8.- Pétalo perfumado

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Sentir la cálida brisa del aire, y el suave contacto de sus pies con el césped, sin duda hace que Cybille se llene de determinación para tomar su rumbo.

Al mirar un lado de la colina, logra ver una gran bola de cristal enterrada bajo pieles y pieles de musgo con un raro encriptado, con una insignia muy rara tallada en su superficie. Intentarla rodar fue inútil, hasta que rasga un poco de ese musgo y logra ver su rostro reflejado en la bola de cristal.  Observar como se deforma su cara por la forma esférica del reflejo le da bastante risa. Además de admirar sus pecas y pelo liso, también logra ver que detrás de ella se encuentra lo más lindo que sus ojos han visto estas primeras cuatro horas. Era una hermosa vegetación floral de muchos colores y olores. Llamándole tanto la atención como para acercarse. Se sentía cómo un colchón de flores, muy parecido a su recién conocida recámara, cuando se acuesta sobre estas fragantes plantas. El olor era tan dulce y el aire tan cálido, que el relajo era inminente. De entre el bullicio de un cercano río y del aleteo de algunos insectos, se empieza a escuchar un leve siseo que se acerca cada vez más. Sumado de un leve cosquilleo en su cuello desde una piel tosca y fría. Un roce que pasa por el cabello de su nuca, se transforma rápidamente en una asfixia alrededor de su garganta. Una serpiente decidida a proteger su invadido hogar, ahorca a Cybille sin piedad. Sin embargo la joven sin pensarlo, inmediatamente atina a morder la cabeza del reptil dejándolo inconsciente, para luego horrorizarse y lanzarlo muy lejos de ahí. 

Volviendo el aire al cuerpo de la joven. Con mucho ahogamiento, se dirige al charco de agua más cercano para mojar su cara y enjuagar su boca; ya que la sentía muy ardiente. Luego de secar las lágrimas que le sacó esta estresante escena, ve su reflejo en la poza, y nota como le quedaron marcas del ahorcamiento, que decide cubrir subiéndose el cuello de la chamarra.

—"...La belleza es tan solo lo que tus ojos pueden ver, solo acercándote podrás conocer las intenciones de lo que te rodea..."—Manifiesta una voz dentro de la mente de Cybille. Desenvolviendo la enseñanza que le dotó el árbol, el conocimiento e intuición. Sintiéndose mal por haber lanzado al reptil lejos de su casa.

Siguiendo con su camino, termina por completo de bajar la cima. Topándose con una pared de arboles. Un bosque de notable anchura bloqueaba el paso de la muchacha y un violento río que corría en su costado. Cybille se sienta bajo la copa de uno de los arboles de lianas, para darse cuenta que hay una luz pasando por el bosque. Viniéndole a la cabeza un rápido recuerdo, por lo que toma una de las largas lianas para atársela a la cintura y tomar dos piedras que mete a su bolsillo; muy precavida.

Adentrándose un poco más, se da cuenta que no es tan oscuro como pensaba. Sigue caminando en forma recta sin toparse con nada extraño, solo un leve chiflido que se escucha a lo lejos. Ese sonido aumenta tan fuerte su frecuencia, que de repente todo el bosque se torna sombrío por un par de segundos, para luego dispersar el entorno nocturno, y nacer un destellante brillo. Cybille siente una peculiar sensación. La expansión y el levantar de los arboles, que luego bajan y contraen, lo encontró muy similar a su agitado pecho cuando se topó con el reptil. Creyendo que está pasando por el hogar de alguien más. 

—Lo siento. Tomaré un momento nada más para llegar hasta el otro lado, luego me iré de tú hogar. ¿Está bien? —Comenta Cybille al bosque tratándolo con su respectivo respeto.

Caminando por un par de minutos con un paso muy marcado, el bosque le empieza a susurrar cosas; algo muy espeluznante para estar sola. Brisas que acarician el oído de la chica, que no son palabras, si no, un suave silbido, sintiéndose un poco intimidada. A lo lejos a forma de eco se escucha una muy marcada exhalación seguido de una inhalación que por más escalofriante que parezca, alteraba el brillo del entorno, cambiando repentinamente su luminosidad. Era el bosque, respirando y sintiendo, una nueva y extraña presencia en su centro.

¿Se referirá a Cybille?

