Capítulo nueve

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Grulla de Japón

Capítulo nueve

Ya habían pasado dos largos meses desde la llegada de Kiku a su hogar. La transpiración recorrió los rostros de aquellos en el Palacio Imperial y el chillido de los insectos estivales marcó la estación más calurosa del año. Kiku no había hecho casi nada productivo, en estos dos meses, simplemente paseó por los jardines o pulió sus habilidades con la espada y la danza. Pero había averiguado bastante  sobre lo que estaba sucediendo en el palacio.

Una de las primeras cosas que averiguó (o más bien confirmó en este caso) era la verdad sobre la mala salud de Kyonosuke. Este a menudo tenía que pasar la mayor parte del día descansando y en los días buenos, cuando podía moverse, se fatigaba rápidamente. Otra cosa era que recibían visitas frecuentes de extranjeros occidentales. Había un hombre en particular que siempre se reunía con Kyonosuke. Alto con pelo rubio y piel blanca. Kiku asumió que este hombre era un Ministro de Relaciones Exteriores o algo similar. En cualquier caso, Kiku sentía un creciente curiosidad por este hombre.

En este momento, Kiku observaba de reojo a Kyonosuke y su supuesta 'esposa' siendo abanicada por un sirviente. Matsunaga, quien estaba sentado al lado de Kiku, también se ofreció a enfriarlo con un abanico, pero Kiku negó con la cabeza. De alguna manera, en este calor abrasador, Kiku no sintió la alta temperatura. De hecho casi sentía frío. Era debido a un vacío en su interior, como si no fuera más que una cáscara vacía.

Aquí en el palacio, Kiku fue despojado de la vida. No debía dar un paso más allá de las paredes del palacio ni decir una palabra a ningún extraño. Se le prohibió participar en cualquier discusión política y ni siquiera podía participar en ninguna reunión. No debía expresar ningún pensamiento   u opinión sobre cualquier cosa, e incluso si pudiera, nadie parecía interesado en escuchar de todos modos. No se le dio ningún propósito para estar aquí en absoluto, se esperaba que simplemente desperdiciara su tiempo de manera silenciosa y discreta.

Kiku pensó que al menos podía sacar lo mejor de lo que tenía conociendo a la gente en el palacio, pero, por desgracia, el sentimiento no era mutuo. Al parecer, a nadie le gustaban los recién llegados, especialmente cuando la posición de Kyonosuke estaba amenazada por ellos. Era como volver a cuando había debutado como Xiaodan otra vez. Y para empeorar las cosas, Kiku había adoptado muchos hábitos de su tiempo en China que le provocaron una gran humillación. Comía con modales no japoneses, a veces hablaba inconscientemente en mandarín durante una conversación y, dado que tenía mucho tiempo en sus manos, se encontraba haciendo tareas de servidumbre que le valían muchas miradas con los ojos abiertos.

—Kiku-san, algo de té.—  Dijo la esposa de Kyonosuke a Kiku, sacándolo de sus pensamientos.

—Por supuesto.— Contestó Kiku, comenzando a levantarse cuando Kyonosuke interrumpió.

—Ahora, ahora, ¿no está Matsunaga aquí para eso?

—Sí, serviré el té.— Declaró Matsunaga, pero la señora lo detuvo.

—Oh, pero mira.— Sus ojos siguieron a Kiku que estaba casi en la puerta. —Kiku-san quiere hacerlo. Sé muy bien que Kiku-san se enorgullece de actuar como un...'sirviente'.

—¡Le ruego me disculpe!— Matsunaga dijo con brusquedad, su voz ligeramente alzada.

—Oh, ¿dije algo inapropiado?— ella se rio —Mi lengua debe haberse resbalado. Querido, no me hagas caso.

Enfurecido, Matsunaga se puso de pie. —¡Es absurdo! No puedo permitir que ninguno de ustedes continúe mostrando tal grosería hacía...

—¡Matsunaga!— Kiku interrumpió al hombre mayor, su tono firme sorprendió a los presentes en la habitación. —¿Has olvidado con quién estás hablando?

Kiku se apresuró a volver con Matsunaga, quien rápidamente se  recompuso, controlando sus emociones. Ambos se inclinaron profundamente.

—Por favor, discúlpenos.— dijo Kiku después de inclinarse. Luego salió de la habitación con Matsunaga justo detrás de él.

¿Por qué las cosas tenían que ser así? Kiku se preguntó repetidamente. Sus pies y los de Matsunaga hicieron pequeños ruidos de golpeteo contra el tatami mientras caminaban.

¿Por qué?

-) -) -)

Una tarde, Kiku estaba ocupado en su práctica habitual con la espada. Las cosas eran iguales a las de cualquier otro día, especialmente porque todo se mantenía tan consistente aquí. Las mismas rutinas exactas de un día para otro casi lo dejaban sin sentido alguno. Solo a través de sus actividades privadas, Kiku pudo obtener alguna motivación para pasar los días.

Concentrándose en recoger su qi, como Yao le había enseñado, Kiku condujo la espada por el aire en una luna creciente. Yao le había dado los fundamentos de sus habilidades de combate, y desde allí, Kiku trabajó en perfeccionar y mejorar las técnicas vertiendo su propia esencia. Lo hacía con la esperanza de que de alguna manera su amor y gratitud llegaran a Yao.

Todavía estaba practicando con su espada cuando se dio cuenta de una presencia. Kiku sintió que el ser estaba cerca, observándolo. Con cuidado trató de determinar dónde y quién era la persona. Sin embargo, antes de que Kiku pudiera resolverlo, la presencia se había desvanecido, dejandolo perplejo.

—Qué extraño.— Pensó para sí mismo, bajando un poco su espada. Miró a su alrededor una vez más, pero no encontró nada. Aun sintiendo esta extrañeza dentro, Kiku reanudó su práctica de espada.

Desde esa tarde, Kiku comenzó a sentir los ojos de alguien frecuentemente; en los pasillos, en los jardines, durante las comidas ... Para su frustración, nunca podía atrapar al culpable. Sintiéndose derrotado, Kiku se dijo a sí mismo que el tiempo resolvería el problema. Pero los días seguían pasando sin ninguna señal de que mejorara, al contrario solo parecía escalar.

—Ahí esta otra vez. pensó Kiku, entrecerrándo los ojos mientras sorbía su té, sintiendo "la mirada fija" sobre él. Tenía una teoría en mente de lo que podría estar pasando, aunque le gustaba pensar que no era así. Sospechaba que Kyonosuke había ordenado a sus sirvientes que lo espiaran, por desconfianza. Hizo una mueca, su té tenía un sabor amargo.

Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que un mensaje sorpresivo de Kyonosuke diera la vuelta a todo. El hombre que había venido a entregar el mensaje era el sirviente más leal de Kyonosuke, lo que indicaba que este mensaje tenía cierto grado de importancia.

—Su Real Majestad solicita su presencia en la reunión celebrada esta tarde.— Ese era el mensaje.

Los ojos de Kiku se agrandaron al escuchar esto. No lo había esperado en absoluto. Estaba tan sorprendido que no salieron palabras de su boca y simplemente asintió en respuesta.

Esa tarde, Kiku se dirigió a la sala de conferencias por primera vez.

En el momento en que abrió las puertas, sintió que su corazón se detenía.

Ahí estaba, aquella mirada. Estaba mirando directamente a los ojos del responsable.

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