TRECE

9.7K 452 44
                                    

El capítulo está situado en la fiesta, pero desde el punto de vista de Ryan.

Ryan.

Mantuve una expresión neutra pretendiendo verme interesando y concentrado en la conversación que estaba teniendo con Matthew. Aunque la realidad era otra, no le estaba prestando atención en absoluto. Por supuesto que lo estaba escuchando, porque tenía la capacidad de escuchar a pesar de tener otra cosa en mente, pero no estaba interesado en lo que me decía. Lo cierto era que no lo estaba ignorando por mero gusto, lo hacía porque alguien más había captando mi atención en aquel momento.

Su hermana.

Mientras nosotros —junto a un par de personas más— estábamos en una mesa hablando sobre cualquier cosa, ella se encontraba a unos pocos metros sentada en la barra, bebiendo y hablando animadamente con su amigo Nate. Tenía una sonrisa radiante y su cabello, largo y rubio, se movía de un lado a otro cada vez que reía. La había visto entrar junto con su hermano y al principio no parecía estar muy animada, se notaba que no le agradaba la multitud, y en cuanto tuvo la oportunidad de huir de su hermano lo hizo. Pero no le duró mucho la paz, porque a los minutos apareció su amigo y terminó engatusándola con un par de copas. Y, al rato, ya se encontraba bajo los efectos del alcohol.

Sí, la había estado observando desde que entró.

No sabía exactamente la razón por la que mis ojos estaban puestos en ella ni por qué llamaba tanto mi atención, ni siquiera la conocía —solo sabía de su existencia por las fotos que había mostrado su hermano— y tampoco era mi tipo de mujer. No estaba diciendo que fuera fea, al contrario, se me hacía bastante atractiva, pero, sinceramente, no llamaba mi atención de esa forma. Además, era la hermana de mi amigo —y compañero de trabajo— y la hija de mi jefe, no había manera de que yo me metiera en una misma cama con ella para hacer cualquier cosa porque simplemente sería bastante raro.

—¿Me estás escuchando? —preguntó Matt y lo miré por primera vez desde que nos habíamos sentado en la mesa— Te ves muy entretenido mirando a mi hermana.

Apreté los labios con fuerza. Se había dado cuenta y eso no era nada favorable para mí, porque sabía lo territorial que era con ella y la manera en la que la sobreprotegía de absolutamente todo. Lo hacía con una buena intención, por supuesto, pero lo veía excesivo. No era su dueño y si ella decidía mandarse alguna cagada, era libre de hacerlo.

—No la estaba mirando a ella —mentí.

No estaba de humor para dar explicaciones. Menos porque ni siquiera yo sabía la razón por la cual no podía apartar mi vista de ella, era raro y, por un momento, quise abofetearme a mí mismo porque no me entendía. No había nada de especial en ella y aun así me era imposible no mirar cada movimiento suyo. Patético.

—Más te vale —amenazó—. Mi hermana no se toca. No te acerques a ella más de lo que debes o tendrás serios problemas conmigo.

Rodé los ojos con fastidio y asentí fingiendo estar de acuerdo para que no siguiera hablándome sobre el tema, podía ponerse muy pesado si no le daba la razón. Aunque, siendo sincero, no sabía que me resultaba más gracioso, el que creyera que sus amenazas me asustaban o el hecho de que pensara que podía darme una orden como a un perro. Si quisiera follarme a su hermana, que no era el caso, lo haría y ni siquiera pediría permiso o perdón por hacerlo. A él no le incumbía quien entraba en mi cama y, lo más importante, tampoco podía prohibirle a su hermana hacer lo que quisiera. Era una adulta, no una niña de quince años a la que había que tener bajo supervisión.

Para cuando volví mi vista al frente, ella ya no estaba en la barra y Nate tampoco, ninguno se enconaba por los alrededores. Reprimí la mueca que quiso asomarse en mis labios y traté de poner atención a los de la mesa para integrarme en la conversación, incluso cuando no quería estar ahí y muchísimo menos sociabilizar con gente a la que a penas conocía.

Balas perdidas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora