Cambio de planes

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Un hombre se movía raudo con agilidad felina entre la blanca nieve. La fuerte ventisca y el frío no parecían un impedimento para alcanzar su meta: acabar con el hombre que se encontraba justo delante. Fue ahí donde en una cueva del bosque helado logró acorralarlo. Ambos se miraron a los ojos esperándose lo peor. El primer hombre, vestido completamente de blanco se abalanzó sobre él segundo.

Adam sobresaltado despertó. Tan solo era una pesadilla. A pesar de ello le preocupaba que aquello fuese otro sueño premonitorio, un sueño como aquel en el que conoció a la Guardiana de la Luz, aunque era improbable. Miró la hora en su teléfono móvil, tan solo eran las seis de la mañana. Los experimentos con Jessica habían culminado el día anterior y ahora ya sólo pensaba en regresar a casa con su familia. Había dejado a su hermana plantado y eso le preocupaba, después de dos años sin verla, de dos años en los que toda su familia habían pensado que estaría muerto aparecer sin más y solo quedarse una noche era extraño.

Se aseó y vistió para posteriormente dirigirse al comedor. Zampó lo primero que pillo; bacon, leche con cereales y unos huevos fritos. Fue a sentarse en una mesa apartado cuando un hombre le hizo un gesto para que se sentara con él. Este hizo caso y se sentó junto al científico de bata blanca—. Encantado, soy Charles Bowman, el encargado del departamento tecnológico— se presentó mientras extendía la mano—. Tú debes ser Adam, el actual Elementum.

— Así es —le contestó mientras le estrechaba la mano.

— No pensaba que íbamos a coincidir, después de todo las instalaciones son más grandes de lo que parecen.

— No podía dormir y tenía hambre.

— La gula, uno de los grandes pecados de la humanidad. Por cierto, ¿has escuchado hablar de la construcción de la primera nave espacial?

— Claro, a Neptuno le encanta hablar de cómo manufacturó el producto que dio un giro a la guerra.

— Yo soy el principal diseñador de las mismas —el chico le miró perplejo—. Soy inventor y bastante competitivo.

— Todo por una apuesta.

— Chico, quiero que esto te sirva de lección. En la vida, en la historia, la motivación ha sido una de las mayores fuerzas para el progreso, pero sobre todo la capacidad que tenemos los humanos de tocar los cojones es lo que nos hace insuperables. Siempre hemos querido demostrar que otro se equivoca, hemos querido hacer posible lo imposible. Colón, Alejandro Magno, Galileo, Newton, Da Vinci, Pizarro... todos ellos demostraron lo que se creía imposible y por ello son recordados. Los elementuns seguís siendo un misterio para la ciencia, pero si algo tengo en claro es que carecéis de límites. Demuestra que eres capaz de todo y que nadie te superará en nada —mencionó mientras le daba el último sorbo al café, depositó la taza en el pequeño plato, se relamió los labios y comenzó a pronunciar sus últimas frases—. Ha sido un honor conocerte, pero me temo que tengo una agenda muy apretada —volvió a extenderle el brazo.

Se despidieron y el chico se quedó desayunando solo. Había sido una conversación algo incómoda y extraña. A decir verdad durante aquellos días pudo comprobar que el rechazo que sentían hacia los soldados en aquellas instalaciones se veía eclipsado ante su posición como elementum. Para ellos era como tecnología de otra dimensión, un artefacto mágico para algunos, pero para ellos era un rompecabezas, un misterio que debía ser resuelto poco a poco.

Terminó el desayuno y se dirigió a la azotea. Confiaba en poder llegar a su hogar para el mediodía y así poder ver a sus padres por primera vez en años. Jessica llegó corriendo justo antes de que saliera al exterior. Desvió la atención del chico de la puerta hacia ella, al ver que tenía su atención esta comenzó a caminar tranquila, algo exhausta por la carrera, aunque tranquila—. ¿Ya pensabas irte sin despedirte de mí? —expresó con un tono burlón la física.

Hecatombe MetamorfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora