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Alfie se enorgullecía del hecho de que estaba tratando de controlar su temperamento

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Alfie se enorgullecía del hecho de que estaba tratando de controlar su temperamento. No tuvo mucho éxito, pero al menos lo intentó. Cuando se trataba de castigos, hizo todo lo posible para mantenerlo fuera de la vista de Louise. Sería testigo ocasional de golpes de revés o bastón en las rodillas, pero eso era todo. Sus tratos en la panadería eran puramente administrativos.

La penumbra y la sangre nunca la involucraron. Desafortunadamente, las cosas estaban llegando a un punto de ebullición.

Los italianos sospechaban de la relación de Tommy con los rusos, así como de la disputa de los Peaky Blinders con los Changrettas. Entonces, Sabini se acercó a Alfie, tratando de enterrar el hacha una vez más y, con suerte, recuperar la alianza en caso de que los Shelby hicieran un movimiento. Alfie no estaba de humor, pero decidió que podría ser útil escuchar al menos a Darby.

—Una última cosa, Tommy llamó por algo. Dice que es urgente. Supongo que quiere vernos tan pronto como puedas.

Louise siguió con Alfie, su brazo unido al de él.

—Dije que tal vez podrías reunirte con él mañana por la mañana.

Ella le entregó la nota como recordatorio.

—Bien—Alfie guardó el papel en su bolsillo—. Lo llamaré más tarde esta noche.

Se detuvo a medio camino por el pasillo del sótano y se volvió hacia ella.

—Eres la jodidamente mejor, ¿lo sabes?

Sus ojos se arrugaron con una sonrisa, adoración en su mirada.

—¿Por contestar el teléfono?

Louise bromeó con una sonrisa tímida. Se acercó a él y le alisó la camisa blanca holgada.

—No, solo por todo—murmuró y la besó en la frente—. Me encanta tenerte por aquí.

Su pulgar rozó su mejilla. El breve y tierno toque envió escalofríos por la espalda de Louise.

—Alfie.

La voz de Ollie llegó desde el fondo del pasillo. Un grupo de hombres lo seguía. Louise nunca había conocido a Darby Sabini simplemente porque Alfie la mantenía alejada de cualquier reunión con él. Sin embargo, no tenía poder sobre lo que sucedería.

—Alfie—saludó un hombre con bigote mientras se acercaba—. Me alegro de que hayas aceptado sentarte conmigo. Te he echado de menos, viejo amigo.

Louise podía sentir a Alfie tensarse a su lado.

—Lou, sube las escaleras.

Él le murmuró. Abrió la boca para hablar, pero los italianos bloquearon la única salida a las escaleras. Así que no tuvo más remedio que permanecer cerca de él.

—Y está debe ser la secretaria que me has estado ocultando. He oído sobre lo protector que es contigo.

Sabini la saludó con el sombrero.

𝐁𝐔𝐑𝐍𝐄𝐃 ━ ALFIE SOLOMONSWhere stories live. Discover now