13. Cosas buenas

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22:30 de la noche

AGONEY

Cierro la puerta tras despedirme de Raoul con una breve caricia en la mejilla.
En cuanto la cierro, apoyo la espalda en ella y me deslizo hacia abajo hasta llegar al suelo, donde me siento. Aún mantengo la sonrisa y casi me duele la cara de no haberla quitado en las últimas horas. Me muerdo el labio de abajo y miro hacia un punto imaginario en medio de mi habitación. No estoy viendo mi cama ni el teclado, nos estoy viendo a nosotros, ahí, sentandos en el suelo de madera. Me llevo una mano a la mejilla en la que me ha dejado los besos y me sale desde lo más profundo del pecho un pequeño suspiro.

"Descansa" resuena en mi cabeza la voz del rubio con la última palabra que me ha dicho. Cierro los ojos sin dejar de sonreír, con el labio de abajo aún atrapado entre mis dientes.

"Quiero que me lo enseñes tú" vuelvo a oír con su voz la frase que me ha dicho cuando me ha tendido las hojas que contenían las canciones que le he dejado ver. Realmente quería escucharme. Echo la cabeza ligeramente hacia atrás y la apoyo en la puerta.

"Cuando me ves mirarte... ¿no te das cuenta de que me encanta estar contigo y escucharte?" Hundo las dos manos en mi pelo y apoyo la cabeza en ellas. Siento tanto calor en el pecho ahora mismo, que el frío que he sentido durante tanto tiempo se me antoja extraño.

Pero es real, recuerdo. Y volverá, comprendo. Porque lo que he sentido esta tarde entre estas cuatro paredes parece irrompible, y lo es. Pero mañana saldré de esta habitación, y esto simplemente quedará como lo que es, un sentimiento real, sincero, pero... peligroso y, al fin y al cabo, oculto.

Cuando nos hemos dado cuenta de que se nos había olvidado ir a la clase de baile que nos iba a dar Mimi a todos, no he podido evitar que me embargase por un momento el miedo. Miedo a que alguien se enterara de que estábamos juntos, miedo a que se enteraran de lo que estoy empezando a sentir por él. Manu, la prensa... e incluso, por un segundo, miedo a que se enteraran mis propios compañeros.

Y cuando he abierto la puerta para que Raoul volviese a su habitación, no he podido evitar echar un vistazo rápido al pasillo asegurándome de que no había nadie. Y lo peor es que creo que él lo ha notado. Se pensará que soy un cobarde. Lo soy, pienso. Y cuando se dé cuenta pasará de mí. Y no puedo. No quiero.

Me levanto, voy dónde estábamos sentados antes y empiezo a recoger las hojas que hemos ido desperdigando por el suelo a medida que las íbamos analizando. Las junto y vuelvo a dejarlas sobre el teclado como estaban. Espera. No están todas. Me acerco a la mesilla que hay al lado de la cama y saco del primer cajón el fajo que he apartado antes para que no lo viera.

-"Él" -leo en voz baja el título de la última canción que he empezado a componer. Pego las hojas a mi pecho, cierro los ojos con fueza y las abrazo con cuidado aunque sin poder evitar que se arruguen un poco. Suelto un suspiro.

Después de esta tarde tengo mucho que añadir a esta canción. Así que aflojo el agarre, me siento en el taburete frente al teclado, dejo sobre la cama las hojas que hemos estado viendo y pongo con cuidado en su lugar la canción que tengo en mis manos. Mi pequeño tesoro.

Y entonces dejo que mis manos tomen el control de mis emociones dándoles sentido. Plasmo en palabras y en música todos los sentimientos que se han removido en mi interior cuando estaba apoyado sobre su hombro con los ojos cerrados y he notado la caricia de su dedo llevándose una lágrima que ni sabía que estaba ahí. Ilusión. Plasmo lo que he sentido cuando me ha dejado un beso en cuatro puntos exactos de mi mejilla, cuatro puntos que ahora noto arder y que pasarán cien años que yo podré seguir dibujando exactamente dónde están. Emoción. Inocencia. Y plasmo lo que he sentido cuando he oído la palabra "libertad" salir de su boca por primera vez.

Sing with me | RagoneyDove le storie prendono vita. Scoprilo ora