Capítulo 2

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TOM

Mierda. No quiero ver a sus amigos.

Ellos sabrán quién soy y se lo dirán, y no quiero eso. Siento que camino con un extraño tesoro aferrado a mi mano, y que no quiero perderlo. Gruño cuando me lo dice y gruño también para mis adentros. Pero no quiero que piense que ella es quien me fastidia.

Me giro para mirarla. Es hermosa. Es simpáticamente hermosa. Tiene pecas, y unos ojos que se hacen pequeños cuando sonríe... que es prácticamente todo el tiempo. Tiene una sonrisa permanente y hermosa, que hace que sus labios brillen y ¿por qué no? me dan ganas de besarlos. Tiene el cabello por los hombros, totalmente descontrolado en rizos castaños que van en todas direcciones y parece no molestarle.

Y no tiene la más mínima idea de quién soy.

Me encanta.

Bajo la cabeza para tratar de pasar desapercibido mientras cruzamos la pista y las miradas me traspasan como dardos, y ella me dice al oído que la mesa de sus amigos es la próxima. Pasa a mi lado y trata de soltar mi mano, pero no la dejo. Se gira. Me sonríe.

Sus labios sonriendo.

Se inclina frente a una mujer que está sentada en la mesa, abrazada junto a un hombre alto y rubio. Él me mira y entreabre la boca, como si quisiera decir algo pero no pudiera, porque no sabe a quién decírselo.

Sabe quién soy.

Bajo los ojos y me muerdo el costado de mi mejilla, ansioso. Annie le habla al oído y la mujer le contesta mientras se asoma por encima de su hombro y me mira. Sus ojos se agrandan.  Mierda.

Sabe quién soy.

Se para y apoya su mano en el hombro de Annie.

-Hola -me extiende la mano- Soy Val, amiga de Annie. Es un gusto conocerte, no sabía que...

-Hola Val -la interrumpo. No quiero que hable más- Un gusto conocerte también. ¿Annie, vamos? -la apuro.

-Necesito mi casco -me dice, y se da vuelta hacia su amiga.

-¿Podemos hablar un segundo a solas? -le dice Val, haciéndole un gesto extraño con la cara. No quiero que hablen a solas. No quiero que le diga quién soy. Quiero un poco más de esta libertad junto a ella.

-Tenemos que irnos -le digo, encogiéndome de hombros.

Annie parece confundida. Se inclina y toma un casco negro de debajo de la mesa. Le da un beso en la mejilla a su amiga e intercambian un par de gestos: su amiga tratando de advertirle que no se está yendo con cualquier hombre a cenar; Annie tratando de que comprenda que todo está bajo control. Para mi fortuna, ninguna entiende lo que la otra le quiere decir sin palabras, y Annie le suelta un beso con la mano, dejando a su amiga petrificada en el lugar. La guío nuevamente entre la gente hacia el otro lado del club, donde está la puerta trasera. Me sonrío con la satisfacción de quien se sale con la suya.

-¿Por qué vamos a salir por detrás? -me dice.

-Veo que viniste en motocicleta, ¿verdad?

-Si.

-Genial. ¿Vamos en tu moto entonces?

-Si, claro -me contesta segura. Ya no le importa el por qué salimos por la puerta trasera.

Ben está afuera, apoyado contra una pared y fumando en su vaper. Lo guarda apenas me ve y se incorpora.

-Señor.

-Ben, puedes llevarte el auto. Iremos en moto.

Ben no dice más nada, sólo asiente con la cabeza, pero sé que está sorprendido. No me gustan estos eventos sociales, y cuando tengo que asistir a alguno, él sabe que sólo me presentaré un rato y me sacará de allí. Pero nunca me voy con nadie. Y nunca le dejo mi auto a nadie, incluso a él. Miro mi Audi RS5 rojo y lo miro a él mientras toma las llaves entre sus dedos. Sé que el maldito está feliz porque por fin podrá manejarlo. Gruño por lo bajo y lo veo irse. Más vale que lo cuides, Ben.

Annie lo mira curiosa.

-¿Tienes chofer?

-No. ¿Tienes otro casco?

-No -parece darse cuenta de que sigo aferrado a su mano, aunque ya no es necesario porque no tengo que guiarla a través del club. Se suelta discretamente, como tratando de evitar ofenderme, y me señala unos metros más allá, donde está su moto.

-Aquí está -me dice, y se pone el casco. Yo me río- ¿De qué te ríes? -me dice sorprendida.

-Nada. Sólo imaginé que manejabas una de esas pequeñas motos vintage de color pastel.

-Quizás debas dejar de estereotipar tanto a la gente -me contesta, y podría decir que la ofendí. Me causa gracia saberla ofendida. Quiero besarla. Quiero besarla porque está ofendida, y eso la hace preciosa. Pero tiene su casco, así que deshecho la idea. Sube a su Thruxton R y espera que yo haga lo mismo.

Me quedo mirándola. Hacía mucho tiempo que no me pasaba nada de esto, y siento que estoy muy fuera de mi zona de confort. Y siento que nunca fui tan yo mismo como ahora.

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