60- Servicio de habitaciones.

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- Tengo un hambre que te cagas ... -dijo de pronto Alba con ella sobre su pecho-.
- Pues ni te digo yo lo que tengo... -le dijo esta empezando a besarle el vientre-.
- Jajjaja... ¿tú qué quieres, matarme? –le preguntó entre risas, cuando notó que la lengua de Natalia empezaba a dar trazos largos sobre su estómago dejando pequeños mordiscos de vez en cuando-.
- Mmm... en verdad sólo comerte –le dijo poniéndose sobre ella, y atrapando con los labios un pezón de la rubia-.
- Jajjaja... Dios... -reaccionó cogiéndole la cara entre las manos para que la liberara-...me vas a matar. Y en serio que me muero de hambre.
- Bueno, pues en ese caso creo que tendré que hacerme cargo primero de tu apetito... -dijo Natalia con una encantadora sonrisa, y se levantó de la cama-.

Ella se quedó mirando aquella figura esbelta que trataba de encontrar algo que ponerse para bajar a la cocina, el sólo hecho de mirar su desnudez provocaba en su interior un rugido inexplicable y eso, era otra de las muchas novedades que experimentaba con ella y que con otras clientes jamás le habían sucedido.

- Es una pena -dijo de pronto la más alta y se le quedó mirando con picardía mientras encontraba una camiseta que ponerse-.
- ¿El qué es una pena? –picó Alba pues sabía que algo tramaba... su sonrisa se le contagió con malicia-.
- Qué esté tan desentrenada. Nadie me había cambiado antes por un desayuno, creo que mis armas de seducción están desengrasadas –le dijo mientras se ponía unas bragas y terminaba de colocarse la camiseta-. Una pena.

Los pezones de la morena marcándose bajo la camiseta de manga corta acapararon toda la atención de Alba, que recordó al instante los gemidos que salían de aquella mujer cuando entregada se rompía con ellos en boca ajena, un escalofrío le recorrió la espalda de pronto... "Por Diosssss.... ¿Qué me hace? ¡Me tiene como una burra!" pensó para sí, pero sin quererlo ya evitar saltó también de la cama y se acercó a ella mientras ésta trataba de encontrar las zapatillas.

- De desentrenada nada, que me llevas enferma todo el día- le susurró cogiendo aquel culo perfecto entre sus manos y acercándola contra sí-.
- ... ¿ah sí? Pues menos mal, porque así ya somos dos- le dijo Natalia pasándole los brazos por el cuello y dejándose estrujar antes de que ambas terminaran envueltas en un beso tórrido que las hizo regresar de nuevo a la cama-.

El rugido de las tripas de Alba fue al final la campana de compasión que acabó con las horas de cama de las dos protagonistas. La morena salió disparada hacia la cocina en busca de víveres, y Alba aprovechó para ir al baño a refrescarse. Tras tirar de la cadena del baño, se paró frente al espejo para lavarse las manos y al alzar los ojos se topó con una gran sorpresa.

-      Ohhhh... mierda.... –dijo mientras se apresuraba a apartarse el pelo del cuello y contemplaba un par de chupetones enormes que empezaban a enrojecer y a enrojecer-. Joder, lo que no dejé que me hicieran a los quince años, me los hacen ahora y sin darme cuenta.

Quiso enfadarse, pero no pudo recordando como ella misma había aprisionado la cabeza de Natalia contra su yugular en pleno frenesí por sentir aquellos labios, aquella lengua... aquellos dientes blancos y perfectos que la mataban en cada sonrisa.

-      Qué fuerte... -se dijo así misma y una sonrisa tímida se le dibujó en los ojos mientras se miraba de cerca la mala cara que aquellos dos moratones iban a presentar a lo largo del día-... si es que me tiene burra, está clarísimo.. Mejor me pego una ducha, porque sino a ver como aguanto yo a esta mujer desbocada.

Y se metió en la bañera, para tratar de dar un poco de paz a sus músculos doloridos por la batalla.

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El avisador del microondas sonó, Natalia sacó las dos tazas -una con café, la otra con leche- y las puso junto a un par de vasos con zumo, unas galletas, unos bollos de chocolate que había encontrado, y una flor que había cortado del jardín para Alba. Lo repasó todo en la bandeja, y subió hasta la habitación.

Sex education. //Albalia.Where stories live. Discover now