Capítulo VII.

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Capítulo VII; Dicen que mientras haya vida hay fé, bueno. Mantendrá la idea en su cabeza de que a este mundo le falta una diosa a la cual manejar con perfección y sin cometer error alguno, esa sería la tarea de una persona de exquisita sangre.

Simpre le gustó las casas grandes como las mansiones o castillos, los terrenos grandes donde podía tener un establo, un gran jardín con arreglos hermosos y las flores más escasas y preciosas en este universo, con una bonita y glamurosa fuente diseñada con oro. Aunque nada se comparaba a su adicción, los colores granate; moría con solo ver una flor de ese color y por lo mismo, la mayoría de su mansión tenía arreglo florales de las granate.

Era algo singular, las personas normales iban con los tulipanes, las rosas, las margaritas, los girasoles, etc. Aunque debíamos admitir que todas las flores son hermosas, delicadas y por supuesto, tristemente sin libertad. Tal y como era ella, su mayor posesión. No sabía que gustos tenía hasta que vió a la peli-negra, era su adoración y su debilidad, la amaba, sí. Pero también la odiaba, ¿por qué? fácil, si llegaba a desatar un gran problema y le ocurría algo a su amante, no se lo perdonaría, moriría junto a ella.

La odiaba porque solo ella pudo despertar aquellos sentimientos que te hacían débiles, sí, el amor florecía. Estaba comenzando amarla, y aborrecía esa idea, no quería, después de tantas noches donde ella dormía en sus brazos, y cuando la luna no las observara tocaba todo su cuerpo y experimentaba toda sensación placentera sólo con ella, besaba cada parte de su piel a cambio de escuchar los suspiros excitados de su Lady. Cada vez que ella se iba de su territorio por una misión, sentía una presión en su pecho, su presencia era importante para ella, sus risas y comentarios faltaban en  la casa.

» ¿Qué pasaría si me enamoro de ti, Lady?
» Miss Ashford, usted no puede enamorarse de mí.

¿Por qué no?, esas palabras por alguna razón le dolieron. Su mirada se apagó y por varias semanas se mantuvo en una depresión, no comía, no hablaba, ella no estaba y eso no le gustaba. Su Lady estaba en una misión en Noruega por sus otros superiores, no sabía nada de ella pero igual parecía que la conocía desde toda la vida.

— ¿Todo está bien? — Volteó a mirar al hombre en el umbral. — Sí, todo está bien por aquí. — Respondió a su amigo con una pequeña sonrisa. — Bien, entonces podemos proseguir con el experimento, vamos.

Angela asintió y empezó a caminar detrás de su viejo amigo, su mirada era fija en él, detallando su cuerpo, no lo veía casi y hoy se mostraba con ligeros cambios. — ¿Cómo lo haremos si no tenemos la sangre de María Gómez? — Preguntó curiosa, él solo soltó una risita y con un exámen de retina y de huella dactilar entraron al laboratorio.

Apenas entraron su mirada se fijó en una cápsula con un líquido de color parecido al agua que ayudaba a mantener el cuerpo estable, un montón de cables donde transportaban lo necesario para nutrir el delicado y un tono blanquecino, recordaba una exquisita piel bronceada. Admiración sentía a la mujer dentro de la cápsula, estaba desnuda pero eso no importaba, cualquiera que entrara no lo notaría por aquel líquido y los cables en su piel. Da lástima al no poder contemplar cuán perfección.

Encontrar a alguien que tuviera el mismo poder que la matriarca era increíble, sería como tenerla a ella. El Verónica-T recorría sus venas, uno de los virus más poderosos y cabe destacar que alguien de su sangre creó el Verónica-T; con un virus arcaíco encontrado en una hormiga reina y el virus T, siendo una perfecta combinación.
Aunque lamentablemente su poder no era igual al de la matriarca, le tomaría hibernar un poco más y hacerle ajustes al virus e inyectarselo.

En esa mujer solo había órganos infectados del virus, su sangre era inflamable, algo curioso. Según el expediente su memoria fallaba en cierto tiempo. — ¿Y bien? ¿qué piensas hacer? — Hablo mirando a su compañero contemplar a la mujer de la cápsula.

— ¿Tú crees que sirva la sangre de Albert Wesker?
— ¿Albert Wesker?, el está muerto. — Pensó mejor sus palabras, y volvió a hablarle. — ¿De dónde sacarías su sangre?
— No me conteste con preguntas. — Regaño el hombre de un rubio oscuro. Angela frunció el ceño y miro hacía otro lado.
— No lo sé, ¿sabes dónde hay sangre de él? Conseguir su cuerpo es díficil, no pienso mandar a Lady a otra misión. Además ni siquiera a llegado de la anterior. — Dijo moviendo sus manos exaltada, a veces le sacaba de quicio hablar con él.

