Suspiró con dramatismo, y confirmé que había conseguido alejar sus pensamientos del tema. Se cruzó de brazos en un gesto indignado.

—¡Fue aburridísima! —resopló, echándose sobre uno de los sillones oscuros—. El tipo no me dio ni siquiera un beso. ¿Puedes creerlo? ¡Es un jodido mojigato!

—Tal vez solo quería ser caballero —sugerí, mientras limpiaba una mesa con un paño en movimientos circulares.

—¿Acaso yo pedí un caballero? Por más que le di señales, el idiota no captó nunca.

Negué con la cabeza, sonriendo, porque no supe qué agregar al respecto. Mi experiencia en el ámbito de las citas, o de los hombres, era bastante escasa. El modelo más cercano que tenía era mi hermano, y no era un muy buen ejemplo.

—Es extraño —continuó ella—, digo, para ser amigo de Tony. Creí que sería más como él.

Mis cejas se juntaron.

—¿Dices que quieres un novio como mi hermano?

Ella dio un respingo al darse cuenta de lo que había dicho, e hizo una mueca.

Dios, claro que no. —Arrugó la nariz, como si la idea le desagradara—. Es solo que pensé que sería... no sé, más divertido, pero es demasiado serio. ¡Tiene modales de viejito! Y no tiene iniciativa para nada, todo se lo tuve que sugerir yo... —suspiró y continuó enlistando los supuestos defectos que en su corta cita le había encontrado al chico, aunque yo no consideré que ser «extremadamente amable» ni ninguna de las otras razones fueran suficientes como para rechazar al muchacho.

—Pues yo creo que estarías muy arrepentida con alguien como Anthony —dije sin pensar—. Hay quien lo está bastante.

—¿Qué? Ah, ¿lo dices por Jessica? ¿Volvieron a terminar? —bufó con tedio—. Siempre lo hacen, y vuelven a las dos semanas. ¿De qué te preocupas?

Torcí el gesto.

—Es que esta vez fue distinto. Nunca habían discutido así.

—¿Y qué si terminan? —preguntó con desaire—. Su drama me tiene aburrida hasta a mí. Tal vez es mejor así.

Bajé la vista al suelo. No estaba del todo segura de eso.

—Anthony quiere a Jess —murmuré.

—Por favor, Amy. No sabes nada del amor. Si la quisiera, no le pondría los cuernos con la primera que ve. Además, yo a ella también la he visto coqueteando con todo el mundo, así que los dos son iguales. —Agitó la mano en el aire en un gesto de desdén—. Ya relájate. Quizá les siente bien separarse... —De pronto, sus ojos se desviaron a lo lejos, y sonrió—. Además, tú tienes tus propios asuntos. —Hizo un movimiento de cabeza hacia alguien a mis espaldas.

Al voltear a ver hacia atrás, me percaté.

Entre las pocas personas que había en la cafetería, solo reconocí a uno. Un segundo después de haber fijado la vista en el chico de cabello castaño, vestido de manera algo formal para alguien de su edad —la misma que yo tenía—, él nos miró y sonrió.

Entrecerré los ojos en dirección a Diana. Ella rio con travesura y se encogió de hombros. Se levantó del sillón, me tomó del brazo y ambas nos acercamos a David, quien, al ver que nos acercábamos, se irguió y pareció tensarse.

—Hola, Dave —dijimos las dos al unísono.

—¿Cómo están, chicas? —replicó él, con ese tono suyo calmado y agradable—. Cuánto tiempo. Las extrañé.

—Nos abandonaste por la estúpida universidad —le reprochó Diana, haciendo un puchero.

Él soltó una ligera risa nerviosa, y después dirigió la vista hacia mí.

PenumbraWhere stories live. Discover now