2- Mundos opuestos.

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- Mierda, somos un par de blandengues. Ella se liga todo lo que se mueve, y nosotras sólo vivimos para el trabajo –dijo-.
- jajaja... sinceramente, lo último que me apetece en mi día libre es tener una relación sexual y mucho menos sentimental con alguien –le dijo Alba-.
- Pues tú también necesitas un romance, nunca he entendido porque aún no te has retirado -dijo Vicky mientras terminaba de servir un par de copas-. Coño es más, no sé ni siquiera porqué empezaste a trabajar en eso.
- Sí lo sabes, pero no quieres entenderlo, de todas formas me gusta lo que hago así que dejémoslo, please.

Alba permaneció observando el revuelo que había creado Maria en la pista, y como siempre tras unos cuantos magreos entre baile y baile, y una par de escenas subidas de tono en un rincón oscuro del pequeño local, terminó por pedirles ayuda para no terminar atada toda la noche. Tras finalizar el turno de Vicky, decidieron terminar la noche tomando la última copa en otra parte.
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Natalia salió de la fiesta sin dar explicaciones ni excusas.

-      Señorita Lacunza, ¿quiere que le acerque a su hotel? –Capde, el chófer de sus padres se acercó hasta ella para ofrecer sus servicios-.
-      ¡Oh, Capde! -Natalia relajó su expresión, pues a aquel hombre le profesaba afecto desde niña-. No hace falta, prefiero ir yo sola, necesito que me de el aire.

No quería compañía, sólo quería despejar su cabeza y sobretodo airear la desagradable excitación que aún sentía.

-      Perdone señorita Lacunza, ¿le molestaría que le ofreciera las llaves de un automóvil? –le propuso el señalándole un Mercedes descapotable que sin duda tenía que ser la última adquisición de su padre-.
-      ¿Te lo ha dicho mi padre? –preguntó con el ceño fruncido, le molestaba enormemente que controlaran por adelantado hasta sus pequeños impulsos de huida-.
-      El señor sólo me dejó las llaves por si las necesitaba –respondió Capde-.
-      En ese caso no, no las necesito gracias, cogeré un taxi –le dijo ella-.

Antes de que se pudiera dar cuenta Capde sacó de su bolsillo un llavero conocido. A Natalia se le iluminó tanto la cara como a él .

-      ¡Pensé que diría eso! Así que encargué traer a su pequeña -le dijo dándole las llaves-.
-      ¡Eres el mejor! –Natalia besó al chófer en la mejilla y busco alrededor hasta encontrarla-. ¡Te debo una!

Cuando la vio tras la limusina, los ojos se le encendieron como el fuego. Su Harley Heritage Softail Classic color azul cielo recién encerada, la esperaba dispuesta y con el depósito lleno para acallar sus inquietudes. Cuando se subió a aquella belleza e hizo rugir el motor, la potencia de la maquina entre sus piernas la hizo sonreír como pocas cosas ya lo conseguían. Se puso el casco de visera opaca y salió del aparcamiento a gran velocidad. ¡La ciudad era suya!

Durante horas la única preocupación de Natalia fue quemar y quemar asfalto. Hacía tiempo que no estaba en Madrid así que callejeó, curioseó, y simplemente se dejó llevar por la agradable sensación del aire fresco de la noche golpeando su cuerpo a gran velocidad. Eran cerca de las dos de la mañana cuando se dio cuenta de que se había perdido distraída por el ambiente de la calle.

Dio un vistazo por las manzanas más próximas, pero no le sonaba ningún nombre. Divisó a lo lejos una zona cargada de grandes neones y se aproximó a gran velocidad, parecía la única que albergaba aún algo de gente y pensó que sería alguna zona de pubs donde la pudieran orientar. De pronto alguien se cruzó sin mirar. Ella frenó con fuerza derrapando para no pisar a la imbécil que se había arrojado a la carretera. Las ruedas resbalaron y le costó un buen golpe de manillar y un susto de muerte. Por suerte para las dos, había realizado varios cursos de conducción de urgencia y no pasó nada. La gente se volvió para ver lo que pasaba y antes de que pudiera reaccionar empezó a recibir un aluvión de gritos

Sex education. //Albalia.Where stories live. Discover now