— Bien, buscaré a alguien mejor que ella. Después de todo es tu juguetito, yo tengo contactos mejores y que sí cumplen su trabajo sin descanso. Ya sabes, personas responsables y maduras. — Contestó ofendiendo a la Ashford, dispuesta a devolverle el golpe y siendo está vez literalmente se detuvo quedándose en shock.

Gotas de sangre salpicó en su rostro, un cuerpo sin vida y sin cabeza cayó al suelo. Buscó con la mirada el emisor del ataque, la mirada oscurecida y profunda de la mujer apróximadamente a 5 metros de distancia se encontraba la peli-negra. — Yo si cumplo con mi trabajo, elimino a la plaga que se mete en mi camino. Y justamente su asqueroso cuerpo me estorbaba para poder ver a mi superiora, Miss Ashford, he vuelto. — Se defendió la mujer guardando la mini-escopeta en su abrigo, en su otra mano llevaba la máscara de gas, su cabello negro corto se mantenía alborotado y su belleza cada día aumentaba más.

La rubia sentía que volvía en sí, sentía la ansiedad de una adolescente observando a la persona que le gusta, su mirada ansiosa y esa sonrisita cómplice en ella delataba la felicidad de ver su rostro otra vez. — Bienvenida Lady Hunk, ¿has traído lo que te pedí? — Sonrío coqueta mirando a la nombrada, mientras por parte de la peli-negra intentaba ocultar una sonrisita mientras recorría el cuerpo de su superior con la mirada y no una cualquiera, cada vez que se veían a sus ojos mostraba cierta atracción entre las dos.

— Sí, aquí está su pedido. Se me hizo dífiicil conseguirlo pero aquí está. — Dijo mostrando el maletín negro, lo colocó en una mesa cerca de su ubicación y suspiro. — Debería llamar a los sirvientes a que limpien la suciedad, ¿no cree Miss Ashford? — Pronunció cada palabra con una increíble sensualidad, era fascinante la combinación de su tono de voz junto a su mirada juguetona.

Angela asintió y en su reloj inteligente presiono la campanita indicando a sus sirvientes que necesitaba de ellos, ya acostumbrados a los cadáveres y sangre en el lugar, con suma rapidez y precisión limpiaron el lugar. Lástima por su compañero, era joven pero se sabía desde un principio que sería relleno en este mundo. — Bien, que tenemos aquí. — Abrió el maletín para observar los dos frascos de vidrio con líquidos de diferente color. Su sonrisa era de oreja a oreja, ya faltaba poco para su meta.

— ¿Cómo hiciste para quitarle al gobierno americano la chica? — Preguntó curiosa la peli-negra observando a la femenina en la cápsula. Se mantenía con el semblante serio observando a la mujer de trágica historia, su rostro se suavizó al sentir unos brazos rodear su cintura por detrás, y los labios de su superiora en su cuello dejando besos húmedos y ciertas marcas en este. — Miss Ashford, ¿qué trama con sus acciones? — Susurro mordiendo su labio inferior, mientras la mencionada solo río traviesa. — Solo te agradezco, eso es todo. — Respondió con una sonrisa triste que al estar detrás de su amante no pudo notar esta, dejó de abrazarla y paró toda acción pecaminosa y pervertida de ella.

— Gracias, puedes descansar. — Soltó con una frialdad no intencionada, solo su conciencia jugaba con su prohibido amor hacia ella.
Lady Hunk miró confusa a la rubia retirarse con el maletín dispuesta a trabajar en su experimento, con una de sus manos acarició las zonas en donde todavía podía sentir sus labios besar su cuello, confundida y extrañamente dolida salió del laboratorio para irse a su habitación con un mar de pensamientos en su cabeza.

En una historia contada, siempre habrá un amor prohibido e imperdonable. No es algo que las persona quieran, pero a veces suceden porque no se puede parar, una mujer totalmente desconocida para ella llegó a su vida diciendo que trabajarían y estaría en las buenas y en las malas juntas, con tan solo una mirada de esa misteriosa mujer pudo notar que era el comienzo de una vida totalmente diferente, sería empezar de nuevo.
Así fué, comenzó de nuevo. Cambió su nombre, más no su apellido. Olvidó piezas de su pasado para tener un mejor futuro, la mujer sabía evadir preguntas personales algo que le molestaba, era injusto. Sabía todo de ella, pero Angela no. Solo sabía su lenguaje corporal, eso le molestaba y le fascinaba.

» ¡Eso es!, Angela Ashford, la última de su respetada familia perdía el tiempo enamorándose de su amante, sí. ¡Una completa desconocida! ¿qué ocurría aquí?, lástima, ni ella lo sabía.

» I send a doze, a dead roses.

Resident Evil: Vendetta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora