Capítulo 18. «Un culebrón de pueblo... y un par de corazones rotos»

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«Un culebrón de pueblo... y un par de corazones rotos»

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OLIVER

Alcanzo a Emma en el jardín frontal de la casa al tiempo que un Mustang negro se aleja a toda velocidad por la calle, doblando en la esquina con un rechinar de neumáticos.

La música de la fiesta sigue inundando el ambiente, aunque mucho más amortiguada que desde el jardín interior.

Ella saca el móvil del bolsillo de su falda y comienza a marcar lo que estoy seguro que es el número de su ex, murmurando un «Contesta, contesta, contesta» por lo bajo.

Camino hasta ella y coloco una mano sobre su hombro.

—Déjalo, Emma. No te va a contestar.

—No me toques. —Se sacude mi mano como si le quemara. Luego se da media vuelta para mirarme con los ojos llenos de rabia—. Todo esto es culpa tuya, Oliver, si no hubieras...

—¿Se yo no hubiera hecho qué, Emma? ¿Provocarte? ¿Obligarte a que me besaras? Porque hasta donde yo recuerdo tú no pusiste mucha resistencia, y lo disfrutaste bastante, además.

—Eres un imbécil —me espeta empujando mi pecho—. Y un egoísta.

—¿Egoísta por qué? ¿Por no querer compartirte con él?

—Te da igual, ¿verdad? Que las personas sufran de da exactamente igual. ¿Es que no ves que acabo de hacerle daño a la única persona que...?

—¿Te quiere? —completo con un tono hilarante—. ¿Y qué hay de lo que tú quieres, Emma?

—Lo único que quiero es no hacerle daño a las personas que son importantes para mí —dice, pero el brillo en sus ojos me advierte de todas las cosas que se esconden bajo esas palabras—. Y eso es precisamente lo que acabo de hacer.

Sus ojos se mueven hacia el lugar por donde el Mustang ha desaparecido, negando sutilmente con la cabeza. Yo aprovecho que ha bajado la guardia para dar un paso más cerca de ella.

—Tranquila. —Le coloco un mechón rojizo de pelo tras la oreja. El sombrero que antes se encontraba sobre su cabeza habrá de haberse caído mientras mi lengua realizaba una expedición en el interior de su boca, y, aun así, sigue luciendo igual de mágica.—. Puede que ahora mismo tu ex novio se sienta dolido. Pero ya se le pasará.

—¿Tú qué sabes? —inquiere, y todo su pesar trasmuta nuevamente en oleadas de ira que parecen tomar fuerza con el alcohol que corre en sus venas—. ¿Qué puedes saber tú de lo que duele un corazón roto?

—Tienes razón, no tengo ni puta idea —acepto sin inmutarme—. Pero estoy seguro de que se debe ser un completo masoquista para no superarlo.

—¿Superarlo? —Bufa ella—. ¿Te crees que eso es tan fácil como el chasquido de los dedos de Thanos? ¡De pronto todo desaparece y ya está!

—No digo que sea así de fácil, pero tu ex debería comenzar a hacer el esfuerzo por superarte de la misma forma en la que lo has superado tú a él.

—¿Y a ti quien te dijo que yo ya lo superé?

—Por favor, Emma. No intentes engañarme después de lo que acaba de pasar entre nosotros.

—Nada —dice con la mandíbula tensa—. Entre tú y yo no ha pasado absolutamente nada.

—Ah, ¿no? —En un movimiento rápido acorto la distancia y rodeo su cintura—. Porque yo recuerdo algo muy diferente.

EUREKA / Un Verano para Encontrarte  [YA EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora