Fábula de un ciclo

307 38 22
                                    

Mucho tiempo atrás, el Día y la Noche eran uno sólo. No eran amantes, ni hermanos como en las leyendas, sino dos entes que coexistían por su bien. El Día necesitaba a la Noche para poder vivir, y ella lo necesitaba a él.

Pasaron eones juntos, conformándose con existir... pero la Noche empezaba a cansarse. Quería poder. Las estrellas le empezaron a susurrar, y la locura empezó a calar en su mente. La Noche creía haber encontrado la forma de separarse del Día, las estrellas se lo habían contado.

Sus achaques de locura empezaron a acentuarse, y con ellos el plan que urdía se perfeccionaba. No podía aguantar el sonreír. Y no se privaba de ello. Sonreía tan ampliamente que la oscuridad debía apartarse de ella.

El Día llamó a Nébula, preocupado, temiendo que su vida corriese algún tipo de riesgo. Últimamente la Noche se había estado comportando de forma muy rara. Nébula lo tranquilizó y le pasó una mano por la espalda: "Tranquilo". Un calor le inundó el cuerpo, y de él empezaron a manar llamas. El Día se sentía radiante, y más poderoso que nunca. Cegado por el gran poder que había adquirido recientemente, su mente empezó a torcerse, y las estrellas no quisieron desaprovechar la oportunidad. Al igual que habían hecho con la Noche, carcomieron la cordura del Día.

Cuando Tiempo lo dictaminó, su destino quedó sellado: debían luchar a muerte. Nébula, turbada por el cauce que estaban tomando las vidas de Día y Noche, se sintió, en parte, culpable, por ello lloró y rezó con todas sus fuerzas a Galaxia.

-¿Por qué ha de ser así? ¿Por qué uno de ellos ha de morir? Es mi culpa que Día haya perdido la cabeza, al rozarle con mi palma le transmití un poder con el cual no pudo cargar.

Pero Galaxia no contestó... En su lugar, el Vacío, que moraba en las profundidades, oyó el llanto.

-¿Qué te pasa dulce Nébula?- dijo con su voz profunda.- ¿Hay algo que te preocupa?

-¿A caso no has oído mis plegarias? ¡El Día y la Noche morirán si no hacemos nada!

-Tranquila, pequeña. Yo puedo salvarlos.

-¡No quiero escuchar tus sucios métodos!

-No seas irracional. Tú misma rezabas por salvarlos, ¿y ahora repudias mi ayuda?

Nébula se quedó callada, dubitativa.

-¿Cómo los salvarías, Vacío?

Vacío sonrió.

-El cómo es lo de menos.

Y mientras Vacío pronunciaba las últimas palabras se desvanecía con una carcajada.

Paso una eternidad, o tal vez un día... Tiempo era absoluto y hacía que la percepción de sus existencias fuera algo relativo. Pero llegó.

La Noche había conjurado a fuerzas mayores para acabar con Día. Un halo oscuro la envolvía. Por su parte, Día había invocado a seres de la Luz para defenderse. Ahora se encontraban cara a cara, con sus dos ejércitos formando a sus espaldas.

-Veo que no eres tan idiota como me pensaba... -dijo la Noche con un tono petulante.

-No escucharé tus impertinencias. Perdiste la cordura y ahora es mi deber acabar contigo.

-No había cordura que perder... tú ya me la habías arrebatado.

El Día no contestó, sólo alzó su espada de luz y bramó un grito de carga.

La Noche alzó los brazos y sus tropas oscuras marcharon al unísono.

Pero en el momento en el que las dos fuerzas iban a chocar, un manto más denso que la oscuridad los envolvió.

-¿Es alguna treta tuya, Noche?

-¡Más bien es alguna de tus artimañas!

Una risa profunda les erizó a los dos la piel.

-Cu-cut -dijo imitando a un búho-. Nébula me ha pedido por favor que pare este conflicto... Y aquí estoy.

-No hay nada que parar -dijo el Día con convicción.

-Por primera vez concuerdo con Día... Aquí no pintas nada.

-Oh... pequeñas criaturas -recitó con voz melodiosa. -Tendréis el privilegio de ver el poder del Vacío.

El Vacío extendió un manto de nada alrededor de las tropas de los dos ejércitos, acercándose a gran velocidad a sus capitanes. Nada lo absorbía todo... sin dejar gritos a su paso, ni tristeza, ni una emoción siquiera. Sólo restaba el Vacío. Cuando sólo quedaron el Día y la Noche los empezó a envolver con más delicadeza, y no los absorbió a ellos, sino a parte de su existencia, su conexión.

Pero la libertad no era gratuita... Se debía pagar un precio, y ése eran unas nuevas cadenas. Ató al Día a una roca en llamas, para que sufriera para toda la eternidad y sus llamas no pudieran ni vislumbrarse. Y a la Noche la ancló a la piedra más fría que encontró, desprovista de toda vida; pero la acercó a las estrellas para que no se sintiera sola y escuchara sus cuchicheos tanto como quisiera.

Y fue así cómo el Vacío, de su sufrimiento, intentaba llenar su apetito... pero nada lo saciaba salvo, tal vez, los llantos tan hermosos de Nébula.

Y si miras al cielo los puedes ver: al llamado Sol dónde Día sigue su tormento; y la Luna dónde la locura de Noche empeora sin cesar. Y si te fijas... algunos días sonríe.

Terror a media nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora