Primera fase

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Por primera vez en mucho tiempo sentía aquello. Había olvidado lo que era el auténtico miedo. Miedo a no regresar jamás, aunque para él ya no había lugar al que regresar. Su hogar le fue destruido hace mucho tiempo. No obstante nunca perdió el rumbo. Caminó hasta alcanzar sus metas y objetivos. Sin un lugar al que considerar como su zona de seguridad. Un lugar familiar en el que pasar el tiempo y refugiarse en lugares lejanos.

No existía dicho lugar. Su hogar era la fría, oscura y cruda realidad; su refugio la batalla. Había consagrado su vida a la lucha. No recordaba épocas en las que no blandiera sables o tejiese tortuosas estrategias. Siempre había sido un luchador, y conocía los diferentes tipos de lucha. Había vivido más de lo que ninguna otra criatura en la Tierra pudiese imaginar. Una eternidad que drenaría toda fuerza humana. Hacía tiempo que discernió la inmortalidad de la vida. La muerte para los de su especie no era más que una enfermedad de la que había que recuperarse.

Aquel día era diferente. El aire era denso, frío y costaba respirar. Su experiencia en el campo de batalla lo acompañaba, y consideraba que era el único en quien podía confiar. Sentía todo aquello. Miles de emociones que no recordaba, incomprensibles, muchas de ellas, para los humanos.

Con una sonrisa dibujada en su rostro ordenó mantener la posición. No podía evitar sentir felicidad ante aquellas emociones. Le recordaban que era mucho más que una simple máquina. Estaba vivo y sentía a su organismo drenar la Estrella Helada con fuerza. Apagó sus visores un momento y disfruto del sonido de los RKs monitorizando y dirigiendo todos los sistemas del crucero. Sin palabras. Tan sincronizados por una serie de códigos en su mente que les ordenaban actuar. Solo eran esclavos de su programación.

— Uno en posición.

— Dos en posición.

— Dieciocho a la espera —se le comunicó.

— ¡Avanzad! —rió mientras lo decía, recordando todas las veces que lo había dicho.

Imaginaba a RK1 avanzar encabezando el gran ejército del este. Utilizando mortales tácticas cuerpo a cuerpo como si se tratase de un titán enfadado. Arrasaba con todo lo que viese por delante. Así lo imaginaba Trece, la realidad distaba de aquello.

El frío no era rival para los robots, y el terreno tampoco. Pero no había enemigos, no por el momento. Avanzaban raudos con ánimo de interceptar la cueva más cercana entre aquellas altas montañas. Los humanos tardarían semanas en escalar alguna de esas cumbres, ellos debían desplazarse en intervalos de minutos. Saltaban con mochilas por los desfiladeros aferrándose a los fríos y helados muros de las montañas. Para ser verano todavía prevalecían aquellas temperaturas tan bajas.

La rauda marcha provocaba que algunos robots cayesen por algún precipicio. No eran demasiados, pero no podían prescindir de nadie. La infantería mecanizada sería desplegada después de asegurar un terreno seguro. Los tanques no podían desplazarse por aquellos terrenos sin sufrir el mismo destino que los RKs más descuidados.

Todo estaba muy tranquilo, demasiado para el gusto del viejo robot. Alcanzaron un punto elevado desde el que ver el enorme desfiladero. Pidió a dos robots que le mostrasen el mapa. Estos proyectaron un holograma desde los hombros. Se encontraban a demasiados kilómetros del lugar que querían alcanzar. Temía que los metamorfos efectuasen un ataque aéreo ya que aquellas montañas no les protegerían de un bombardeo.

— Mostradme un mapa de las misiones de los últimos cincuenta años —exigió el robot.

— No podemos vincular con Tot —informó uno de los RKs.

— Pues hacedlo con Trece, ¡pero quiero esa información ya! —frente a él apareció un holograma de RK13, algo distraído, en pie en la sala de mando.

Hecatombe MetamorfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora