En busca de una luz

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¿Cómo logras mirar a una persona a los ojos luego de haberlo lastimado de la peor forma?

¿Cómo podes mirarlo sabiendo cuánto le costó juntar todos los pedazos de su destrozado corazón para poder volver a unirlo?

¿Cómo podes siquiera emitir algunas palabras de arrepentimiento sin que se te quiebre la voz por lo mal que te hace sentir recordar que dentro tuyo existe aquel monstruo tan cruel y maléfico?

Recuerdo que ya hace un tiempo cuando había ido a un bar que estaba acostumbrado a frecuentar, en aquella época que mentir era mi prioridad y lastimar mi religión, escuche a un hombre decir algo que para mí fue un disparate, pero que ahora lo entendía a la perfección.

«El ser humano es autodestructivo, de una u otra forma encontramos el punto exacto para herir a quien sea que tengamos al lado y lo utilizados sin piedad. Básicamente, aunque no lo queramos admitir, el dolor nos hace vivir, el dolor es quien le da cuerda al reloj de nuestra vida. Si no lastimamos o no nos lastiman, no vivimos, es nuestra naturaleza... Una oscura y triste naturaleza»

Esa era mi naturaleza, aunque la intentara esconder, en el fondo de mi ser habitaba aquel monstruo que tanto me aterraba que saliera al exterior.

— ¿Por qué lo hiciste? — Pregunto él conteniendo las lágrimas —¿Tanto te divirtió verme destrozado?

No respondí, no podía, no había forma que pudiese disculparme por aquel dolor tan fuerte que le había hecho sentir.

— ¡Responde! — Exigió — ¡No seas cobarde y mírame a los ojos y respóndeme!

Levante la mirada y aquellos ojos marrones me observaron con odio y rencor. Tragué con dificultar y volví a bajar la mirada.

Era un cobarde.

El cobarde más grande de todos.

— No te puedo dar una razón exacta, lo hacía porque me sentía bien, ver a las personas tan vulnerables y heridas era algo que lograba llenarme y hacer sentir bien. Tú eras tan perfecto que no pude evitar sentir rabia y odio por verte tan feliz y contento. Tú tenías todo lo que yo quería y pensé que sería justo que sintieras lo que realmente era el dolor, el sentirte sin salida, en un pozo profundo de agonía y desesperación. Te quería hacer sentir lo que yo sentía cada mañana al despertar.

Él no respondió, pero me miró, tratando de encontrar algún indicio de que estaba mintiendo en realidad.

El cuál no lo encontró.

— Yo no sabía eso, yo enserio lo...

— ¡No para! — Lo frene antes de que siguiera hablando — Soy un desastre, una maldita basura, no merezco tu empatía y cordialidad. Soy un monstruo no merezco que me traten bien.

— En realidad eso es lo que necesitas, que alguien te trate bien y te haga ver que el mundo no es tan asqueroso y espantoso como te lo plantearon.

Ambos nos quedamos callados y sin decir nada y él se dio vuelta para seguir su camino.

— ¿Te volveré a ver? — Pregunté un poco dudoso.

— Seguramente — Respondió — Espero que para cuando eso pase sepas que no eres tan malo como tu piensas, tan solo te falta encontrar una luz que te guie y te cuide. Que logré apagar o domar aquella oscuridad que está en tu interior.

Y sin más se fue.

Dejándome que mis pensamientos azotaran mi cabeza sin ningún tipo de piedad.

Dejando pensar que tal vez, solo tal vez, no fuera el monstruo que tanto había pensado que era.

Porque al final...

¿Si aquel chico había visto esperanza en mí? ¿Significaba que no me encontraba tan perdido y desolado como pensaba?


Relatos del corazónWhere stories live. Discover now