- Claro, te llamo... un beso –le dijo ella conteniendo las ganas de borrar por completo toda aquella llamada. Quería salir corriendo a buscarla, pero no debía, no podía-.

- Sí, claro... un beso –dijo y colgó el teléfono rápidamente-.

Natalia alcanzó un sillón que había cerca y se sentó, incapaz de tenerse en pie. La visión de la rubia pasando una noche de desenfreno con alguna clienta empezó a torturarla en su cabeza, mareándola.

Nat: ¡Diosss... como duele!
Conciencia: Te avisé, ¿qué esperabas?
Nat: no esperaba nada, pero no lo pude evitar...
Conciencia: debiste evitarlo, por tu bien
Nat: jamás he sabido hacer las cosas por mi bien, y lo sabes.
Conciencia: ¿y qué vas a hacer ahora?
Nat: no lo sé, no lo sé... la quiero, maldita sea, se me ha colado sin darme cuenta.
Conciencia: Entonces lucha... pelea por ella.
Nat: ¿Cómo, si estoy rota?
Conciencia: ¡Supéralo! ¡Date a ella!
Nat: ¡creesss que no quiero... pero no puedo, no puedo! Apenas controlo lo que siento, me siento débil y fuera de mí, y este temor que siento me hiela la sangre partiéndome desde dentro.
Conciencia: Lo sé, pero si no consigues hallar la forma de situarse a su nivel, acabará contigo... no eres de las de quedarse quieta.

Y con aquel dolor en el pecho y aquella realidad retumbándole en los oídos se tapó la cara con las manos tratando de detener aquella noria que se había puesto en marcha en su cabeza.

Alba miraba aún el móvil silencioso entre sus manos. Durante largos minutos estuvo tentada de volver a llamarla, de cambiar de opinión, de presentarse en su casa... pero no lo hizo, permaneció mirando aquella pantalla en negro sentada en el sofá, incapaz de imprimir una dirección a lo que sentía.

-       ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué pasa conmigo?

Se preguntó en voz alta mientras se recostaba en el sofá y cerraba los ojos. La casa estaba vacía y en silencio, pero en su cabeza miles de sonidos, palabras, frases, risas, gemidos... se amontonaban inundándola. La semana no había sido fácil para ella, la culpabilidad y lo que sentía por Natalia había hecho un hoyo en mitad de su pecho y no sabía cómo cubrirlo. Al principio pensó que poner al día los asuntos postergados de la empresa la mantendrían a salvo, pero aquel perfume que le dejaba en la ropa cuando salía de su apartamento y la abrazaba, era más que suficiente para no poder dejar de pensar en ella, en lo que sentía por aquella mujer y en lo muy perdida que se encontraba a la hora de tratarla.

-       Por Dios, así no voy a solucionar nada –se recriminó y se obligó a moverse del sofá-.

Miró el contestador, había una luz parpadeante, pero ya sabía de quien era así que ni se molestó en escuchar el mensaje de voz. Se dirigió al baño y encendió los grifos de la bañera, esperó pacientemente a que se llenara controlando la temperatura mientras se desvestía, y cuando estuvo listo, se introdujo en aquel baño caliente notando como sus músculos instintivamente empezaban a relajarse. Alcanzó el mando de la cadena de música y cerró los ojos, una compilación de sus bandas sonoras instrumentales preferidas empezó a sonar trasportándola al instante que había provocado aquella necesidad de esquivar a la morena aunque fuera por una noche.

10'30 de la mañana de ese mismo jueves, Alba apenas llegando a su apartamento tras despedirse de Natalia:

-       ¡Hola guapa! Soy Alicia –la saludó una voz dulce y aterciopelada que casi había olvidado por completo-
-       Hola preciosa, ¿cómo va todo? –le contestó Alba como si no pasara nada, pero el ser consciente de que había olvidado a aquella clienta por completo, la inquietó tanto que la dejó petrificada-.
-       Bien, he terminado con la investigación y he pensado, que quizá podría verte hoy si te parece bien –le propuso con una voz educada y dulce, aquella pelirroja catedrática, a la que si se le activaba de forma adecuada se trasformaba en un huracán exquisito-.
-       Claro, claro que sí –respondió más por un impulso de obligatoriedad ante sus compromisos, que por un deseo real-.
-       ¿Seguro? –preguntó Alicia más animada-. Es que como no te aviso con mucha antelación y hace tanto que no te veo...
-       Preciosa, no hay problema. ¿Qué te apetece? –la animó a que propusiera el plan del día-.
-       Me gustaría invitarte a comer a un italiano que me han comentado unos compañeros, y luego... -Alicia se quedó cortada, sabía lo que quería, pero no estaba acostumbrada a sociabilizar y le costaba soltarlo en frío-.

Sex education. //Albalia.Where stories live. Discover now