Bestiario: Arcetipus [Parte 1]

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*Zzzziing* Gerafel enfundó su blaster-sable en su cinto. El blaster-sable había sido la revolución armamentística: permitía desintegrar cualquier objetivo a media distancia y defenderse cuerpo a cuerpo si era necesario; otra ventaja era su ligereza. Los materiales de los cuales estaba fabricado eran resistentes, procedentes de un planeta cercano, y a la vez ligeros. Los Ignoítas habían compartido sus recursos con los Terranos a regañadientes. Ellos utilizaban el Orgen como material de construcción y para rituales religiosos. Los Ignoítas no poseían una tecnología muy avanzada, pero sí los recursos que los Terranos tanto necesitaban.

Gerafel se pasó la mano por el pelo. Sudaba a mares. Era un caluroso día de verano, y en el Hangar, entre los motores de las naves y toda la gente que se acumulaba, hacían que el aire fuera irrespirable. Gerafel se agachó para coger la última caja que debía cargar en la nave. En ella iban varias redes magneto-electrícas, varios blasters-sables, un par de granadas K2 y linternas R8. Le esperaba un viaje, con su amada tripulación, de 10 días convencionales (gracias a Dios disponían del Ritmo Astral: rápido pero costoso) antes de llegar a Surkval, planeta poco explorado, con una única base principal intergaláctica. Entonces, ¿por qué ir hasta allí si todo iban a ser molestias? Simple: por dinero. Un estrafalario coleccionista le había pedido que le trajera un ejemplar de Arcetipus. Un maldito Arcetipus, una bestia muy parecida a las ratas, pero más grandes, más feas y más peligrosas. ¿Y por qué no capturar alguna de las miles que habitaban en la Tierra? Porque habían cambiado, se habían vuelto más primitivas. Según el coleccionista, los Arcetipus, al llegar a la Tierra habían vuelto a sus costumbres primigenias, adaptándose al ambiente, pareciéndose más a las ratas comunes, y eso era algo que el coleccionista no podía tolerar. Él quería un ejemplar puro, sin mutaciones producidas por el cambio de ambiente. En una situación normal habría declinado la oferta, ahorrándole a él y a su tripulación una misión poco agradable; la diferencia era que el coleccionista estaba dispuesto a pagar una cantidad desorbitada por el ejemplar, así que el corazón bondadoso de Gerafel no pudo decir que no.

Kiliam, jefe de máquinas, mecánico y chapucero de la nave, acababa de revisar los últimos elementos de la nave antes de partir, mientras Nöelle revisaba los mapas y las trayectorias que seguiría la nave. Luego estaba Kirneck, piloto de la nave, escuchando a Nöelle y discutiendo rutas alternativas y posibles contratiempos. Por último, los hermanos mercenarios Nacht y Schon, revisaban las armas. Eran dos hombres fornidos, de origen Africano, silenciosos y poco habladores, pero muy eficientes y leales. Éste último punto era compartido por la tripulación.

-Bueno chicos, abrocharos los cinturones, en breve despegaremos. Ya sabéis como va ésto. -dijo Gerafel.

Un murmullo por parte de la tripulación le dio a entender que ya conocían la cantinela de sobras. Kirneck pulsó una serie de botones y accionó algunos interruptores, haciendo que la nave zumbara como un abejorro inmenso. Los dos reactores laterales cambiaron de posición; la nave giró 180 grados, encarándose a la salida del Hangar. Otras naves habían solicitado despegar antes que la suya así que tuvieron que esperar pacientemente diez minutos antes que el operador en la Torre de Mando les diera luz verde.  A través de los altavoces de la nave una voz mezclada con estática les comunicó "Es su turno. Capitán puede ordenar a su nave que despegue a través de la tercera Puerta Galáctica.". Gerafel miró a Kirneck y éste inclinó unas palancas que hicieron que la nave empezara a desplazarse. Accionó otros botones e hizo que los reactores laterales se pusieran en posición de eyección, mientras tanto, los motores de cola se calentaban a un ritmo frenético, preparados para la orden de propulsión que los haría entrar en Ritmo Astral. Kirneck inclinó más las palancas y la nave tomó velocidad suficiente como para poder empezar a elevarse. Su nave era un modelo relativamente antiguo, así que no tenía el mejor sistema de aislamiento de movimiento ni aislamiento sonoro. Por esa razón la tripulación llevaba una goma especial en los oídos y se sujetaban fuertemente a sus asientos con unos resistentes cinturones. Un par de pitidos avisaron a los tripulantes que en breves entrarían en Ritmo Astral. El Ritmo Astral había sido uno de los mayores avances tecnológicos en la exploración espacial: permitía a la nave crear una especie de canal entre el punto A y el B, por el cual se podía desplazar a una velocidad desorbitante, recorriendo distancias inimaginables en apenas segundos.

La nave activó finalmente los motores de cola. La sensación de espacio y tiempo se desvaneció por un instante, y ante ellos apareció Surkval. Los viajes en Ritmo Astral solían dejar a más de uno con mal cuerpo durante un rato, pero a ellos, una tripulación curtida en su oficio, solo les produjo ligeras náuseas.

Surkval brillaba con su luz apagada tan característica.

El aterrizaje fue sin problemas, al igual que el desembarque. Cogieron todos los instrumentos y armas que creyeron pertinentes y pusieron rumbo a la captura del Arcetipus.

Terror a media nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora