Esta le cogió la mano.

- No voy a decirte eso, no te enfades –le susurró y Daniella volvió a sonreír.

- ¿Entonces, porqué me estás esquivando? –quiso saber Daniella-

- No te esquivo, estoy aquí, ¿no? –le dijo sonriente-.

- Sí, pero yo quiero tenerte aquí –Daniella tomó la mano de la rubia y la condujo a su entrepierna-.

El corazón de Alba empezó a agitarse, Daniella era ardiente y directa, quería retirar su mano de entre aquellos muslos, pero no quería empezar una pelea, así que dejó la mano allí quieta hasta que Daniella aminoró su necesidad.

- Lo siento, lo siento... si no quieres, no quieres, perdona –se disculpó con ella Daniella, estaba claro que si no estaba por la labor, no había nada que hacer, y lo último que quería  era enfadarla-. Es que he tenido una semana horrible.

- Lo siento, ¿el trabajo? –le preguntó como si nada hubiera ocurrido-.

- Sí, apenas me ha dado tiempo ni a distraerme –le dijo Daniella, y la miró dulcemente-. ¡Realmente estás guapísima hoy!

Y era cierto, Alba estaba radiante. La Mari lo achacaba a esas llamaditas telefónicas que tenía con la "buenorra de la moto", en cambio ella se limitaba a contestarle con un "tú estás loca".

- Gracias. ¿Sabes, creo que tengo algo que proponerte? –había ensayado aquello, así que aunque lo dijo sorprendida, tenía un plan con respecto a Daniella-.

- ¿Algo indecente? –sonrió esperanzada Daniella-.

- ¡Es posible!, quiero que mañana te pases por el "Dulcinea" sobre las 00'30h, me guastaría presentarte a alguien –le dijo Alba-.

- ¿Dios, ya vas a empezar con eso? Alba, no necesito que me busques citas -se quejó Daniella-.

- ¡Tú ven! –le exigió firmemente-. Dices que no quieres oírme decir que ya no podemos seguir viéndonos, pero sabes mejor que nadie que no he permitido a otras permanecer conmigo tanto tiempo como a ti, así que va siendo hora de que me hagas caso, mañana a las 00'30 te quiero allí. ¿De acuerdo?

Danielle se acercó peligrosamente a ella.

- ¡Estás super sexy cuando te enfadas! ¿Quieres que vaya? ¡Pues oblígame! –la retó Daniella con ojos chispeantes, quedándose a dos centímetros de su boca-.

Alba la miró sin inmutarse, estaba claro que Daniella quería que la metiera en cintura, sino no habría nada que hablar. La cogió de la mano y tiró de ella hasta el baño. Tras diez minutos muy intensos, Daniella se convirtió en su perrito faldero.

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- ¿Crees que cuajarán? –le preguntó Maria, mientras veía como Alba se ceñía unos vaqueros que le iban como anillo al dedo y un suéter de tirantes azul celeste que dejaba al descubierto sus hombros y parte de su escote-.

- Como una mano a un guante, sino no lo haría, ya me conoces –le dijo esta, y eligió con cuidado el cinturón que llevaría a juego-.

- ¿Pero y si te equivocas? –insistía su amiga-.

Alba se giró hacia ella.

- ¿Qué opinas? –le preguntó sobre su aspecto-.

- ¡Informal y muy sexy! ¡Me gusta! –le dijo su amiga-. ¿Te vas a alisar el pelo?

- No sé, ¿tú qué opinas? A Elena le gusta liso, a Daniella le va a dar igual en cuanto me vea con estos vaqueros -Alba sonrió, porque ya se imaginaba la cara lasciva que iba a poner en cuanto la viera en la pista de baile-.

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