Siempre estaré contigo

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Era una mañana nublada... los pájaros no cantaban, los gatos callejeros no salían de sus escondites y parecía que el viento soplaba con rabia. Iba caminando hacia el instituto con los auriculares de mi móvil puestos. Ya que podía escuchar música con mi móvil, ¿para qué comprarme un reproductor de música carísimo? Siempre la misma rutina... Las clases empezaban, los parpados se me cerraban del sueño que tenía, las horas iban pasando lentamente debido al aburrimiento que sufría, llegaba la hora de comer, me sentaba solo en una mesa y comía tranquilamente, tocaba el timbre, volvíamos a las clases y, después de una espera interminable, podía volver a ponerme mis auriculares, introduciéndome en ése mundo que tanto me gustaba y volver a casa tranquilamente. Ese día algo me sacó del ensimismamiento mientras volvía: alguien me estaba siguiendo. Lo sabía, lo podía notar... podía notar cómo me observaba des de la oscuridad... Apresuré el paso e hice como si no lo hubiese visto. Al llegar a casa dejé la mochila en el suelo, cené rápido y me fui a mi habitación.

La mañana volvía a estar nublada... Una vez listo, cogí la mochila y mi móvil y tomé el camino hacia el instituto. Me puse los cascos, activé el reproductor de música del móvil y solo dejé que mi mente fluyera. Creo que la canción que escuchaba era Sweet dreams de Marilyn Manson. ¡Me encantaba esa canción! De repente, volví a notar alguna cosa rara en el ambiente... una sensación de incomodidad enorme, como si alguien te mirase fijamente... ¿¡Y si volvía a ser el mismo de ayer!? Me giré rápidamente, escrutando cada rincón de aquella calle desierta. No encontré a nadie... ¿Habría sido mi imaginación?

Cuando las clases acabaron, me disponía a irme a casa como cada día, pero fui interceptado por la delegada de clase, quien me dijo que tenía que quedarme a ayudar a preparar no se qué de un festival próximo... Bueno, lo acabaría rápido y me iría a casa...

Se hizo más tarde de lo que pensaba... ¿Tal vez eran ya las diez? Esa delegada... ¡siempre tenía que enredarme para que acabase haciendo cosas que no me importaban en absoluto! Iba a coger los auriculares, pero el ulular de una lechuza me interrumpió. Había sido escalofriante... parecía como si el sonido producido por la lechuza hubiese rasgado el silencio de la noche... Una vez recuperado de mi asombro momentáneo, me dispuse a reanudar la tarea de ponerme otra vez los auriculares, pero volví a ser interrumpido, esta vez por el maullar de un gato. ¡¿Qué demonios les pasaba a los animales esa noche?! No hice más caso y seguí andando... Sin esperármelo, una sombra enorme se puso en mi camino. Lo escalofriante era que no tenía ojos o cualquier cosa que resaltase (al menos que yo pudiese ver) de su cuerpo, salvo una sonrisa blanca enorme, que le llegaba de oreja a oreja, si éste hubiese tenido. Los pelos se me erizaron de golpe y me froté los ojos pensando que me estaban jugando una mala pasada, pero no... ahí seguía inmóvil, sonriéndome... Me di media vuelta preparado para correr, pero cuando me fijé, el "hombre" volvía a estar delante mío. Las luces se apagaron de golpe, una oscuridad absoluta inundó la calle. El corazón empezó a latirme más rápido. Di un manotazo al aire intentando golpear a ese ser, pero el intento fue en vano. Fue entonces cuando lo escuché "Ya eres mío...". Era una voz sibilante... no sabría decir si era un hombre o una mujer, pero aunque lo dijo muy flojo, lo entendí perfectamente. Esta vez sí que corrí presa del pánico. Un sudor frío recorría mi frente, el corazón me iba a mil, creo que había tirado la mochila al correr, pero no me importaba, lo único que quería era huir. Por un momento pude experimentar lo que se sentía al estar ciego... La oscuridad que había inundado la calle al principio, y que me pensaba que habían sido consecuencia del apagón de las farolas, en realidad no era normal... ésta se pegaba a tu cuerpo y no te dejaba ver... ni siquiera podía verme las manos. Intenté chillar, pero la voz no me respondía... ¿¡Qué estaba pasando!? La sonrisa volvió a aparecer delante mío, esta vez más grande que antes... "Ya te había dicho que eras mío, me perteneces..." Esa voz... ¡no salía de la sonrisa que estaba viendo, me lo estaba susurrando directamente en la cabeza! ¿Me estaba volviendo loco? Ya no me importaba, solo quería acabar con todo... "No puedes... siempre estaré contigo...". ¡¡No lo aguantaba más!! De repente, la vista se me aclaró y pude ver un puente. Sí... ¡si me tiraba des de ahí podría matarme y acabaría con esa pesadilla! Una risa impregnada de locura empezó a brotar de mi garganta. Me acerqué hasta la barandilla, me subí a ella y sin pensármelo dos veces, salté al vacío. Me rompí piernas y brazos... tuve una fuerte conmoción en la cabeza y una lesión irreparable de columna...

Cada día durante el resto de mi vida, desde mi silla de ruedas, arrojado a un rincón de una habitación mugrienta de hospital, lo único que pude ver fue oscuridad, acompañada siempre por esa voz que siempre me susurraba... La gente que pasaba delante mío podía ver mi mirada perdida en la nada y una sonrisa que llegaba de oreja a oreja, tan tétrica que se alejaban. Los médicos pudieron haber salvado mi vida, pero habían condenado mi alma.

"Serás mío hasta el fin de tus días...".

Terror a media nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora