Capítulo Treinta y Cinco: Confusión.

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Capítulo Treinta y Cinco: Confusión

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Capítulo Treinta y Cinco: Confusión

Si hubiera podido parar el tiempo, hubiera elegido hacerlo dos días atrás, cuando pasó toda la tarde cuidando de Axel. Irónicamente, más que estar tranquila por que su novio estaba mejor, estaba sintiendo todo lo contrario, sentía con cada día que pasaba que el corazón se le saldría del pecho.

Era miércoles, lo cual significaba que solo faltaban dos días para que se fuera. Una muy pequeña parte de ella estaba feliz y emocionada por la oportunidad que se le presentaba. Pero tenía que ser sincera, no estaba saltando de alegría. Quería ir a una ferretería, comprar unas cuerdas y llegar su casa para amarrarlo a la cama y no dejar que se moviera de ella.

No sabía a quién le daría más duro, si a él o a ella.

A pesar de todo, se había esforzado para que no se notara y para tranquilizarlo, sobre todo para eso. Axel tenía que irse con la tranquilidad de que todos estarían bien. Volvió a la realidad cuando su profesor le hizo una pregunta a uno de sus compañeros. Esa era su última clase del día, tenía que volar de allí hacía las oficinas de Tommy Hilfiger, le harían su prueba de vestuario para el desfile que tenía el próximo fin de semana. Esa era otra de las cosas que tenía en la cabeza, su primer desfile.

No podía creer cuánto había cambiado su vida después de aquel concurso, era una locura. No estaba en sus planes, pero a veces los planes que tienes no siempre se cumplen, y llegan unos mucho mejores.










Llegó a su apartamento exhausta, las pruebas de vestuario y desfile habían durado más de lo que esperaba, era desfile de verano, ya casi llegaban las vacaciones y con eso los miles de desfiles de las marcas lanzando la ropa para esta época del año. El gran escenario ya estaba siendo adecuado para el evento, y la modelo más importante del desfile no era nada más ni nada menos que Antonella Van Ewen, una de las más grandes del mundo.

— ¡Ya llegue! — Avisó fuerte, mientras dejaba las llaves en la pequeña mesa que estaba al lado de la puerta.

— ¡Estoy en la sala! — Respondió su mejor amigo.

Con pesadez se encamino hasta dicho lugar, sus botines con tacon resonaban en la madera del lugar con cada paso que daba. Lo visualizó con un cuaderno en las manos, con uno que conocía muy bien, su cuaderno de bocetos. Le dio un beso en la mejilla y se desparramó en el sofá.

—No puedo más. — Dijo perezosamente.

Su amigo le dedicó una leve mirada antes de volver su vista al boceto que hacía.

—Tendrás que acostumbrarte a andar más en tacones que en tennis. —Dijo concentrado en el dibujo. — Te ha llegado otro regalo. — Avisó, levantó la mirada hacía ella. —Y muy costoso.

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