7- Miradas que queman.

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Alba miró el vestido rojo que sostenía en las manos.

- Ya, pero es la primera cita, no puedo llegar allí diciendo: "Oye mirarme... preguntaros quien soy"... - negó con la cabeza y siguió la búsqueda-. No, no, quiero el negro con hilo plateado, es discreto pero a la vez lo suficientemente sugerente como para que Natalia quede contenta. Además no supo decirme ni su color favorito, lo que me hace pensar que tiene en la cabeza tal embrollo que necesita sencillez. El negro era perfecto, así que busca.

- Vale jefa, tú mandas -continúo la rubia mirando-. ¿Oye, lo sacarías de la bolsa de la tintorería en la que te lo traje, no?

- ¿Lo llevaste a la tintorería? –se giró de pronto Alba-.
- Ya te dije que sí -le confirmó poniendo los ojos en blanco-.
- Mierda.... Espera...

La pequeña salió corriendo por el pasillo, si lo había llevado a la tintorería entonces estaría en el armario del vestíbulo todavía.

- Lo tengo... está aquí –gritó desde el vestíbulo, luego se fue acercando al dormitorio mientras desenfundaba el vestido-. Ufff, menos mal.

Alba lo revisó a la luz de la habitación, y se observó delante del espejo.

- ¡Es perfecto para ella! –sonrió imaginando la cara que pondría Natalia-.

- Coño, y para cualquiera –se quejó la Mari-, pero como no te des prisa no vas a llegar a tiempo.

Y mirando el reloj de su mesita, tuvo que salir corriendo a ducharse mientras su amiga se encargaba de buscarle el resto de complementos.

A las ocho en punto, el BMW de Alba aterrizaba en el aparcamiento del hotel de Natalia. El aparcacoches acudió a abrirle la puerta nada más verla.

- Gracias -le dijo ella con su encantadora sonrisa-.

- Eh... de nada -el muchacho casi tropezó de la impresión, luego se le quedó mirando mientras se perdía en el hall del hotel-.

Cuando alcanzó el ascensor aprovechó que estaba sola para mirarse en el espejo... "Perfecto, creo que le gustaré", se apremió Alba frente al espejo. Cuando alcanzó la septima planta salió del ascensor y se encaminó con paso seguro hasta la habitación 708. El timbre sonó armónicamente, y unos pasos tranquilos se adivinaron tras la puerta antes de abrirse.

- Hola, ¿me estabas esperando? –la saludó la rubia alegremente-.

Natalia apenas pudo responder. Allí, en el quicio de la puerta, Alba estaba insultantemente hermosa enfundada en un vestido negro que se ajustaba perfectamente a las curvas que ella tan bien recordaba. Un ligero bordado de hilo plateado marcaba con relieves símbolos chinos sobre la suave tela y su cabello rubio caía por aquella cara ligeramente maquillada con rizos suaves y brillantes resaltando lo bello de su escote.

- ¿Puedo pasar o prefieres seguir babeando en la puerta? –le dijo con una sonrisa que a Natalia perturbó enormemente-.
- ¡Ay! Perdona... debo parecer idiota... jajaja... pasa, pasa, es que estás.... –se tomó su tiempo, luego miró fijamente a Alba-. ¡Estás impresionante!

La profundidad de sus ojos hicieron que ella se sintiera un poco avergonzada.

- Gracias, me complace ser de tu agrado –le respondió-.

Los segundos en silencio ante su mirada la quemaban de un modo insoportable, así que optó por hablar.

- ¿Y tú? Todavía no estás vestida, ¿necesitas ayuda? –se ofreció para desviar la atención sobre otra cosa que no fuera ella-.

Natalia se miró, aún iba en pijama.

- Oh perdona, no, es sólo que no sabía que ponerme. Prefería esperar hasta saber que llevabas tú para no desentonar, ya sabes –le explicó-. Voy a cambiarme, aunque me lo has puesto realmente difícil.

Alba vio como se apresuraba a buscar en el  armario.

- Venga, no te creo. Con tu cuerpo cualquier cosa estará bien –le dijo desde el salón, pues no quería invadir demasiado la intimidad de la chica sin su consentimiento-.

- ¿Qué te parece esto? –le enseñó un pantalón negro y una camisa blanca bordada de cuello japonés-.

- Me parece que estarás guapísima –le dijo ella con una dulce sonrisa-.

- Bueno, pues decidido. Ahora vuelvo, ponte cómoda.
- Ok

Alba aprovechó su ausencia para salir al balcón de aquella fantástica habitación. Las luces de Madrid prendían con intensidad. Aquella era una noche muy agradable, ni frío ni calor... "Qué nos deparará la noche", se preguntó mirando el cielo estrellado.

- ¡Una cena a cambio de tus pensamientos!

La voz sensual de Natalia interrumpió el silencio de la noche. Ella se volvió a mirarla y lo que vio la dejó extasiada, aquella mujer era una diosa. Sus piernas esbeltas resaltaban bajo la tela y su dulce cintura, ahora enmarcada por un fajín delicado de raso negro, exaltaba la sensualidad del claro contraste de aquella camisa blanca y perfecta en el torso de su portadora. Su negro cabello caía planchado a ambos lados de su cara. "¿Quién coño eres realmente?", se preguntó aturdida.

- Pienso que estás guapísima -dijo finalmente Alba-

- Gracias, entonces estamos empatadas, ¿no te parece? –le dijo sonriendo-.

- Sí, supongo que sí –le devolvió la sonrisa-. Será mejor que me pongas un poco al corriente de tus planes si no quieres que se den cuenta.

- ¿Qué quieres decir? –le preguntó Natalia frunciendo el ceño-.

Alba sonrió ante la ingenuidad de aquella mujer, pero no se burló de ella, no podía.

- ¿Cómo me vas a presentar? ¿Cómo quieres que te trate? ¿Qué es lo que quieres que haga? Necesitamos aclarar ese tipo de cosas antes de ir a la cena, ¿no crees? –le dijo sentándose en una de las butacas de la terraza-.

La morena se le quedó mirando, y decidió sentarse a su lado.

- Esto es más complejo de lo que pensaba, yo nunca me planteo estas cosas. No sé, quiero que seas tú, no quiero presentarte como nada, simplemente eres mi acompañante, ¿no puede ser así de sencillo? –le preguntó-.

- jajajaj... sí, puede serlo, pero he de advertirte que preguntarán –le dijo la rubia sonriendo-.

- Yo nunca doy explicaciones, no creo que se sorprendan si esta noche tampoco las doy –le explicó sinceramente -.

- Como tú quieras, son tus reglas. Por mí no te preocupes, creo que sabré desenvolverme –le aclaró-. ¿Sigues prefiriendo que no te toque?

Natalia la miró con arrepentimiento por no ser de otra forma.

- Si no te importa, prefiero que no, no me siento bien cuando me tocan mujeres que me atraen –le dijo con toda la sinceridad de la que era capaz -.

- ¿Así pues, te atraigo? –sonrió pícaramente Alba, aunque sabía la respuesta en el mismo momento que había visto el brillo en sus ojos-.

Ella se arrepintió de que se le hubieran escapado aquellas palabras.

- ¡Es broma! Tranquila, no tienes que darme explicaciones, sólo necesitaba confirmar que las reglas siguen siendo las mismas –la tranquilizó con una sonrisa-. ¿Nos vamos?

- Sí, claro... llamaré a un taxi.

- Si lo prefieres podemos ir en mi coche, creo que te gustará.

La mirada brillante de Alba la dejó tan intrigada que aceptó sin pensarlo.

- Pues entonces vámonos –dijo, y esperó a que saliera delante de ella para cerrar la puerta de la suite-.

Aquella noche prometía ser al menos peculiar.

Sex education. //Albalia.Where stories live. Discover now