- Yo creo que le va más liso –le aconsejó su amiga-.

- ¡Vale liso! –contestó Alba y con acto reflejo se enfiló al cuarto de baño a secarse el pelo-.

- Oyeeeeee, que aún no me has contestado, ¿qué pasa si no encajan? –le repitió la pregunta levantando la voz para que la oyera por encima del ruido del secador-.

- Muy fácil, te las presento a ti, y elijes la que más te guste –le contestó ella con una sonrisa pícara-.

- ¿Qué elijaa? ¡Yo me quedo con las dos y montamos un trío, soy malísima para rechazar a la gente! Jajjaja...

Maria se rió a carcajadas, y ella no pudo evitar hacer lo mismo, su amiga era un caso perdido en cuanto a las chicas.

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A las nueve de la noche el tren Pamplona-Madrid llegaba a la estación. Marta se paró frente a la puerta de llegada esperando ver a su amiga, cuando la divisó arrastrando la maleta notó como una sonrisa se ensanchaba en su cara.

- Ohhhhhhhh cariñoooooooooooo.... ¡Qué ganitas tenía de verte! –la abrazó con todas sus ganas, e incluso le dio un ligero beso en la boca a modo de saludo como les era habitual-.

"¿Por qué será que con Marta no tengo esos problemas?... Ainsss, ojalá todo fuera tan fácil como la amistad", se preguntó Natalia.

- Yo también tenía ganas de verte, me moría por ver una cara amiga –le dijo esta-.

- Pues ya la estás viendo, ¿nos vamos? –le preguntó Marta-.

- Cuando quieras, ¿dónde me vas a llevar a cenar? –le preguntó la morena mientras enfilaban hacia el coche-.

- He pensado en pasar por tu hotel primero, lo dejas todo, te duchas y luego cenamos en un italiano que hay cerca de donde quieres ir... el "Dulcinea", ¿no? –le preguntó-.

- Sí, ¿lo encontraste? –le preguntó ella entusiasmada-.

- Sí, no fue fácil, pero sí.  La combinación de transporte no es muy buena, por eso es mejor que Paco y yo te dejemos lo más cerca posible si no te va a costar pillar taxi –Marta se paró para mirarla a los ojos-. ¿Natalia, estás segura que no quieres que te acompañe? ¡Me quedaría más tranquila!

Ella la miró y sonrió para tranquilizarla. Sabía que Marta estaba preocupada por lo que estaba haciendo, pero aquello era lo que le había salvado de una semana de infierno entre papeles.

- No te preocupes, no va a pasar nada, sé lo que hago –le dijo-.

- Ufff... lo dudo, pero como eres una cabezota, paso de discutir, vamos –y con esas palabras volvieron a ponerse en marcha rumbo al coche-.

Aquella noche Natalia estaba dispuesta a volver a ver a Alba, aunque ella aun no lo supiera. En sus llamadas nocturnas le había contado sus planes para aquella noche, y ella había tramado un plan para acudir al local que había mencionado, el "Dulcinea". Con un poco de suerte, quizá pudiera terminar la noche a su lado.

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Eran cerca de las once y media de la noche, cuando Alba llegó con Elena al local. Antes habían estado en su casa seleccionando la ropa para Elena y luego habían ido a cenar juntas con el fin de que se relajara. Aquella mujer estaba hecha un flan, pues era su primera salida nocturna en muchísimo tiempo y ella se sentía en la obligación de facilitarle el proceso. El Dulcinea era un club lésbico muy exclusivo. Las personas que entraban solían ser por enchufe o clientas de toda la vida, cuando Alba llegó hasta la guarda de seguridad que había en la puerta, una sonrisa se dibujó en su rostro.

- Emmaaaa... ¿cómo estás? –le saludó-.

La grande y alta mujer se agachó para saludarla, y sin que Alba opusiera resistencia la levantó en brazos estrujándola como si fuera una muñeca adorable. Elena tenía los ojos abiertos como los búhos, pensaba que aquella mujer la rompería.

Sex education. //Albalia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora