Colby o esa perfecta sonrisa que enarcaba nerviosamente, por lo que se atrevió a retirar la mirada, no sin antes sonreír, y también notar al pequeño hombrecito que ya yacía acostado en la acera, bufó ante sus exageraciones, e hizo la pregunta que todos estaban esperando:

—¿Están listos para saber por qué pedí a Colby que trajera al enanito? —Benjamín rápidamente se levantó del suelo y se posó —nerviosa, pero emocionadamente a un lado de Colby.

—Escúpelo —mustió exageradamente el británico—. No puede ser peor que verlos mirarse como idiotas.

[...]

Para el británico era de esperarse que salieran con alguna idea ridícula, porque gracias a lo que ya le había contado Colby, ya tenía en mente que acabaría siendo la tercera rueda en otra noche atrapados en algún sitio. Pero para su sorpresa, su molestia y renuencia, se esfumó cuando vio al joven y animado chico que jugaba plácidamente un videojuego.

Se acercó de a poco, sin recordar en realidad a lo que había llegado —o con quién, toda su mente estaba en un solo lugar, ese infantil pero atractivo chico que vestía una bata blanca, pantalones del mismo color y un par de converse a tono, pero lo que lo extrañó y fascinó al mismo tiempo, fue cuando pudo percatarse del pequeño detalle que alteraba la armonía de color, sí, estaba vistiendo una camiseta de algún personaje de Pokemon, justo cuando estaba por acercarse, dio un pequeño salto cuando sus fascinados ojos se encontraron con los expresivos ojos marrones del chico, el cual parecía bastante animado al momento de soltar el dispositivo portátil en el escritorio:

—¿Puedo ayudarle en algo? —todo el ser el pequeñín vibró de sobremanera al escuchar esa voz, que por alguna extraña razón lo hacía querer escuchar más—, discúlpeme, mi madre dice que vivo "a través de ese aparato", y creo que tiene razón.

Benjamín rió tímidamente, tratando de centrar su mirada en cualquier otra cosa que no fueran esos ojos, y haciendo un esfuerzo para sacar palabras de algún lugar, desvío nerviosamente la mirada al dichoso aparato, sacando de ahí, un tema de conversación desesperado:

—¿Es eso un Game Boy? —atinó a decir nerviosamente, abrumado por la nostalgia que rápidamente lo había invadido, dejándolo casi sin palabras.

El rostro del muchacho se iluminó al escuchar la pregunta y posó aún más su mirada para apreciar al dueño de esa voz, del cual sintió la necesidad de conocer más:

—Sí, estoy jugando mi cartucho de Pokemon Yellow —contestó con júbilo, tratando de animar al joven percatándose del tono en su voz.

—Cuando vivía en Reino Unido, mis padres tenían que esconderme mis cartuchos porque no había poder humano que me separara de ellos —eso explicaba el interesante acento, pensó el joven—, y si, fueron una de las primeras cosas que traje conmigo desde mi hogar —agregó nostálgicamente.

—Sé que viniste a otra cosa, pero en este momento no sé si alguno de los dos recuerda que era —se acercó al británico—, ¿te parece si mientras recordamos juegas un rato? —dijo, extendiéndole el Nintendo.

—Soy TJ, diminutivo de Theodore James, a menos que quieras llamarme por ese nombre tan largo —agregó riendo el joven, cuya sonrisa despertaba cierta inquietud en el pequeño hombre británico.

—Soy Ben —dijo al momento de tomar la consola entre sus manos.

[...]

El abrupto suspiro que soltó el bicolor casi los delató, pero no pudo enternecerse al ver a uno de sus mejores amigos jugando sobre el escritorio al lado del chico castaño, el cual, aún sin conocerlo, ya contaba con la aprobación de Colby, dicho suspiro había retumbado en los oídos de Joseph que gateaba delante suyo y no pudo evitar rodar los ojos ante la imprudencia de Colby:

—Dicen los cadáveres que te calles —bufó molesto el moreno.

Poco después de rebasar el escritorio e incorporarse de pie tratando de hacer el menor ruido humanamente posible; los pasos se habían detenido, y a pesar de no haberse alejado demasiado, ya se había tornado imposible observar a los chicos, para la desgracia de Colby, quien chocó contra la espalda de Joseph, el cual se detuvo antes que él ante la última puerta al fondo del lúgubre corredor.

Ambos soltaron una plegaria para que dicha puerta que había llamado la atención de ambos, ya que se encontraba marcada como "archivo" no tuviese puesto el pestillo, Colby fue que se atrevió a comprobarlo, desplazándose frente al moreno, tomando con nerviosismo el picaporte y girándolo para comprobar que efectivamente no tenía traba alguna.

Una vez dentro de la austera oficina, decidieron separarse para así terminar más rápido con todos los archiveros que se encontraban ahí dentro. No sabían cuánto tiempo llevaban ahí o si Benjamin todavía se encontraba allá afuera, pero una cosa si era segura no había registro de nadie con el apellido "Levesque" ahí dentro.

Cuando estaban por darse por vencidos, la mirada del moreno se iluminó al recordar lo quisquilloso que podía llegar a ser Paul y trató de probar suerte una última vez:

"G" —Colby no tenía idea que tramaba Joseph pero decidió confiar en sus instintos y se limitó a observar, o admirar al moreno mientras extraía victorioso un folder beige—: Good, Jonathan.

—¿Es lo qué creo que es? —chilló emocionado el bicolor reprimiendo su instinto de abalanzarse ante los brazos de Joe para celebrar.

—Paul es inteligente —reconoció Joseph—, pero yo lo soy más.

Sabía que más de un curioso andaría tras esos documentos, y para evitar que cayeran ante los tabloides o simplemente las manos equivocadas, Paul había decidido completar el acta de defunción con la información de Jonathan antes de convertirse en un Levesque.

Y aunque no se encontraban precisamente en las manos equivocadas, cualquier persona que leyera esos documentos se encontraría confundida, porque si bien se encontraba más cerca de la verdad, también se daría cuenta que siempre hay más allá de lo que todos se empeñaban en creer.

Mend My Broken Heart ◉ Rolleings; MDH #2.Where stories live. Discover now