El suelo se estremece, las copas se alborotan, el viento entra al laberinto y revuelve todas las hojas. Cybille aferrándose al piso con sus pies y con mentón en alto espera la calma. Pasado el zamarreo que ocurrió dentro, el bosque se vuelve sombrío. No se escucha nada más que solo el crujido de algo romperse. A lo que la muchacha de inmediato siente que la cuerda de su cintura ya no está tensa, y al enrollarla nota que se cortó, pero estaba mojada la punta... Algo la mordió. La chica es consciente de que no está sola, así que con una mano dispone de una de las piedras y con la otra recurre a tocar las paredes de arbustos que habían, para ubicarse en ir recto a la dirección de salida, ya que el terreno comenzaba a tornarse un tanto irregular.

Es complicado seguir, siente que ya ha tocado la misma rama de arbusto por más de cinco veces, está atrapada en un bucle. Por lo que decide ir a lo bruto, correr hasta hallar algo mejor que hacer. La muchacha poniéndose en marcha, cruza los arbustos con sus antebrazos, quitando todo lo que se le interpone. Salta, corre y derrapa; estaba en una verdadera maratón. La fría superficie de un gran pedrusco de mármol detiene la carrera de la chica al estamparse contra ella. La roca de su mano y la de su bolsillo también chocan con el mármol, provocando un llamativo estruendo. Cybille asombrada de lo que acaba de oír, percibe como el curioso sonido trata de escapar por algún lugar de la habitación, y lo logra. La joven toma la piedra de su mano, y la choca con la muralla de mármol, produciendo el mismo fenómeno. Desgarra un trozo de su prenda y se ata una venda a los ojos, para poder concentrarse en seguir el sonido. 

Primero golpeaba su piedra contra el gran mármol, y luego corría a perseguir el ruido, pero este era demasiado rápido. Intenta una y otra vez azotar la piedra, hasta que de tanto correr, se raja su bolsillo donde tenía la otra piedra, cayendo sobre su pie descalzo. Apretándose con fuerza los labios para no soltar el quejido de su vida. Procede a recoger la otra piedra, pues se le ocurrió una idea. 

Chocando las piedras que ella misma trajo, alumbra su camino de forma mental, caminando lento, sin problema alguno. Comienza a manifestarse una gran sonrisa nerviosa en su rostro, pues está feliz de que por fin dejará el lugar. Era tanta la felicidad de la muchacha que su cuerpo respondió a este estímulo, haciendo que desde las pecas de sus hombros, lograse brotar un líquido amarillento que producía su propia luz, luego todas las pecas faciales empezaron a brillar, además de sus pecas azules. Cybille no se percata de esta maravilla, ya que sus ojos estaban completamente vendados.

El sonido de sus piedras deja retumbar, solo se escucha el roce, más no el resonar de las paredes. 

Ella no podía creerlo, el viento acaricia su cara nuevamente, con un olor agradable. Dejando el hedor a humedad, siente el nuevo el olor de la libertad. El líquido de sus hombros se devuelve por los mismos poros  de donde salieron cuando Cybille por fin decide retirarse la venda de los ojos.

En pleno ocaso, le llena de dicha notar que está al otro lado del bosque. Es tanta la satisfacción que lanza al bosque las piedras que traía consigo, seguido de dar saltos con vigor, llena de felicidad.

Un retumbar seguido de un leve temblor, hace que caigan los arboles que terminaban la arboleda a un lado de Cybille. Y de las entrañas del bosque, se escucha un imponente rugido, el cual venía de una formidable criatura, que abalanza su cabeza sobre las copas de los arboles caídos. El ser al salir del laberinto revela su forma, siendo el mismísimo Bandog que ahora deambula por el bosque. La criatura la olfatea, frunce el ceño, y suelta hacia ella un gran rugido muy poco amigable. 

Un movimiento brusco faltaba para que su vida se viese en apuros. La muchacha lentamente toma la especie de velo que tenía su chamarra para ir de puntitas hacia atrás. La criatura estremece los pelos de su melena y carga sus garras en el suelo.  La chica apretando los músculos de sus piernas, comienza a correr por su vida, mientras es perseguida sin piedad por la colosal bestia.

¿Adonde irá? No lo sabe, su mente le decía que corriera a pesar del cansancio.

—¡Corre, corre y no pares de correr!—Gritaba Cybille a sí misma dándose el animo que necesita. 

Too green to live RelaxedWhere stories live. Discover now