Monopatín

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Martes, 10 Julio 2018. 18:28h

Aquí estoy, sentada en una plaza, viendo como un hombre de no más de 45 años vino con su hija de no más de 12. Ambos, cada uno con un monopatín. El del padre más grande de color amarillo y el de la niña de tamaño infantil y rosa. Vienen caminando cada uno con su monopatín en la mano. Miran a ambos lados con cuidado de que no venga nadie, coloca cada uno su monopatín en el suelo, ponen un pie en él y se recorren toda la plaza montados en él. Se los ve felices. Sonríen. Y juegan en él. Me recuerdan a mí. A mi padre y a mí. Solíamos jugar los dos. Pocas eran las veces que salíamos a la calle a jugar, casi siempre era en casa, pero cuando lo hacíamos nos lo pasábamos bien. No jugábamos mucho en la calle porque cada vez que salía yo llegaba con una herida nueva... Nunca monté en monopatín de pequeña. Lo hice un poco más mayor, recuerdo ese día porque me caí, mi hermano me volvía loca para que aprendiese con uno que él tenía. Lo intenté. Él se recorría toda la ciudad patinando mientras yo intentaba ir a su ritmo caminando. Él llegó a casa antes que yo, queriendo tirarse por una cuesta mientras yo iba de camino. Casi no lo veo y me lleva por delante. Él gritaba de la emoción. Y yo del terror. Pero quien más sufrió ese día fui yo. Me convenció para que yo también lo hiciera... y mi rodilla salió lastimada. Pero me lo pasaba en grande. Hoy, adoro ver a los niños contentos y riendo porque sé que yo, de pequeña, también lo fui. Y ver esos pequeños momentos que ellos comparten con sus familias me hacen recordar a mí. Porque ya lo he dicho: cuando algo nos emociona... no es lo que vemos o escuchamos... tan solo es lo que nos recuerda de nuestro pasado.

Catia C.🖤

Cartas al Futuro.Where stories live. Discover now