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Enfrentarse a la realidad.

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Aguante mi sombrero sintiendo la fría brisa que la mañana me brindaba, asegurándome de haber cerrado la casa antes de salir al balcón. Ya en la acera delante de mi balcón decidí observar mi hogar, algo que no quería perder. De seguro papá se sentiría algo molesto ante mis ultimas actitudes, había decidido levantarme temprano e ir a revisar el perímetro. Me dirigía a casa de las hermanas Johnson, quienes brindaron su ayuda en ir a ver si habían salvadores cerca de la área para poder salir sin ser vistos a un supermercado cerca de aquí, necesitábamos medicamentos. Nadie quería salir, ni siquiera ayudar, todos estábamos en una pequeña prisión, las reglas ya no las daba papá, las daba Negan. Suspire, hacia frío en la temprana mañana, aún el sol no salía. Pase por la casa que compartía Rosita junto a Abraham y Eugene, incluso Tara pero ya no se encontraban allí, solo Rosita y Eugene. Tara volvería pronto con Heath, uno de los residentes de la comunidad, ellos habían salido en busca de provisiones lejos de aquí.

No creo que cuando vuelvan le agrade la idea de lo que estaba sucediendo aquí, de las pérdidas, incluso Tara quien se encontraba en una relación amorosa con Denise, quien había muerto. No tarde el dar un leve silbido ante la presencia de Aarón en la otra acera, este se dirigía al puesto de vigilancia, quizás a reemplazar a Eugene. El hombre decidió alzar su mano y pude escuchar su voz ronca, brindándome que tuviera unos buenos días. De igual forma asentí, acercándome así a la casa que pertenecía a Maggie Greene y Glenn Rhee, quienes ambos estaban ausentes, una estaba lejos y el otro, ya no estaba en ningún lado. Subí los escalones del balcón de su hogar, presenciando las cartas de póker en una pequeña mesa que se encontraba ahí, ya nadie jugaba. Decidí asomarme por la ventana, sonreí. La primera figura que pude visualizar fue a Aliana caminando por los pasillos con unos pantalones cortos de diferentes colores. Decidí acercarme a la puerta y con sigilo girar la manecilla, la cual estaba abierta. La abrí con un gran sigilo mientras que mi mano libre aún aguantaba mi sombrero, entre y cerré la puerta con suavidad. Observe la sala principal algo vacía, empecé a caminar por el pasillo dirigiéndome así a la cocina, en busca de Aliana Johnson quien se había dirigido por aquí.

—Pensé que no estarías despierta tan temprano.—dije con una voz aún ronca, poniendo todo mi peso en la pared, observando cómo Aliana quien parecía rascar un papel de un calendario me miró sonriente.

—Natasha tiene la costumbre de dejar la puerta abierta.—sonrió ella observándome, su cabello estaba húmedo, aunque se veía espectacular, mi chica no tardo en acercarse a mí para brindarme un abrazo. Sentí sus brazos acorralarme por completo, aunque al sentir su cuerpo pegado al mío no pude evitar pensar en lo que sucedió ayer.—¿Tienes hambre?—me pregunto, robándome un tierno beso.

—Desayune... —le respondí, mientras que vi cómo está se alejó de mi, llevando sus manos a mi mano derecha, sentí su tacto y como ella deslizó mi sombrero para aguantarlo en sus manos. Sonrió algo tierno, bastante mejor dicho.—Póntelo.—le asentí al ver cómo parecía esperar una respuesta para ella ponerse el sombrero, cuando lo hizo sonrió como toda niña pequeña que obtenía lo que quería, Aliana Johnson se veía hermosa.

—Vaya, tenemos a una alguacil en la familia... —observe a Natasha detrás de Aliana, estaba parada en el margen de la puerta que te llevaba a la cocinaba, esta traía un bulto, incluso armas.—Aliana, ve a terminar de vestirte, no voy a perder tiempo.—ordenó Natasha, saludándome con la mano y dándole espacio a su hermana para que se dirigiera por él pasillo.

Y así, las horas pasaron. Un inmenso silencio se apoderaba dentro del vehículo, mientras que el día estaba nublado, Aliana en la parte de atrás dormía con mi sombrero cubriéndole su rostro. A penas salimos de Alexandria no tardo en tomar una siesta, mientras que su hermana parecía estar en silencio y algo pensativa. Podía observar sus ojeras, sus ojos hinchados. Esta mujer desde que la conocía había aguantado pérdidas incontrolables, una gran pérdida de la que nunca hablaba fue la de su bebé. Había llegado a mi grupo con una gran barriga, una hermosa y redonda barriga. La última persona que había visto en este estado ya no estaba en mi vida, sin duda alguna había disfrutado la etapa en donde Lori Grimes tuvo una pequeña barriga pero hermosa. Sonreí ante el recuerdo de mi mamá, cuando en las noches me acostaba con ella y ella acariciaba su barriga, cantaba y me predecía que sería una niña, sin duda alguna Judith es la más hermosa de todas las bebes que pude haber conocido.

𝐄𝐒𝐏𝐄𝐑𝐀𝐍𝐙𝐀 ─𝐂𝐀𝐑𝐋 𝐆𝐑𝐈𝐌𝐄𝐒  ①Where stories live. Discover now