15 años antes, casi tres meses después de la muerte de la madre de Alba . Fiesta secreta en el campus.

Aparcó el coche lo más cerca que le fue posible por si tenían que salir corriendo. Abrió la guantera y cogió un disimulado descargador eléctrico anti-personas, se lo metió en el bolsillo, se miró al espejo y decidió revolverse un poco el pelo, se alegró de no aparentar más de 25 años y bajó del vehículo. Al llegar a la puerta una mujer robusta y más o menos de su verdadera edad le abrió.

-      Hola!! –la saludó Isabelle apoyándose sensualmente sobre el marco de la puerta entreabierta-. ¿Llego a tiempo para un poco de sexo?

La mujer se le quedó mirando con algo de desconfianza, pero con mucha más parte de lujuria. Repasó aquellas piernas enfundadas en cuero negro y luego se detuvo con descaro en su escote, en ese instante supo que había una posibilidad de entrar.

-      Tú serás la primera en probarlas -le susurró a la mujer quemándole el pabellón auditivo con su aliento-.

La mujer miró atrás un momento, y luego tiró de ella para que entrara. Acto seguido empezó a manosear a Isabelle con desesperación.

-      ¿Por qué tan deprisa? ¿Es que quieres que terminemos rápido? –jugó su juego esta-.
-      No... pero estás tan buena –musitó la mujer cogiendo sus pechos entre sus manos-.

Isabelle la contempló con frialdad aprovechando que aquella mujer no veía más allá de su escote y esa calentura que le trepaba por las piernas. Miró alrededor, pero todo permanecía en penumbra menos una zona al final del pasillo donde salía luz roja.

-      ¿Es allí la orgía? –le preguntó con aquel tono lascivo natural, que siempre le daba tan buenos resultados en su trabajo-.

La mujer la miró y luego siguió el gesto hacia la derecha que hacía con su cabeza, pero no dijo nada.

-      Me pone supercaliente mirar... -le susurró Isabelle cogiéndola del pelo y tirando de él hacia atrás-. Una auténtica perra ¿no quieres comprobarlo?

La mujer gimió cuando sintió el mordisco que le daba en los labios a modo de incentivo. Sin pensárselo la besó torpemente y luego le indicó que la siguiera sin soltarla de la mano. Al entrar en la habitación, Isabelle se apresuró a adaptarse a la luz y barrer la estancia con la mirada, tenía que encontrar a Alba a toda costa. Desde que había recibido el aviso de aquella chica que había contratado para vigilarla en los últimos meses, su corazón se había disparado a mil por hora:

"Isabelle, ha ido a más... esta noche va a una especie de orgía de lo más heavy que hay montada, creo que va puesta hasta las trancas, ya no controla". Las palabras de aquella charla resonaban en su cabeza constantemente, la mujer que le había dado entrada a la fiesta sin muchos problemas se le echó encima acorralándola contra la pared, ella puso el bloqueo que separaba su cuerpo de su mente muchos años atrás aprendido, antes de que la madre de Alba la encontrara en la calle y la recogiera bajo su abrigo y protección.

-      Vamos nena, quiero comprobar lo que tienes para mí... -le dijo la mujer mientras la sobeteaba-.

Isabelle se volvió a centrar en ella, tras sentir que unas manos se deslizaban tratando de desabrochar su pantalón. Con una fuerza inesperada para la mujer caliente que tenía encima, atrapó aquella mano y la estrujó con la suya, una sonrisa cínica se dibujó en su rostro ante la mirada atónita de la mujer que la había dejado entrar.

-      Te dije que me gusta mirar -veló sus verdaderas intenciones ante aquella mujer, que creyéndose que era parte de un precalentamiento se relajó en cuanto empezó a soltarle la mano-.

La mujer se frotó los dedos doloridos, pero sonrió, luego se separó de ella complacida.

-      Eres una chica muy mala -le dijo señalando con el dedo a Isabelle que seguía con su sonrisa cínica dibujada en el rostro-. Pero me encanta... Mira lo que quieras, y luego vuelve a mí para que te sacie. Me lo debes

Ella la llamó con el dedo en un gesto y la mujer se acercó...

-      Ni te imaginas lo que te espera...-le susurró, mientras le mordía el lóbulo de la oreja a aquella mujer que gimió inexorablemente-

Unos minutos más tarde, la mujer volvió a su puesto junto a la puerta y ella empezó a revolotear por la estancia en busca de Alba. El alcohol, la droga y el sexo revoloteaba a cada paso, parejas, tríos, cuartetos... todo valía, gente atada, gente arrastrada... negó con la cabeza, nada de aquello le gustaba. De pronto divisó una nueva habitación un poco más al fondo, al acercarse dos chicas salían más que colocadas y medio en bolas.

-      Esa chica es una máquina... -decía una de ellas-.
-      Tía normal, es una profesional... -le decía la otra-.
-      ¿No jodas? –se sorprendió la otra-.
-      Tengo entendido que le han pagado una pasta... pero joder, merece la pena por tirársela y verla moverse... -sentenciaba la mujer dando otro trago a una botella de tequila que llevaba en la mano-.

A Isabelle la sangre se le encendió como si contuviera lava. Sin pensárselo aceleró el paso y se metió en la habitación, un corrillo de chicas le impedía ver el espectáculo, se abrió paso y entonces la vio. Alba bailando semidesnuda en medio, mientras las chicas se iban turnando para sobarla o para que ella las masturbara... le entraron náuseas, aquella no era la niña que una vez conoció... aquella no podía ser la hija de Rafi. Borracha, drogada, sin pudor ni autoestima, arrojándose a un mundo sucio y oscuro que ella misma se autoconstruía.

-      Quiero que nos la tiremos las dos a la vez... -escuchó a su lado que le decía una chica a su pareja, mientras se ponían a tono con la actuación de la rubia-.

La yugular de su garganta empezó a tomar forma, apartó a unas cuantas chicas que le quedaban hasta encontrarse en primera fila y saltó en mitad de la sala apartando a tres perras que estaban encantadas metiéndole mano a Alba. Sus ojos se encontraron desfigurados, ella la miró con rabia, Isabelle la miró con pena... las quejas de las demás eran simples aullidos de viento para las dos.

-      Te vienes conmigo -le dijo tomándola del brazo-.
-      Ni lo sueñes... ya he empezado yo sola, ya no te necesito... -le espetó Alba-.
-      ¿Crees que esto es lo que hacía tu madre? ¿Venderse como una zorra colegiada, drogada y bebida hasta las trancas, menospreciándose a sí misma? –rugió enfurecida- ¡Eres una mocosa malcriada que no sabe nada! ¡Ni quiere entender nada!
-      Pues enséñame... enséñame todo lo que ella era, o vete por dónde has venido... -le gritó la rubia con lágrimas en los ojos-.

El silencio se hizo en la sala, la mujer que había dejado entrar a Isabelle llegó por un aviso y se la quedó mirando.

-      Oye... ¿quién eres tú? Ella está contratada -le dijo la mujer con el ceño fruncido y cara de pocos amigos-. Tú, baila... si tienes problemas con tu novia ya lo solucionaréis cuando lleguéis a casa.

En ese instante cogió la mano de Alba y se volvió fría como un témpano de hielo a la mujer que le había puesto la mano encima sin su consentimiento.

-      Ella se viene conmigo. Ahora -le dijo cuando estuvo frente a ella-.
-      ¿Ah si?... jajaja... ¿Quién lo dice? –se carcajeó de ella la mujer mientras la retenía poniéndole una mano en el hombro-.

La rabia contenida de toda esa gente que la había utilizado y tratado mal durante sus años de juventud, se materializó en la cara de Isabelle.

-      Yo lo digo -dijo, mientras le propinaba una descarga eléctrica a aquella mujer frente a la atónita mirada de las espectadoras-. ¿Alguien más, tiene algo que decir? –espetó al resto silencioso-.

Tiró De Alba y se la llevó de aquella casa.

Dos meses después de aquella noche:

Al verla salir de la clínica de desintoxicación, una sonrisa inmensa se dibujó en su rostro. Alba corrió hasta caer en sus brazos.

-      Te he echado de menos, ¿estás bien? –le dijo-.
-      Sí, ahora sí... -le contestó la chica -.
-      Anda, vámonos a casa

Entraron en el coche y pusieron rumbo hacia el apartamento de Isabelle. Tras una semana de salir de la clínica, la misma conversación salió a la palestra.

-      Alba, no... -le dijo tajantemente-.
-      ¿No... NO??... No puedes negármelo. Soy una mujer adulta -le gritó Alba persiguiéndola por la casa-.
-      ¡Ja! Deja que me ría... tienes cuántos... ¿19, 20? –le contestaba ella-.
-      21 –respondía-.
-      Uyyyy... que mayor... -se reía de ella la mujer, como si aquello fuera bastante argumento para su negación-.
-      Mira quién habla.Con cuántos empezaste tú... ¿16? –le arañó con sus palabras, pues se sentía frustrada-.

Isabelle se volvió a mirarla, Alba pensó que la abofetearía.

-      Eso para nada fue lo mismo -le dijo muy lentamente-.

Alba tragó saliva, sabía que acababa de jugar sucio espetándole aquello, pero el tiempo pasaba y ella no podía esperar más.

-      Me dijiste que me enseñarías –le recordó-.
-      Jamás dije que lo haría –le rebatió la mujer subiendo las escaleras-.
-      Entonces volveré a las andadas... pienso hacerlo, con o sin tu ayuda, aprenderé por mi cuenta –la amenazó-.
-      Tú misma. Pero esta vez no estaré para sacarte de la mierda –le dijo sin volverse a mirarla-.

Isabelle escuchó como un jarrón se rompía, y unos cuantos golpes se sucedían en el salón mientras ella cerraba la puerta de su habitación y se quedaba reposando contra la madera. Alba quería que la introdujera en su mundo, quería que le enseñara lo que hacía su madre, quería pertenecer a aquel ambiente, pero ella no podía enseñarle... ¿cómo iba a enseñarle aquello? El corazón se le revolvía solo de pensar en traicionar a Rafi. La idea de instruir a su hija, era más de lo que podía soportar. ¿Pero, y si volvía a las andadas? ¿y si volvía a aquel submundo irreal? ¿cómo iba a protegerla así?

Alba subió las escaleras y golpeó la puerta con gran violencia, a ella los golpes salidos de aquellos puños parecieron amoratarla.

-      No tienes ningún derecho a negármelo.... Isabelle... no puedes quitarme esa parte de ella, no tienes ningún derecho... ¿Me oyes??... –empezó a caer por el llanto frente a la puerta, golpeándola cada vez más intermitentemente-. Era todo lo que tenía...no puedes negarme el derecho a conocer lo que hacía... no lo entiendes... era mi madre... Era Mía... -sollozaba, y ella también lo hacía sintiéndose cada vez más débil-. Si era bueno para ella... ¿porque no puedo yo?... ¿o es que todo era una mentira, y en realidad si era una de esas putas?... Isabelle... dímelo! ¿Mi  madre era una zorra vendida?

La puerta de la habitación se abrió dejándola tendida en el suelo entre lágrimas. La mujer se agachó a abrazarla...

-      Tú madre era el ser más maravilloso del mundo, buena, digna, alegre... ¡era quien conocías!... –le dijo con sinceridad mientras entre lágrimas le besaba la cara-.
-      Entonces ¿Por qué temes enseñarme cuál era su mundo? ¿por qué?... –siguió entre hipidos-. Lo necesito, necesito comprender esa parte de ella... no puedes negármelo... no puedo vivir con esta carga de saber que por no escucharla se arrojó a la carretera...
-      Shhh.... no fue culpa tuya... -trató de consolarla Isabelle-.
-      Sí, sí lo fue... debí creer en ella, debí hablar con ella... necesito entender, te lo ruego... -le pidió por enésima vez entre lágrimas-.

Ella cerró los ojos... sabía que no estaba bien, sabía que aquello no le daría las respuestas, pero...

-      Tú ganas... pero lo haremos a mi forma –le dijo-.

Alba alzó la mirada con cierta esperanza, a Isabelle aquel atisbo de luz le rompió el corazón. Acababa de vender su alma al diablo... ayudaría a aquella niña a entrar en un mundo al que jamás debió pertenecer.

Sex education. //Albalia.Kde žijí příběhy. Začni objevovat