Hecatombe

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Un cuerpo ardiendo, tres cuerpos en el suelo desangrados, uno de ellos sin cabeza. Otro tenía una estalactita clavada en el ojo.

Imágenes fijas en su memoria. Hernan, Oda, Sennoma, Jack y una chica que ni siquiera conocía. Por alguna razón esas imágenes estaban ahí y no desaparecían. ¿Podía haber hecho algo para evitarlo? ¿Realmente podría? ¿Era un elementum? ¿Eso significaba ser un elementum? ¿A caso importaba algo de lo que hacía? La gente seguía muriendo, seguían librando batallas, derramando sangre. El no podía hacer nada. Daba igual tener el poder del universo en tus manos. El poder no servía para nada, no podías cambiar nada con el poder.

Impotencia era lo que sentía. Una impotencia tal que lo dejaba vacío. Sus últimos años de vida habían sido una mentira. Tenía veintitrés, no era un samurai, no era un elementum, ni atleta ni soldado. No se consideraba humano. Un humano, una persona, no dejaría que las personas muriesen frente a él. Una persona poderosa no lo haría. Él no... Él no lo era, y lo sabía perfectamente.

Era un monstruo encerrado en una jaula, un perro que sigue una pelota sin saber porqué. Él era todo eso, y le enfadaba.

Estaba enfadado consigo mismo, con los metamorfos, con Sennoma, con Jack, Herman, Trece, Sara, Oda, Elena, Ellie, Dylan, Chloe... Con todo el mundo. Ese era el sabor del fracaso. Nada más.

Todo era absurdo. Él había comenzado todo aquello despeñándose por el desfiladero por ser imbécil. Ahora debía solucionarlo todo.

Se alzó de la silla rápidamente y bajo las escaleras hasta la sala del rayo-gravitatorio. Solamente había una forma de acabar con aquello, con sus deudas con el cosmos por lo mal Elementum que había sido. Bajo sus pies cuatrocientos metros de caída libre, y más bajo un hormiguero metamorfo.

Sennoma lo estaría esperando. Las Reinas lo esperarían. Él debía poder con todos ellos, con esas millones de serpientes que reptaban bajo aquellas montañas. No eran nada más que eso: serpientes de largos y afilados colmillos venenosos esperando abalanzarse sobre sus presas. Quizá no como Elementum, pero un hombre puede derrotar a una serpiente.

Pulsó el botón rojo que abría la puerta. Una gélida brisa entró en el lugar haciendo oscilar los cables colgantes del techo. A un paso de él se encontraba el absoluto y total vacío. Una altura similar a la de Nueva York.

"Profesor..." recordó. Ya hacía mucho tiempo de aquello. Casi ni lo recordaba. Recibió un disparo de ese gilipollas a cambio de aprender una estúpida lección. Lección que le sería útil en aquel momento, después de todo, la situación era la misma. Quizá hiciese un poco más de frío, pero nada más. Solo tenía que aterrizar, cambiar de dimensión, entrar en la base enemiga, y una vez dentro arrancar cabezas de serpientes.

Era sencillo. Solo estaba a un paso de aquello y el plan tenía sentido. Solo un paso. Un paso y los metamorfos se acababan. La guerra se acababa. Parecía un gran plan. Él contra un montón de serpientes.

Escuchó el sonido de una escalera metálica tras de sí. Eso no le iba a detener, ella no.

Saltó.

— ¡No! ¡Espera! —escucho el susurro de Chloe entre el viento.

Paz. En sus oídos explotaba el viento. En sus extremidades penetraba el frío. Pero solo sentía paz, su cuerpo ligero caer a través del espacio, sus preocupaciones disipadas. No escuchaba la batalla. Solo caía como la hoja marrón en otoño. El aire chocaba contra su pecho y envolvía su espalda. Esperaba abrazar el nevado suelo de un momento a otro.

No pensaba en el error. Ya había fracasado demasiado. Ya no lo volvería a hacer. Solamente podía imaginar su victoria. Cerrar el libro de su vida. El tormento de su aventura dimensional. Puesto el sol todo habría acabado.

Hecatombe MetamorfaWhere stories live. Discover now