19. Impulsos incontrolables

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—Claro. —Le regalé una sonrisa forzada—. Descuida, mamá. Volveré temprano —mentí, esperando que no se me notara. En realidad, no estaba segura de cuánto fuera a tardar.

Mi mamá asintió y se despidió de Claire con alegría. Nunca entendí cómo yo no pude heredar una pisca de ese carácter optimista que ella siempre tuvo.

Me puse una chaqueta marrón, antes de cerrar la puerta principal con cuidado detrás de mí. Claire y yo atravesamos el jardín bajo un incómodo silencio. Escondí mis manos en los bolsillos, y miré con curiosidad a la chica a mi lado justo cuando empezábamos a caminar en la acera. Me di cuenta de que ella me ganaba en estatura por un par de centímetros.

—¿Qué ocurre, Claire? —inquirí con tono inseguro.

Ella respiró hondo. Su pecho tuvo un ligero espasmo extraño, casi como si estuviera conteniendo un sentimiento agobiante.

—N-no sé por dónde empezar —titubeó.

—Bueno... —Bajé la vista, pensativa—. ¿Cómo está tu salud?

—No estoy enferma —replicó subiendo el tono, y detecté un matiz un tanto hostil—. Nunca lo estuve.

De acuerdo, lo bueno era que estaba consciente de la verdad, pero ¿hasta qué punto? Hice una mueca con incomodidad.

—Entonces... ¿qué tanto recuerdas del... último día que me viste?

Una arruga cruzó su entrecejo.

—Es... muy confuso.

—¿Sabes lo que te pasó, Claire?

Nos miramos fijamente por un minuto. Para cuando me di cuenta, nos habíamos detenido a tan solo un par de casas más apartadas de la mía. Ella no parecía querer seguir caminando.

—Sí —musitó en un tono apenas audible.

—Necesito... que lo digas —pedí con cautela.

Ella abrió mucho los ojos, adoptando una expresión de pánico, y sacudió la cabeza en una negativa temerosa.

—No me hagas decirlo, Amy, por favor —susurró—. No quiero hacerlo. Ya sé lo que me pasó. Lo... lo recuerdo.

—Está bien, tranquila —dije para sosegarla.

Pensé que debía brindarle consuelo, pero no sabía cómo. Elevé una mano, pero retrocedí cuando vi que ella dio un pequeño respingo; hice un puño y la volví a esconder en mi bolsillo.

—Siento mucho lo que te pasó, Claire —murmuré.

Ella se rodeó a sí misma con los brazos y desvío la vista de mí.

—Fue... fue culpa mía.

Eso me sacó de balance. Sacudí la cabeza en un gesto incrédulo.

—¿De qué hablas?

—Yo... —Su rostro se crispó en una mueca de dolor—. Yo... dejé que pasara. Quería... Me acuerdo de que quería hablar con mi papá. Y él me dijo que podía ayudarme a hacerlo. —Sus manos frotaron sus hombros, como si hubiera sentido frío. Seguía sin mirarme—. Él se acercó a mí, como si fuera cualquier persona, Amy. Y fue como si entendiera mi dolor, como si supiera exactamente lo que yo pensaba... —Una risa corta la asaltó, y negó en silencio.

—¿Mabrax se acercó a ti? —inquirí casi sin aliento, desconcertada hasta la mierda.

Ella me miró alzando las cejas. Abrió la boca con sorpresa, y el pasmo se grabó en sus facciones.

—¿Ése era su nombre?

—¿Nunca te lo dijo?

—No, y yo tampoco lo pregunté —admitió sobrecogida, agachando la cabeza—. Para mí, bastaba su compañía. Sé que lo que diré te sonará horrible, me verás raro, pero es que en un principio él era tan... encantador. Te lo juro, Amy.

PenumbraWhere stories live. Discover now