Fiel compañero

94 44 41
                                    

Desolación.

Eso era lo que abundaba a mi alrededor, los cuerpos inertes de mis compañeros eran la perfecta decoración para este aterrador y sombrío paisaje.

A la lejanía aún se lograba distinguir susurros y lamentos llenos de dolor y agonía, dejando muy en claro que el fin de aquellas pobres almas ya se aproximaba.

Yo por mi parte, me encontraba paralizado en mi lugar. El sonido de la bomba todavía resonaba en mis idos, los misiles efectuaban un horrible zumbido que no dejaba que pensar con claridad. El viento azotaba mi débil y exhausto cuerpo, logrando que el frio antártico penetrara hasta lo más profundo de mis huesos.

— Sinceramente me asombra verte con vida, soldado — Aquella voz que se escuchó a mis espaldas, no me asombró, ni siquiera necesitaba voltearme para comprender quien había dicho aquellas palabras.

Ya sabía quién había hablado y eso era lo peor.

Gruesas lágrimas se deslizaron por mis mejillas cuando comencé a girarme, para lograr observar aquel rostro.

— Es gracioso que diga eso señor ¿Acaso nunca dejará de bromear? — Una áspera pero sutil risa se escapó de sus labios, logrando que el nudo de mi garganta aumentara.

— ¿Por qué tendría que dejar de hacerlo?

— Capaz porque tiene una herida muy grave en su abdomen, la cual no deja de sangrar, Sargento — Él no respondió, tan solo sonrió a pesar de la devastadora pesadilla que estábamos sufriendo.

Intentó acercarse hacia mí, pero no lo logró, estaba demasiado cansado como para hacer tal acción. Sin dudarlo me acerqué y lo sostuve para que no se cayera.

— Creo que ya se aproxima mi final.

— Nuestro final — Le corregí.

— ¿De qué hablas?

— Te prometí que no te dejaría solo, que te cuidaría la espalda hasta el final, no romperé esa promesa — Él clavo sus ojos en mí y una risa sin rastro alguno de gracia se escapó de sus labios.

— Seguís siendo el mismo muchacho ingenuo que entro aquí hace unos meses atrás — Reprochó.

— Hay cosas que no cambian — Aseguré, tratando de controlar todas las emociones que golpeaban con fuerza mi pecho.

Su respiración comenzó a tornarse más pesada. Ambos sabíamos lo que iba a ocurrir, pero aun así no quería rendirme. Con sumo cuidado lo sostuve de los brazos, y con la poca fuerza que me quedaba, logré hacer que ambos nos reincorporamos del suelo.

— ¿Qué hace soldado?

—Lo llevaré al hospital, esta lejos, lo sé, pero aun así lo logramos.

— ¿12 kilómetros te parecen poco? — Preguntó con indignación — ¡Estas loco! Tendríamos que recorrer el campo de batalla para lograrlo — Con determinación agarró mi cuello e hizo que lo observara fijo — Acabo de perder a toda mi tropa muchacho, vos sos el único que ha quedado y no hare que arriesgues tu vida de esta forma ¿¡Entiendes!?

— Claro que entendí — Me agaché y agarré uno de los riles que se encontraba en el deteriorado suelo, le coloqué las municiones que tenía en mi bolsillo. Una vez listo, le coloqué en mi hombro y con el otro brazo libre sostuve con fuerza al Sargento.

— Lamento faltarle el respeto en esta ocasión, pero no saldré de este infierno sin usted — Él no reprochó, sabía que mi decisión no cambiaría.

Me encantaría decir que todo acabó bien, que pudimos pasar por el campo de batalla sin sufrir ninguna lesión y logramos llegar al hospital para que curaran al Sargento... Pero no fue así, sino todo lo contrario.

Intenté con todas mis fuerzas ser lo más cauteloso posible, mientras nos adentrábamos al campo, para no llamar la atención de la flota enemiga. Pero no lo conseguí. Fue demasiado tarde, cuando escuché aquel grito que ordenaba que dispararen, no tuve tiempo de actuar.

Luego de aquel estruendo, todo sucedió muy rápido. La bala atravesó mi pecho, haciéndome sentir una oleada sofocante y doloroso que recorrió todas mis extremidades en segundos.

No pude soportar el dolor y caí, junto al Sargento, de rodillas al suelo. Él tardo unos segundos en percatarse de lo que había pasado, pero cuando lo hizo, como pudo, se arrastró había donde me encontraba.

— ¡Soldado, resista un poco, como pueda, lo sacaré de aquí! — Gritó desesperado.

Parecía como si todos mis sentidos hubieran dejado de funcionar, como si mi cuerpo no respondiera a la simple de moverse. Mis párpados empezaron a pesar y, aunque intentara mantener mis ojos abiertos, se me estaba haciendo una tarea difícil. Tan solo los cerré por unos segundos, pero al volver abrirlos me encontré con una escena espantosa.

A mi costado se encontraba el cuerpo sin vida del Sargento, rodeado por un charco de sangre y con un certero balazo en la cabeza. Cerca de él estaba la tropa enemiga preparándose para seguir con su tarea, sin impórtales el cementerio de cadáveres que había a sus costados.

Sentí como mis pulmones comenzaban a fallar y mi corazón latió cada vez con más pesar.

Logré distinguir algunos murmullos alegres de los soldados ingleses, antes de cerrar por fin mis ojos.

Pero al volver a abrirlos me encontré con toda mi tropa hablando animadamente y al Sargento recibiéndome con los brazos abiertos y con aquella sonrisa que mantuvo hasta el final.













Te Amo


Relatos del corazónWhere stories live. Discover now