Las cosas no estaban mal. Al menos tenía la esperanza que cuando su celo se presentase, podría quedar esta vez en estado si es que no lo estaba ya. Su esperanza seguía viva, el deseo de dar lo prometido, pues su familia dependía de ello.

Su esposo era bueno, ya lo había mencionado. Su suegra, no tanto.

Era una mujer ambiciosa que poco miraba a verle, la mirada siempre al frente sin tomarle en cuenta. Excepto ese día, uno en el que Robert había tardado en regresar de la empresa, pues debía cerrar un negocio y encargarse de seguir creciendo el patrimonio familiar, del cual su familia igual se nutría.

- Le estoy convenciendo de que te deje- Dijo sin ningún pudor mientras le servía un té que ella misma le pidió. Dejó la tasa algo tembloroso a su lado, viéndola algo preocupado-. Estas maldito. No has podido darle ni un hijo. ¿quién te crees?, estás en mi casa, comiendo mi comida, tomando a mi hijo. Mi bello hijo quien de alguna forma te ha tomado cariño-. Ella negó-. Él no quería esto. Debí hacerle caso. Él no quería unirse a ti. Ahora estoy maldita también con un yerno podrido como tú.

-Voy a darle un hijo. Lo haré- Insistió desesperado. Le miró con los ojos bien abiertos y suplicantes, ella siquiera se la devolvió.

- Ya veremos. Si no llegas a estar en cinta este celo próximo, me aseguraré de que salgas por la puerta principal con tus maletas y sin ni un peso. Mi hijo no perecerá por un pobre miserable como tú. Ya es demasiado bueno aguantando tu inutilidad- Con gracia levantó el rostro, dejándole ahí, quedo, solo y preocupado.

Sabía que la mujer le aborrecia pero no sabía a que grado. Estaba sin rumbo, caminando en la incertidumbre. Las cosas sólo empeoraron con la llamada telefónica de esa tarde, cuando su madre llamó histérica pues habían recibido de igual modo la visita de la señora Bryar, quien con una sonrisa les dijo que o quedaba preñado o les devolvería a la falla omega que le habían prometido, le daría un heredero. Linda Iero sólo le dijo una cosa antes de cortar la llamada: "Arréglalo".

-¿Está todo bien?- Preguntó el rubio al teléfono. Frank apenas podía sostener este, con algo de temblorina en sus manos, los labios bien apretados para que los gemidos llorosos no se le salieran.

-Si- Dijo sin más. El suspiro de Robert le decía que ya sabía algo.

-Te siento, Frank. No lo estás. Quería que tu mismo me dijeras las cosas, pero viéndolo de esa forma parece que no lo harás. Tal vez tengamos que acostarnos largo y tendido todo un día, pedir comida a la habitación y muchos dulces de esos que te gustan. Te abrazaré y acariciaré mucho. Te daré muchos besos si tu me dejas y volveremos a intentarlo. ¿Te parece?- El corazón se le partió ante lo que escuchaba. Sólo pudo asentir, con las lágrimas bajando de su rostro y obligándose a responderle de forma presurosa.

-S-si- Dijo sin mas con la leve felicidad notoria en su voz. Se despidieron, ya que Robert no podría llegar a casa ese día, viajaría por negocios de imprevisto pero prometía estar a primera hora en la mañana con él.

Cuando el sonido de su voz se cortó, no pudo aguantar más. Se ahogaría si no desahogaba el llanto. Notó con aquella llamada, que no quería perderlo. No quería perder a Robert. Una de las muchachas se acercó a él sosteniéndolo ante la desesperación de verlo en tal estado. Lo sostuvo y le ayudó a ponerse de pie. ¿qué haría?, era la cuestión. Sabía muy bien la respuesta. La había estado pensando desde hace ya un tiempo pero jamás se había atrevido a ello pues mantenía la esperanza de poder lograrlo.

- Hoy iré con mis padres. No me esperen- Avisó a la muchacha, ella asintió viéndole enderezarse y caminar hasta la entrada de la casa, tomando su abrigo. Verificó que su billetera estuviera ahí, saliendo de la casa. La noche era joven, algo fría pero distinta. Caminó el largo prado de entrada y llegó hasta la avenida donde esperó paciente un taxi, subiendo y sin mirar, diciendo-: al barrio bajo, por favor-. El hombre no discutió. Sólo condujo.

Smut.., FrerardWhere stories live. Discover now