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- ¿Qué te dije, YoonGi?
El ceño fruncido de JeonGguk resaltaba su enojo, YoonGi solamente podía mirar al suelo, incapaz de atreverse a encarar al hombre.
- ¡Dime que te dije!
La gruesa voz resonó en el lujoso apartamento y el más bajo se encogió en su lugar, sus ojitos empezaban a llenarse de lágrimas y estaba temblando.
- D-dijiste que... n-no afilara mis garras en el s-sofá.
Como pudo, le dijo a JeonGguk que era lo que le había recalcado. Pero, ah, era un gatito, le gustaba afilar sus hermosas garras. Claro que antes de hacerlo—ni cuando lo estaba ya haciendo— pensó en las marcas que se quedarían en el cuero de ese costoso sofá negro.
JeonGguk suspiró, él era un hombre muy explosivo, y el gatito había hecho mal, pero el ver las lágrimas resbalar por esas lindas mejillas y la naricita del pálido tornarse de un rosadito muy lindo, estaba comenzando a hacerle pensar en abandonar su firmeza, abrazar el menudito cuerpo y decirle que estaba bien.
Sólo por esta vez.
Sus musculosos brazos rodearon el frágil pequeño cuerpo del pálido y lo estrujó contra su pecho.
- L-lo siento... N-no lo volveré a hacer..
- Shh, está bien, pequeño.. Perdón por gritarte.
- N-no, no te preocupes.. Ggukie, ¿Siempre estarás conmigo?
La pregunta le había tomado de sorpresa, y sinceramente, no sabía a que iba lo que le había preguntado, pero aún así respondió.
- Claro que sí, los amigos siempre estarán juntos.
Y YoonGi sintió que su corazoncito se estrujó con algo de dolor.
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