veinticuatro

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Joanne.

—Cambió de opinión al cabo de unos días. —continuó Manuel con su relato, con la vista fija sobre el mantel. Hablar de aquello aún repercutía en su sentir. —Regresamos de París la noche siguiente, inmersos en un clima tenso. Ella sentía lástima por el dolor que yo pretendía ocultarle aunque fuera evidente, y yo comencé a cuestionarme aspectos de nuestra relación que nunca antes había tenido en cuenta, creyendo verdaderamente que nos amaríamos cuanto durara la eternidad, así como alguna vez nos habíamos prometido. —Se humedeció los labios y yo refrené mi deseo de tomarle la mano que mantenía apoyada sobre la mesa. —La semana siguiente se marchó a la casa de sus padres, y cuando regresó, me dijo que lo había pensado mejor y que sí quería casarse conmigo. Tenía... —dudó— una sonrisa en los labios que no me pareció sincera. Tal vez debido a que me había dicho que no sabía si querría formar parte de un matrimonio alguna vez. No he podido quitarme de la cabeza la idea de que su madre tuvo mucho que ver en su cambio de opinión.
>>Nos casamos algunos meses más tarde. —Por primera vez levantó los ojos y me miró. — No me preguntes por qué lo hice, ni si estaba seguro de querer hacerlo. Supongo que la amaba demasiado. —Se encogió de hombros— Sólo hablamos acerca de tener hijos en un par de ocasiones, y ella se mostró tan ambigua que preferí no volver a someterme a la humillación de ser rechazado.

Entonces sí sostuve su mano, aunque opté por no emitir comentario alguno. Él no parecía incómodo, pero cuestionarle aquello no había sido una buena idea.

—Hay algo más que quiero mostrarte. —dijo una vez hubiésemos acabado de cenar. Me puse de pie, dispuesta a seguirlo y él me marcó el camino. No dejaba de contemplar aquel lugar, cuya majestuosidad acababa en el cielo. Era una faceta suya que jamás hubiera podido adivinar y no dejaba de encantarme.

—Este lugar es increíble. —dije, acariciando las hojas de un Rayito de Sol, cuyas flores se habían cerrado—. ¿Alguien más ha estado aquí?

Él me observó con incredulidad antes de responder.

—No, no imagino qué podrían pensar mis amigos. se encogió de hombros. En realidad, le tenía sin cuidado—. Y Kathrin dice que es alérgica a algunas plantas, así que nunca le gustó la idea.

—Pareciera ser alérgica a la vida. —sonreí, mas me apresuré en agregar—: Sin ofender.

No era capaz de entender como él, que rebosaba vida, había acabado con alguien como Kathrin. Manuel negó casi imperceptiblemente. Su paso era lento y llevaba las manos dentro del bolsillo del pantalón color caqui.

—¿Lo dices porque me rechazó?

—No. Bueno, en parte... —tuve que confesar—. Además Mats no habla muy bien de ella, y él no es el tipo de persona que tiene problemas con los demás.

Él se detuvo para mostrarme aquel último rincón oculto. Uno de los tantos secretos suyos. La mejor vista que hube podido contemplar de la ciudad se exhibía desde aquel punto de la terraza. El suelo estaba cubierto por una espesa enredadera en distintos tonos de verde, y rodeando un par de tumbonas, plantas de margaritas, lirios y jazmines. Creí que en primavera podría ser una maravilla encontrarse allí, contemplando la vida de ese modo tan abstracto y efímero, fundiéndose en el cielo en una suerte de noche estrellada.

Él se detuvo para ver mi expresión, que no dejaba de creer que aquello era extraordinario. Su mundo. El olor de las flores y el sonido del viento. Mi amor por él, su mirada disipándose junto a la mía en un confín de sentimientos difíciles de explicar.

—Existen razones para todo lo que me sucede. Te invité a que vinieras porque necesitaba tenerte junto a mí. Convencerme que no iba a ser un estúpido una vez más... —suspiró—. Este es el lugar al que vengo cuando siento que hay un desequilibrio en mi vida. En esos momentos de estrés, tristeza o felicidad absoluta; Me gusta recostarme, mirar las estrellas y más tarde, quedarme dormido—. Agregó, al tiempo que se sentaba sobre la tumbona—. Y a veces me pregunto cómo sería si pudiera compartir esto con ella. Hoy no...—susurró mirándome a los ojos—. Joanne, quiero olvidarla.

Tren a BavieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora