XV

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Harry siempre quiso tener cachorros, lo sé. Cuando salíamos al parque o al cine, sonreía al ver a un bebé, les hacía caras, se acercaba a sus madres y le decía lo lindos que eran haciéndo que ellas se sonrojaran. Cuando lo veía no podía evitar sonreír y negar con la cabeza, Harry flitreaba con las personas sin darse cuenta pero era una de las cosas que me gustaban de él

Es increíble cuánto ha avanzado el tiempo y, sin embargo, todavía puedo recordar a la perfección su rostro, sus rizos, el sabor de su boca, la textura de sus grandes manos, lo frío de sus anillos. Pero debía alejarme, no había futuro con el alfa. 

Lo supe desde que lo conocí y admití mis sentimientos por él. Harry era atrayente, demasiado para mi bien, demasiado para una relación alfa-beta. Inclusive en el sexo se le escapaba la triste verdad. Omega, él buscaba a un omega, su alfa añoraba a uno y no había nada que pudiera hacer al respecto.

Nunca fui más consiente de ello que en aquel día, cuando pasamos juntos su último celo.

Era obvio que buscaría un omega, su alfa llamaría siempre por uno. Que a Harry le gustase no significaba que a su alfa también. Era algo que entendía en teoría pero que jamás viviría en carne propia. Porque yo solo era yo, no había otras voces que pedían protección ni rugidos en mi interior, solo mi conciencia.

Aquella mañana el alfa regresó a nuestra cama oliendo a omega, era demasiado obvio, incluso para un beta. Yo estaba exhausto, di todo de mí, le entregué todo lo que pude y aún así no fui suficiente.

Al principio pensé quedarme en el cuarto de Ollie, vivir allí hasta conseguir un lugar propio lejos de Harry, pero luego mamá llamó y las cosas se complicaron.

Me contó entre lágrima del accidente de las mellizas, del cómo tuvieron que reducir gastos cubrir los costos del hospital y del tratamiento. No podía creerlo.

El accidente fue un punto más en las estadísticas, un borracho había dañado a mi familia y se había dado a la fuga. Ni siquiera las atendió, ni siquiera se molestó en comprobar si eran hombres o mujeres, niñas o adultas, solo huyó. Fue entonces cuando decidí dejar la universidad.

Por suerte para mi, un amigo de la disquera me alojó en su departamento, era perfecto porque ambos eramos betas, nos entendíamos. Aún así, supe que mi familia necesitaba más que eso y no iba a permitir que mis hermanas sacrificaran sus estudios, Lottie era brillante y Fizzy de seguro conseguiría una beca completa con sus notas. Trabajar y estudiar siendo omegas las expondría demasiado, no era seguro y sabía cómo eran los trabajos en la tarde. Lo había visto miles de veces con algunas de mis amigas, cómo abusaban de ellas solo por ser lindas y omegaa. No iba a suceder, no mientras fuera el hermano mayor y pudiera protegerlas.

Así que volví a Doncaster. La disquera pudo transferirme allí al tener más de un año trabajando con ellos e inclusive me dieron un mejor puesto. Lloré de agradecimiento cuando mi jefe me lo comunicó, odiaba llorar en público pero estaba bastante aliviado y agradecido, sobre todo agradecido.

Fueron meses difíciles, mi madre hacía doble o hasta triple turno en el hospital, mí padrastro había pedido un aumento a cambio de horas extras, yo cuidaba a mis hermanos en las noches y trabaja en las mañanas, llevábamos a los gemelos a la casa de nuestra tía todos los días y los recogíamos en las tardes. Ellos eran los únicos que nunca se enteraron de nada y esa fue nuestra luz. 

Pero aparte estaba Harry. Harry y sus constantes llamadas, Harry y sus preguntas, Harry y sus visitas. Tuve que pedirles a todos no decirle nada al alfa. Si no había futuro juntos prefería cortar nuestra relación de raíz. Harry era joven, no sería el primer corazón roto que tendría. Me sentí especial por ser su primer amor, era egoísta pensar así pero era un recuerdo, como una estrellita que sacaba en mis noches más oscuras, cuando pensaba en el alfa.

Durante el primer año Harry no se rindió y muchas veces dudé sobre decirle la verdad y volver a sus brazos, pero no era justo. Se merecía algo más, yo me merecía algo más. Si había algo como el destino, nuestros caminos se volverían a encontrar.

Los años pasaron y el apellido Styles se volvió popular, lo veía en todas partes y se me hinchaba el pecho de orgullo. Al final nunca pudo con la economía pero vaya que le quedaba el papel de actor. 

Fue en mi cumpleaños veintisiete cuando, al fin, pude recordar al alfa sin sentir arrepentimientos ni culpa alguna. Se sintió como un nuevo comienzo.

Al año siguiente las gemelas volvieron a casa. Les costaba caminar pero nadie las apuraría, ya era mucho con que hubieran despertado.

Gracias eso, decidí volver a Londres. Mamá y Dan me insistieron mucho con eso. Por más que me gustara Donny, por más que me gustara haber vuelto a ver a mis amigos, ellos tenían razón. Porque nunca dejé de escribir, nunca dejé de componer. Era mi pasión.

La disquera me aceptó de regreso en la sede y, esta vez, como editor. Era un gran inicio. Ollie me recibió con los brazos abiertos, al igual que su novia. Me alegré tanto que al fin alguien le gustará esa maraña pelirroja andante.



Un nuevo inicio.
Definitivamente no vi a Liam llegar, ni todo lo demás.



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