Prólogo

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Esa tarde se escaparon a su departamento. Ella encontró una mentira perfecta para su madre. Él no la necesitó. Hacía tiempo se había independizado de sus padres —aunque justo ahora se veía incapaz de pagar los tres meses de renta que debía— y creía que eso le daba derecho a reprocharle, es decir, ¿quién con veintinueve años continúa viviendo en la casa que le vio nacer? Y peor aún, bajo la repetida frase "mientras estés bajo mi techo, seguirás mis reglas".

Tumbados sobre la cama y bebiendo, el mismo mal que llevó a conocerlos, charlaban, reían y se besaban y otras cosas que es mejor no detallar. En el estéreo, al fondo, se reproducía un CD de Los Rolling Stones. La banda favorita de ambos.

—Shhh, aquí viene. ¡Sube el volumen!

Luego del corto intro en piano y guitarra, se prepararon para recitar los versos junto a Mick Jagger desde el dolor de quien conoce y hace suya el sentido de la canción. En español diría más o menos así:

Angie, Angie,
¿cuando desaparecerán todas esas nubes?
Angie, Angie,
¿hacia dónde nos llevará esto?
Sin amor en nuestras almas
y sin dinero en nuestros abrigos.
No puedes decir que estemos satisfechos.

Él pensaba que Angie era el nombre perfecto para una primera hija. Para ella, en cambio, sería una segunda y su favorita sin siquiera pensarlo. De lo que hubiera sido de su primogénita, cambiaba de tema cada vez que le preguntaban.

Lo cierto era que, días como hoy al son de Angie, eran días que nunca podrían olvidar. Esa melodía estaba unida a sus recuerdos. De cómo una mujer depresiva, de familia noble y arruinada, hija de una viuda que pugnaba por restablecer lo que una vez había sido suyo; y un periodista de clase media, cuya familia reconocía en ella una mala influencia por traerlo a él de vuelta a las andadas, se habían enamorado y que, sin embargo, eran conscientes de que nada podría mantenerlos juntos.

Pero Angie, Angie, no podrás decir que nunca lo intentamos.


Angela Donde viven las historias. Descúbrelo ahora