Tu debilidad

84 12 2
                                    

Sábado, 5 de enero, 2019

Verte llorar ha sido una de las cosas más duras y difíciles que he visto en mi vida. Todos tenían razón cuando decían que yo era tu punto débil, tu talón de Aquiles, tu sonrisa, tu pequeña niña traviesa, tu princesa, tu abogado, tu soldado y tu escudo.

Cuando estaba escondida en el baño, esperando a que llegaras, sentí lo que tú sentiste muchas veces cuando venías a darme las sorpresas a mi.

Sentí como mi corazón latía cada vez más fuerte con cada uno de tus pasos. Como mi respiración se desequilibraba y se hacía cada vez más pesada mientras intentaba controlarla para que no la escucharas. Como mis manos comenzaban a sudar y mis pies a temblar. Como era incapaz de controlar la temperatura de mi cuerpo. Sentía mis ojos secarse solo para no demostrar cobardía y rechazo ante ti. Como mi mandíbula se apretaba y mis manos, ya sudorosas, se cerraban en puños provocando que mis uñas se clavaran en mis palmas.

Sentía eso. Eso, y mucho más. Sentía que te quería agarrar y no soltar por horas, o años, tal vez.

Entonces preguntaste. Nada más entrar, preguntaste por mi. El techo de cristal cayó sobre mi cabeza. Ese techo de seguridad fingida cayó, sobre mí, como una torpe hoja que cae de un árbol en otoño.

Todas dijeron que no. Que no estaba. Que me había ido. Que dijeron que no querías verme. No te lo creíste y una risa nerviosa salió de tu garganta.

Pero tú. Tú, conocías mi escondite. Sabías perfectamente dónde me encontraba porque ya tú lo habías hecho antes conmigo. Preguntaste y te dijeron que no. Sonreías pero seguías sin creerles. Algo en ti, en lo más profundo de tu interior, no quería creerlo.

Diste media vuelta. Abriste lentamente la puerta la puerta del baño como si fueses un niño pequeño que ha descubierto donde sus padres esconden los regalos. Y allí estaba yo, callada, como siempre. Regalándote una sonrisa sincera de comprensión. De amor. Con un 'te he echado de menos' escondido tras ella.

Me abrazaste. Me abrazaste, como siempre, pero como si no lo hubieses hecho nunca. Otra risa nerviosa salió de tu garganta. Y tras cinco meses de lágrimas guardadas. De lágrimas ocultas. Consegui(ste) llorar y sacarlas todas.

No me soltabas. Te aferraste a mí como un pirata a su tesoro. Te limpiaste las lágrimas con tu camisa negra de manga larga y salimos del baño, agarradas de la mano. Nos sentamos en los pequeños sofás negros. Una frente a la otra. Mientras todas te animaban a llorar porque bastante habías sufrido ya.

Yo permanecía en silencio. Te miraba para guardar todos tus detalles en mi cerebro. Porque en mi corazón ya te tenía.

Cuando te calmaste un poco, todas me miraron asombradas pero en silencio. Había conseguido algo que nadie había podido. ¿Cómo podías llorar conmigo y no eras capaz de hacerlo con tu madre? Simple. Ya lo sabemos. Yo era tu debilidad.

Y allí estábamos. Allí seguíamos las cinco. Intentando comprender un poco más el por qué. Pero a mí ya no me importa eso. Solo me importas tú y que no lo vuelvas a hacer.

Los errores se cometen pero no se repiten. O, al menos, no debería.

Hablamos. Hablamos de muchas cosas. Pero también callamos. Permanecimos en silencio durante algunos momentos. Silencios cómodos, familiares, sin tensiones ni temores, con confianza y serenidad.

Hasta que llegó la hora de despedirse. Besos, abrazos y un "pronto estaré en casa. Recuerda la carta: 'cuando menos te lo esperes. Cuando menos lo recuerdes.'"

Te despediste de mí cinco veces. Creo que fue una por cada vez que no pudiste hacerlo antes.

Saliste por la puerta cómo quién va a comprar el pan y luego volverá. Pero no fue así, minutos después, nos fuimos nosotras también.

Según ellas, todas tus parejas me envidian. Y no sé por qué. No sé qué tengo yo para envidiar. Porque, ahora mismo, ni siquiera te tengo a ti.

Pero te tendré. Eso te lo aseguro. Porque eres, y siempre serás, mi preferida.

Catia C.🖤

Cartas al Futuro.Where stories live. Discover now