IV

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Sabía que estaba condenado. Lo supe desde que los vi.

Omegas...

Alfas...

Desde pequeño amé ir al colegio. Ansiaba los lunes y odiaba los viernes, no precisamente porque era un chico aplicado sino todo lo contrario. Era por mis amigos, mis compañeros de clase, las personas de mi escuela. Me emocionaba compartir con ellos, amaba bromear y reír de nuestras travesuras y payasadas. Amaba mi vida escolar...hasta ese día.  El día en que la naturaleza decidió hacer acto de presencia y arruinarlo todo.

Ocurrió poco a poco. Mis compañeros de clase empezaban a convertirse, a descubrirse, a cambiar...pero yo no. Yo seguía siendo el mismo de siempre.  Y, uego de un tiempo, me di cuenta de que mi sola presencia no era suficiente para el resto del mundo. Ya no solo era Louis, era un beta.



Recuerdo la primera vez en que me sentí incómodo por cómo era.

"No sabes la suerte que tienes, Lou" había sollozado Stan, mi primer mejor amigo, escondido entre sus mantas. Eso había pasado hace tanto tiempo, cuando éramos solo unos adolescentes, cuando las cosas empezaron a ser diferentes y, pese al paso del tiempo, aún lo recuerdo con vividez.

"Stan, no pasa nada" le había dicho en un esfuerzo por consolarle.

"¡Sí que pasa, Louis! ¡Sí que pasa! ¡Esto es un asco!" Gritó en medio de su llanto.

Stan resultó ser omega.

Su celo sucedió en medio de los pasillos, a la vista de todos. Recuerdo verlo caminando y luego cayendo de rodillas. Recuerdo su rostro sonrojado, las lágrimas al borde de salir, el calor de su cuerpo.

Había llegado.

Stan tenía su celo y yo me quedé estático. Estaba asustado. Sentía los ojos de todo el mundo posarse sobre mi mejor amigo. Los alfas empezaban a agudizar sus sentidos.

¡No!

Recuerdo reunir todo el valor que pude y cargarlo fuera de la escuela, las fuertes pisadas de dos alfas que nos seguían, mi voz quebrándoze mientras suplicaba que lo dejaran en paz, mi pecho ardiendo cuando les grité que eran unos monstruos, la vista del suelo al caer inconciente después de que me dieran una gran paliza.

El resto es borroso, incluso ahora.

Pero lo que si recuerdo es que, esa misma noche, visité a Stan sin que sus padres lo supieran. Me escabullí por su ventana preocupado, necesitaba comprobar que estaba bien. Pero no. Stan estaba todo menos bien.
Empapado de sudor sobre su cama, jadeando tanto que dolía con solo verlo. No esperé a que dijera algo y solo actué. Me dejé llevar por lo que él me pedía.

Falté a clases por cuatro días. No se lo dije a nadie y me aseguré que nadie lo supiera.

Stan se molestó tanto cuando recuperó la conciencia. Nunca fuimos lo mismo desde su celo pero, al menos, me llegó a contar lo principal: Ningún alfa lo tocó.

"La directora los detuvo" me contó semi dormido, de espaldas, cuando ya no le quedaban fuerzas para gritar, cuando el celo se fue para dejar un cuerpo cansado. "Uso la voz"

Yo solo le abracé.









Eso fue hace muchos años.

Desde entonces, nunca quise presenciar el celo de nadie más. En especial cuando supe que jamás llegaría el mío. Estaba claro cuál sería mi condición.

Era un beta.

Mi madre estaba aliviada. Decía que prefería que fuera un beta. Que los betas eran libres de todo instinto, que nunca tendría que pasar por el celo.

BETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora