Capítulo 4: Los caballeros las prefieren rubias (o fáciles).

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—Me voy a morir Beth —dijo dramáticamente la rubia mientras se tiraba sobre su cama—, no sé podían vivir sin teléfono celular, esto no es vida.

—Si mal no recuerdo, tu padre dijo que podías comprarte todos los teléfonos celulares que quisieras —murmuró en voz baja Beth—, no tienes que exagerar todo siempre.

—No lo entenderías, Beth —gruñó la rubia mientras pasaba sus dedos por la franja rosa en su cabello—, en ese teléfono se encuentra toda mi vida.

—Te dije como mil veces que hicieras un respaldo —mustió la rubia.

—¿Podrías de dejar de actuar como mi madre por cinco minutos? —gruñó Natalie para después aventar una almohada al rostro de su amiga—. Déjame sentirme miserable en paz.

—Voy a hacer algo mejor, ¿quieres salir un rato? —propuso Beth—, escuché que hay un bar en Brooklyn donde las chicas no pagan esta noche por las bebidas.

—¿Brooklyn? ¿No pagar? Diablos Beth, ¿Qué sigue? ¿Usar el subterráneo? —mustió irónica la canadiense—, podemos y tenemos para ir a mejores sitios, Kocianski.

—Como sea, ya le llamé a Lexi y a su nueva amiga, y vienen por mí en unos minutos —suspiró la rubia—, puedes quedarte aquí a ser miserable, o puedes beber hasta perder la consciencia como acostumbras y olvidarte de tu maldito teléfono celular por un buen rato.

Sin decir más, Beth se levantó del asiento a un costado de la cama y se dirigió al tocador, en donde después de ponerse un poco de labial rojo, se miró de pies a cabeza y se sintió satisfecha con su provocador aspecto, y justo cuando estaba por salir de la habitación, vio por el rabillo de su ojo a la otra rubia que se levantó rápidamente de la cama y se acomodó el vestido, y con desdén camino hacia ella:

—Por tu bien, espero no contraer ninguna enfermedad venérea por el solo hecho de pisar Brooklyn —comentó la canadiense mientras se disponía a abrir la puerta.

—O meterte a la cama con alguno de Brooklyn, como la última vez —murmuró para sí misma la rubia.

Cuando salieron de la habitación, ambas rubias se dieron cuenta que el pent-house estaba vacío, el padre de Natalie se había ido nuevamente sin despedir —razón por la cual la rubia actuaba tan frívolamente en ocasiones—, sin decir palabra alguna, las dos se montaron en el elevador que estaba dentro del mismo lujoso lugar y bajaron hasta el lobby, donde las otras dos rubias las estaban esperando:

—¿Listas para beber hasta despertar en la cama de un guapo tipo de alguna fraternidad? —comentó animada la rubia con mechas fucsias—, esta es una vieja tradición que hacíamos las tres antes de que Nattie se consiguiera un novio, pero como están peleados, podemos hacerlo por esta noche —comentó Lexi para explicarle a Leah, quien miraba extrañada a las demás.

—Entiendo, o eso creo —dijo Leah en voz baja.

—El chofer ya sabe que iremos a Brooklyn, pero si mis papás preguntan, le di algo de dinero para que diga que nos llevó a algún aburrido bar en Manhattan —murmuró Lexi hacía sus dos viejas amigas.

—Aunque después nuestros padres se enteran por los tabloides al día siguiente —comentó riendo Natalie.

—Como sea —intervino Beth—, andando, que no puedo esperar.

Dando por finalizada la conversación, las cuatro rubias abandonaron el edificio para correr hacía el ostentoso automóvil de Lexi Copeland, dispuestas a pasar una noche como ninguna.

[...]

—Ya te lo dije, hace unos meses conocí a Peter por el rumbo, y me dijo que podía venir por tragos cuando quisiera —comentó el británico mientras le daba un sorbo a su mojito—, y estoy cansado de sentirme miserable gracias a Nemeth, por eso estamos aquí.

Mend My Broken Heart ◉ Rolleings; MDH #2.Where stories live. Discover now