Capítulo 32. «No me dejes»

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«No me dejes»

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Querida, Helen.

Esta tarde escuché una discusión entre nuestros hijos. Oliver le decía a Emma que no era lo suficientemente grande para escalar uno de los árboles más altos del bosque, (nuestro árbol), y ella le respondía que la grandeza es un estado mental.

Como podrás suponerlo, no pude evitar echarme a reír. Es evidente que esa genialidad la ha heredado de ti.

Me pregunto de quién habrá heredado la terquedad.

Con cariño, R. J.

🌴🌴🌴

OLIVER

—Todas las cartas son iguales a esta —anuncia Emma, abriendo un sobre tras otro—. Todas son para mi madre y en todas él le habla de nosotros.

—Pero nunca se las envió. ¿Lo ves? —Señalo el resto de los sobres—. Todos sellados.

—¿Por qué no se las envió?

—¿Por qué escribía cartas para tu madre? En primer lugar. —Me dejo caer contra la pared a mi espalda, cerrando los ojos por un par de segundos—. No entiendo nada.

—Al parecer, comenzó a escribirlas el verano de mi nacimiento. Mira. —Me enseña la parte posterior de uno de los sobres antes de abrirlo y comenzar a leer:

«Querida, Helen. Hoy es un día especial. Oliver estaba con Anny, comiendo de sus galletas (como siempre), cuando Eric llegó con tu hija de visita. Lo vi bajando de su auto a través de mi ventana. Mientras lo observaba sacar del asiento trasero la silla portabebés, pensé en lo bien que al muy cabrón le sentaba eso de ser papá. Es un hombre realmente afortunado, y habría bajado a felicitarlo por ello si no me hubiera acordado de lo mucho que sigue odiándome. Oliver regresó una hora después, preguntándome por qué la nieta de la vecina tenía el cabello color «zanahoria». Le dije que eso se debía a que era igual al de su madre. Quiso saber entonces si los ojos de la pequeña también eran como los tuyos. Yo me descubrí deseando que lo fueran. Con cariño, R. J.»

—Mis ojos no son verdes —anuncia Emma cuando suelta la carta—. Y mi pelo no es color «zanahoria», idiota. Es castaño rojizo.

—Tenía cuatro años cuando lo dije. —«Pero lo es»—. Ni siquiera recuerdo cuando lo dije.

—Y al parecer tu padre no quería que estos momentos se perdieran con el pasar de los años, ¿no crees? Quizás por eso escribía las cartas. Para atesorar momentos que ninguno de nosotros alcanzaríamos a recordar.

—De ser así, ¿por qué las cartas están dirigidas a tu madre? —inquiero—. Da la impresión de que solo quería contarle cosas que ella por sí misma no podía presenciar cuando tú estabas aquí.

—Ahora que lo pienso, mamá siempre tenía una excusa para no acercarse a casa de Anny durante el verano.

—Siempre era tu padre quien te traía —recuerdo.

—Y ella siempre se excusaba con cosas del trabajo, pero luego... cuando el verano llegaba a su fin..., cuando ustedes se iban, mamá venía a ver a Anny prácticamente a diario.

—Lo estaba evitando —digo porque es evidente—. Ella no se acercaba cuando Richard estaba en casa y él le escribía cartas que nunca le hacía llegar. Según Anny, ambos habían sido amigos toda la vida, pero en ese punto, cuando tu naciste, ¿cuánto tiempo hacía que se había acabado esa «amistad»?

EUREKA / Un Verano para Encontrarte  [YA EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora