El último paso era la peluca. Su madre se dio el tiempo de hacerle un peinado trenzado y ondular el cabello antes de colocársela. Jimin la ayuda y luego de un par de minutos más ya tenía su disfraz completo y se había convertido en la versión más feliz de sí mismo.

— ¿Cómo me veo, mami? —Le preguntó y la mujer le sonríe.

— Como el niño más lindo de este mundo, Jiminnie.

Y Jimin se sentía igual.

Toman el auto y comienza el trayecto al Festival. Jimin va mirando todo el tiempo por la ventana, perdido en el paisaje de los arboles. Estaba demasiado feliz. Ya tiene todo un itinerario armado en su cabeza sobre las cosas que hará cuando llegue allí, los juegos a los que se subiría y toda la comida que probaría. Lo que más deseaba era que las demás personas le vieran con su vestido. Quería recibir elogios y hasta que le agarraran las mejillas, a ese nivel llegaba su excitación.

Cuando llegan al Festival prácticamente Jimin se baja corriendo del auto y comienza a apurar a su madre para que entren.

— ¡Vamos, vamos! ¡Ya ha comenzado!

Frente a el estaba la entrada en forma de arco decorada con serpentinas y luces de colores que daba la bienvenida al Festival de primavera. Apenas pagaron sus boletos salió corriendo hacia dentro, seguido por la señora Park de cerca. Era temprano, pero ya estaba lleno de niños que llevaban disfraces de todo tipo. Desde animales hasta superheroes. También pudo divisar la ansiada fila de puestos de comida y al final de todo se encontraban juegos como un castillo inflable gigante, el carrusel y una rueda de la fortuna. Era mucho para los ojos de Jimin y ya no sabía por donde empezar.

— ¿Qué tal si primero vamos por unas manzanas acarameladas? —Pregunta su madre y Jimin asiente.

— ¡Sí, por favor!

Así pasaron el rato en el festival, comiendo y jugando en las diversas atracciones. Jimin estaba en un punto culmine de felicidad. Se sentía tan libre que por el se quedaría a vivir en el Festival por siempre y no volvería a casa donde su padre le obligaba a usar ropa que nunca le gustó. Allí era feliz, allí podía ser la princesa que siempre soñó.

Hubo un momento en el que su madre necesito ir al baño así que se acercaron a la zona de niños donde habían personas haciéndose cargo de lo que parecía ser una guardería.

— No te muevas de aquí, Jiminnie —dice su madre—. Vuelvo enseguida, ¿sí?

Jimin asiente y ve como su madre se marcha.

En donde estaban habían varios niños más esperando a sus padres, así que pronto Jimin se vio a si mismo revoloteando esperando poder hacer algún amigo ya que nunca había tenido uno. Pidió jugar a las escondidas junto con un grupo de niños vestidos de animales que le miraron de arriba a abajo antes de decir:

— No jugamos con chicas.

Y Jimin se ríe. Eso no sería un problema.

— ¡Yo soy un niño! —Contesta orgulloso— ¡Hoy me vestí de princesa!

Tenía seis años. Aún no tenía idea de lo crueles que podían ser los demás infantes cuando algo que no entendían se les paraba en frente.

— ¿Un niño? —Pregunta el que esta vestido de león y hace una mueca de asco— ¡Vas vestido de chica, eres un fenómeno!

Fue una frase con pocas palabras, pero cortaba mas que una daga y ahora el corazón de Jimin ya no se aceleraba de felicidad, sino de la tristeza más pura que había sentido. Los demás se ríen de lo que dijo el chico y no logra entender. ¿Se reían porque quería jugar con ellos vestidos de princesa? ¿Por qué era tan raro? ¿Es que acaso nadie podía dejarlo ser feliz?

Agridulce ◆ Kookmin ; 국민Where stories live. Discover now