¿Estrategia o fuerza bruta?

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Chicago, la ciudad de los vientos. Desde su suelo crecían miles de edificios como hierbas en una pradera. La majestuosidad de aquella ciudad era inigualable. Los rascacielos permanecían inertes junto al lago Michigan, aparentaban ser los centinelas custodiando desde lo alto a todos sus habitantes. Ahora todo prevalecía a oscuras, iluminado por las luces de algunos vehículos y edificios, por ello estos destacaban por encima de todo.

Desde hacía décadas, los grandes arquitectos del mundo ponían a prueba su intelecto en increíbles obras de arte de centenas de metros de altura. La ciudad estaba en guerra con el resto del mundo, ansiaba tener los edificios más altos del mismo, pero ese privilegio le fue arrebatado por las torres Petronas a finales del siglo XX, incluso la ciudad de Nueva York quería ridiculizar sus majestuosas torres construyendo un nuevo rascacielos.

Un teléfono comenzó a vibrar en algún apartamento despertando a un hombre. Howard sintió el calor de un cuerpo rozar su piel desnuda. Había dormido abrazado a su prometida. Suavemente retiró sus brazos procurando no despertarla, se acercó a su teléfono situado en una mesilla a espaldas de la chica. En este solo ponía un mensaje "Coge un transporte a la Atlántida lo antes posible. Es urgente." El mensaje lo enviaba RK13, aquel que le amenazó con mancillar su expediente en su última misión. Estaba de baja a causa de una lesión sufrida en aquella operación, la nave metamorfa estaba repleta de un gas altamente mortal que afectó tanto a John como a él. Después de ser tratado por Susumu Yoshi y de recibir el alta se le recomendó tomarse unas vacaciones de varios meses, puesto que las cosas estaban tranquilas y no iban a necesitar a su equipo.

Aquel tiempo lo había decidido pasar con su pareja, pero ella andaba bastante atareada y la mayor parte del tiempo se quedaba solo. Procuro entrenar con un viejo arco todo lo posible, salir a correr, y seguir con su rutina de ejercicio para mantener la mente despejada y libre de preocupaciones. Hacía poco tiempo pudo mantener una agradable velada y ella le pidió matrimonio, él aceptó entusiasmado. Ella sabía que ya no era un agente de la CIA, pero él no le había contado nada con exhaustivo detalle para no preocuparla ni ponerla en peligro.

Sentado en la cama dando la espalda a la chica y mirando por la venta a la oscura y desierta calle reflexionaba. Después de todo ese tiempo querían volver a verlo. No era un mensaje de Susumu para una revisión, ni tampoco el protocolo a seguir para la convocatoria a ninguna operación. Quizás solo quería charlar, pero de ser así ¿por qué en lo más profundo del Atlántico? Nueva York estaba más cerca y podría llegar en menos de una hora.

Se levantó de la cama y la miró descansar sin ropa bajo las sabanas. Estaba tranquila, dormía plácidamente, después de todo se lo había ganado tras aquel duro día de trabajo.

Marcho al baño para asearse. Nada más encender la luz cerró la puerta lo más rápido y discretamente posible para evitar que la luz la desvelase. Frente al espejo vio su cuerpo cubierto de cicatrices, la que peor pinta tenía era una secante al centro del pecho, cuando era pequeño su padre le clavó un cuchillo una noche que volvía borracho del trabajo. Poco después fue condenado y la inyección letal acabó con su vida, todo aquello por el asesinato de su hermana mayor. Era un psicopata, el era un auténtico monstruo y no las criaturas que aniquilaba en cada misión. Cada vez que veía su pecho desnudó recordaba a su padre, quien era y lo que hizo, el como los trató... Cuando empuñaba un arco soñaba con clavarle una flecha poco antes de que acabase con su hermana, pero no podía, aquello fue hace veintidós años.

Era un hombre fuerte, con un sentido de la justicia puro e implacable. Tras la pérdida de su hermana su vida mejoró, la familia que lo adoptó era agradable y fueron los padres que nunca tubo, gozo de una vida como la de muchos otros, fácil y sin problemas. Quería ayudar al mundo, así que se alisto en el ejército, pero poco después de terminar la instrucción básica recibió una carta de Washington. Así comenzó a trabajar para la CIA, y conoció a su actual prometida, pero no duro mucho tiempo, dado su implacable proceder llamó la atención de algo mucho mayor. Para los veintidós años inició su instrucción para enfrentar el peor de todos los problemas, el único que verdaderamente importaba.

Hecatombe MetamorfaWhere stories live. Discover now