4- Virginia.

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Natalia observó a la chica, que permanecía callada encima de la cama. A pesar de haberse lavado la cara, se sentía un poco mareada por el alcohol ingerido, pero no lo suficiente como para perder el norte de dónde y con quién se encontraba. Se acercó a la cama y se sentó junto a ella. Sabía que debía hacer algo con aquella criatura, pero ¿el qué? A pesar del deseo frustrado que sentía no estaba preparada para perder los papeles de aquella forma.

- ¿Todo bien? –Alba estaba sorprendida, pero aquella mujer parecía cohibida-.
- Sí, bien -contestó-. Algo mareada, pero se me pasará.

Natalia no decía nada, y ella se impacientaba con la espera, así que decidió dar un pasito más.

- Mira, se te nota muchísimo que es tu primera vez, pero ¿sabes qué es lo bueno? Que no tienes que hacer nada, dime lo que quieres y yo me encargaré -le dijo de pronto poniéndose de rodillas en la cama frente a ella- ¡Soy una chica fácil! ¿Recuerdas?

La sinceridad, paciencia y alegría que desprendía aquella mujer eran sorprendentes. La morena no sabía que decir, se maravillaba de la normalidad con la que asumía el vender su cuerpo hacia una extraña. Por un momento pensó que ojalá ella pudiera ofrecerse a alguien con aquella libertad. Sus palabras parecieron mover algo en aquella mujer de hielo, pues alzó la mirada y sus ojos oscuros se clavaron en los marrones de Alba con intensidad. "Dios, qué guapa es", pensó esta. Pero sus pensamientos se paralizaron en el mismo momento en que Natalia levantó sus manos para coger las solapas del albornoz que llevaba. Cuando los dedos de aquella hermosa mujer tocaron su piel, sintió que se calentaba en un instante, tan lentas y cuidadas eran sus caricias, que no podía evitar perder a ratos el rumbo.

- Es la primera vez que estoy con una profesional, pero no la primera con una mujer -dijo y siguió el recorrido de la garganta y el escote de la rubia, que a pesar de haber hecho aquello miles de veces, no sabía por qué aquella mujer le ponía a tono sólo con que la tocara, la mirara...-. ¡Me gustan las mujeres!

"De eso no cabe duda", pensó ella y trató de concentrarse en otra cosa para no acelerarse demasiado, pues Natalia acababa de entreabrir el albornoz dejando sus pechos desnudos al descubierto.

- ¡Túmbate! –le pidio, y ella la obedeció pensando en cosas menos sugerentes-

"La barba de mi tía... no mierda, familia no... a ver... el calvo del otro día, tengo que limpiar la cocina... joder, joder, la tripa no... mierda"

Lo estaba intentando, pero la morena estaba demasiado buena y le acababa de abrir el albornoz para acariciarla.

"Hidrogeno, Litio, Sodio, Rubidio....coño, OXIGENO, OXIGENO... por el amor de Dios, ¿pero es que me piensa masturbar?". Sus manos ardían, y se paseaban a su antojo por su piel desnuda. Alba no quería moverse para no estropearlo, pero aquella posición de tener que dejarse totalmente no era lo suyo.

Cuando estaba a punto de llegar a su pubis se detuvo abruptamente. Un sonido estridente y molesto, paralizó por completo las atenciones de aquella mujer de pelo negro que la estaba poniendo más que caliente.

- Perdona, tengo que cogerlo -se disculpó-.
- Tranquila, tranquila, tú mandas... -"Ojuuu María y José... un kit-kat menos mal, porque a este paso voy a cantar hasta la Traviata, ¿pero que coño me pasa?" "Creo que el haber hablado tanto de romance con Maria y Vicky al final me ha afectado al subconsciente", pensó Alba para sí, y con un poco de timidez se cubrió con el albornoz en cuanto la mujer dejó de posar sus ojos en ella-.

Natalia alcanzó un móvil que debía costar una pasta gansa, pero que por lo que parecía a la bella mujer no le hacía ni pizca de puñetera gracia.

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